Todavía les pesa la Ley sobre represión de la masonería y del comunismo de 1940. Franco les persiguió, como a otros tantos colectivos, durante toda la dictadura y consiguió generar un halo de misterio y oscurantismo sobre sus ritos. Pero nada más lejos de la realidad, los masones pueden ser gente común -profesores, artesanos, empresarios, personas en paro…- que han escogido un camino comprometido con la sociedad que les rodea: “Ni círculos de poder ni élites en la sombra, solamente intentamos cambiar nuestro entorno”.
Este año se celebra el tercer centenario del nacimiento de la masonería moderna. Entonces, cuatro logias de constructores de catedrales decidieron unirse en la Gran Logia de Inglaterra y comenzaron a admitir personas que procedían de otros gremios profesionales. “Ahí desaparecen los masones operativos y aparecen los especulativos, es decir, los que trabajan el estudio de la conducta humana”, explica a teinteresa.es Fernando Lamarca, miembro de la Gran Logia de España.
Durante estos 300 años la masonería ha experimentado varios cambios. El más importante se produjo en el siglo XIX al dar el salto de Inglaterra a Francia, cuando una corriente del país galo se cuestionó dos normas congénitas: la creencia en un ser supremo y la exclusión de la mujer. La escisión finalmente terminó aboliendo estos dos reglamentos fundamentales y dio origen a la masonería liberal, contraria a la regular o dogmática.
“Las relaciones son buenas entre ambos, pero ellos -los regulares- no nos aceptan como tal”, reconoce Darío, venerable de la Respetable Logia Libertad del Derecho Humano.
Ni política ni religión
En ninguna de las dos ramas se habla de política o religión. No obstante, la masonería regular como la Gran Logia de España sigue las directrices de los primeros masones y se trabaja más el aspecto personal; mientras que la corriente liberal tiene un papel más activo y presente en los problemas de la sociedad, además de admitir mujeres en sus federaciones. “La diferencia es el método, pero el fin es el mismo”, subraya Fernando Lamarca.
Al descender de los constructores de catedrales medievales reutilizan su simbología: escuadra, llana, plomada, compás, nivel, etc. donde la humanidad se entiende como la construcción del edificio. “La regla de las 24 pulgadas es un símil de las 24 horas del día: dedica parte de tu tiempo a ayudar a los demás, a trabajar por tu familia, a crecer como persona… Como venimos de caminos muy distintos, cada uno encuentra un significado diferente”, expresa el representante de la Gran Logia de España.
Pero si hay algo distintivo dentro de la masonería -además de sus emblemas- son los rituales. Estas sociedades principalmente se componen en tres niveles (aprendiz, compañero y gran maestre) y cada uno de ellos desempeña un papel en las ceremonias. Tanto en la Gran Logia de España como la Respetable Logia Libertad comparten el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, presidido por su venerable maestre.
Durante la ceremonia no se habla, solo cuando se concede la palabra, pero una vez que termina comienza el ágape o cena. En esta segunda fase los miembros se sientan alrededor de la mesa según su grado de aprendizaje y conversan entre ellos. Al finalizar, cada uno efectúa su propia reflexión con o sin derecho a réplica, según las normas de la logia. “La mayoría decimos cosas distintas sobre un mismo tema. Es muy enriquecedor”, asegura Fernando Lamarca.
“Es una buena escuela personal»
Fernando y Darío también han experimentado sensaciones parecidas desde que decidieron integrarse en la masonería.
“Es una buena escuela personal. En ningún momento estás coaccionado por nada y cada uno puede pensar lo que quiera. Ahora soy más tolerante y más empático, y quizá también mejor persona”, afirma el venerable maestro de la Respetable Logia Libertad.
Darío cree que es fundamental que los aprendices se dediquen a escuchar, ya que no pueden hablar hasta que ascienden de rango. “Es el mejor aprendizaje: escuchas y ves cómo actúan los demás. Al escuchar a gente que no está de acuerdo contigo -añade- desarrollas la tolerancia. Te pones en su lugar e intentas entender por qué actúa así”.
Fernando recuerda que entró en la Gran Logia de España porque vivía una etapa de plenitud total y buscaba dar un paso más allá: “Soy una persona inquieta y de repente me acordé de que existía una cosa que se llamaba masonería. Estaba de acuerdo con sus principios”. Ahora considera que “es más consciente” de disfrutar de su vida sin dañar a nadie, progresar y hacer algo por el entorno que le rodea. “Poco a poco vas cambiando”, puntualiza.
Los representantes de ambas logias admiten que en España todavía hay un gran desconocimiento sobre la masonería. Por ejemplo, en Estados Unidos los masones pueden llevar con normalidad un pin en el pecho o una pegatina en su coche y en Europa es algo natural, pero en España “es difícil hacerlo público”.
“Arrastramos los tópicos del franquismo. Casi todo mi entorno sabe que soy masón, pero hay gente que cree que es una cosa rara. Es mucho más normal de lo que parece”, manifiesta Fernando Lamarca.
Francisco Franco persiguió y castigó la masonería durante toda la dictadura, a pesar de que su hermano Ramón Franco Bahamonde fue un masón reconocido. Hay quien dice que este odio viene del rechazo en dos ocasiones cuando intentó entrar en una logia. Hoy en día se siguen conservando algunos de los prejuicios. “Es desconocimiento más que otra cosa”, finaliza el representante de la Gran Logia de España.