Francisco Javier Ortega, el agente de la Policía Nacional, de 28 años, que falleció ayer en Madrid al ser arrollado por un tren en la estación de metro de Embajadores, tras un forcejeo con un hombre al que había solicitado identificación, ha sido despedido hoy por sus familiares y compañeros en una ceremonia íntima celebrada en el complejo policial de Canillas.
El agente ha recibido a título póstumo la medalla de oro al mérito policial, la máxima distinción del cuerpo. Los familiares del joven policía han recibido la bandera nacional y la gorra del uniforme del agente y a continuación, se ha celebrado una misa funeral. El acto ha contado con la presencia del director general de la Policía, Ignacio Cosidó, del director adjunto operativo de la Policía Nacional, Eugenio Pino, y la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes.
Durante toda la noche, la familia del agente, huérfano, ha velado el cadáver en dependencias policiales, donde se instaló la capilla ardiente una vez practicada la autopsia.
Tras el acto, al que no han podido asistir los medios de comunicación por expreso deseo de la familia, Cosidó ha recordado que los agentes, en su labor de garantizar la seguridad de los ciudadanos, pagan en ocasiones el «precio más alto que se puede pagar, que es dar la propia por los demás».
Cosidó ha calificado los hechos de «homicidio» y ha explicado que, tal y como puede comprobarse en las grabaciones del suceso, el inmigrante, que permanece en estado grave en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, arrastró intencionadamente al agente para que fuera arrollado por el tren en la estación de Cercanías de la plaza de Embajadores de la capital.
Durante la ceremonia, muy emotiva, ha podido escucharse «La muerte no es el final», un himno a los caídos. Arropado por los aplausos de los cientos de agentes que han llenado el salón de actos y los patios de las instalaciones, el féretro ha sido finalmente introducido en el coche fúnebre, que iba precedido por otros dos repletos de coronas de flores y escoltado por agentes motorizados de la Policía Municipal de Madrid y de la Policía Nacional, el furgón con el féretro del agente ha partido hacia Ávila, de donde era natural y donde mañana será enterrado en la localidad de Navarredondilla, de donde procede su familia.
A la cereminia no sólo han acudido a despedir al agente sus compañeros de cuerpo y de la Policía Municipal. Así, han podido verse uniformes de las Guardia Civil y de policías locales de municipios madrileños como Alcobendas, Leganés, Getafe, Parla, San Sebastián de los Reyes o Coslada.
También han acudido a la ceremonia dirigentes sindicales, como Alfredo Perdiguero, del Sindicato Independiente de la Policía Española (SIPE), quien ha denunciado la desprotección de los agentes y ha dicho a los periodistas que el inmigrante ya intentó hace seis mese arrojar a otro policía a las vías «y al final no lo consiguió».
«Por desgracia, no nos protegen en nuestro trabajo y morimos defendiendo los derechos de los ciudadanos», ha sentenciado Perdiguero antes de reiterar unas palabras del sacerdote que ha oficiado la ceremonia y que, según él, ha asegurado que los policías son «fundamentales para que el mal no deshaga es Estado de derecho».
Mientras, el secretario general de la Unión Federal de Policía (UFP), Víctor Duque, ha lamentado la muerte del agente y ha criticado la ausencia en el acto de despedida del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
Entre tanto, el inmigrante implicado en el siniestro, Ali Raba Yode, de 27 años, que también cayó a las vías del tren, se encuentra en estado crítico con traumatismo craneoencefálico severo y otros politraumatismos. El hombre empujó a las vías del tren al policía fallecido cuando éste estaba procediendo a su identificación. El inmigrante había proferido previamente gritos e insultos a la víctima y su compañero cuando estos estaban patrullando por la estación de tren de Embajadores (Madrid), según han explicado fuentes policiales.
Según fuentes policiales, el joven, procedente de Costa de Marfil, cuenta con nueve antecedentes- varios de ellos por amenazas y robo con violencia- y llevaba en España en 2011, a donde llegó a bordo de una patera que alcanzó las costas de Almería.