España ha sufrido el invierno más seco de los últimos 50 años, la humedad del sotobosque es mínima o nula, los sistemas de prevención y contención de incendios no han sido los necesarios y la mayoría de los montes españoles no han recibido los cuidados adecuados. Con todos estos condicionantes, que confirman tanto el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales como los Agentes Forestales, en la mayoría del territorio sólo es necesario «poco más que una chispa» para que se origine una situación complicada.
Esto se debe, entre otras cosas, a que «sólo el 13% del territorio forestal español está, de una u otra forma, gestionado. El 87% restante no tiene ninguna protección y está sin cuidar. Así que en la mayoría de los casos cualquier conato de incendio se convierte en un problema difícil de controlar«, según Raúl de la Calle, portavoz del Colegio de Técnicos Forestales. «Ese es el problema principal, pero si además le unimos que las temperaturas han sido elevadas, que no ha llovido y que ha hecho viento en muchas zonas..», concluye De la Calle.
PRIMERO LAS PERSONAS, LUEGO LOS BIENES…
La extensión de campo quemado tiene, además, una explicación en la legislación actual. La ley ordena que ante un incendio »primero se proteja a las personas, después a los bienes y por último las zonas forestales». «Esto es perfectamente lógico«, en opinión de Enrique Jiménez, portavoz de Agentes Forestales de CC.OO, «pero el hecho es que buena parte de los fuegos se origina cerca de urbanizaciones que hay que proteger. Si se estableciera una serie de medidas para estas viviendas se podrían atacar antes los fuegos en el campo«, matiza.
Con todo ello, y según datos del Ministerio de Medio Ambiente, en lo que va de año 2012 se han quemado 165.000 hectáreas en España; de ellas más de 90.000 desde el pasado mes de julio. Se trata de del triple de extensión de la que ardió en 2011 y el año con más suelo quemado de la última década.