Huir por ser, sentir y amar. Esa es la realidad de los homosexuales y personas trans que viven donde querer a personas del mismo sexo está prohibido y castigado. Las cifras son sangrantes. Según los datos aportados por CEAR, entre 2008 y 2016 el proyecto TvT ha registrados 2.200 asesinatos de personas transexuales. La cosa no acaba ahí. Nueve personas son asesinadas a la semana en América por su identidad sexual o de género; ser LGTB equivale a la muerte por ley en ocho estados del mundo; casarse con una persona de tu mismo sexo aún está prohibido en 173 países; 22 estados aún cuentan con “leyes morales” contra homosexuales.
No es un problema lejano y de países perdidos. Países como Marruecos, vecino y aliado comercial de España, criminaliza en su Código Penal los “actos impúdicos o antinaturales con personas del mismo sexo” y los condena a un encarcelamiento de 6 meses hasta 3 años y a una multa de 200 hasta 1000 dírhams. Con este panorama, cada vez son más los marroquíes que piden asilo a España por persecución. Según los datos aportados publicados la semana pasada por EFE de fuentes ministeriales, fueron registradas 530 peticiones de asilo por persecución de ideología e identidad sexual.
Supone un crecimiento con respecto a 2016, cuando fueron registradas 345, de las que admitió a 206 marroquíes la condición de «protección subsidiada», y solo a 10 de ellos les otorgó el estatus internacional de asilo político.
¿Pero cuántos refugiados LGTB existe en el mundo? ¿Cuántos se encuentran en proceso de intentar llegar a países como España? ¿Es buena la situación de la comunidad LGTB que huye una vez que llegan a Europa?
CEAR aporta datos a la cruda realidad de los refugiados LGTB con el relato de Ovil, Alexandra y Renzo, a quien dan voz.
La vida de Ovil y Osman, atrapados en Lesbos
Ovil supo toda su vida que era una mujer. CEAR expone su caso de esta refugiada hindú, nacida en Bangladesh. El acoso fue constante: con 15 años fue violada por sus compañeros de clase y padres nunca la defendieron. Tenía lo que se merecía por ser así. Ella se defiende. “Nací así. No es mi culpa”.
En Internet encontró su primer refugio. Allí conoció a Osman, un pakistaní perseguido por su orientación sexual. No se habían visto en persona, pero decidieron que debían huir juntos a Europa para hacer sus vidas y sobrevivir. Por eso Ovil se va de casa a los 22 años. En Pakistán y en Bangladesh ser abiertamente homosexual o trans equivale a la muerte o a la cadena perpetua.
Tras ser secuestrada en Turquía y conseguir liberarse, acaba conociendo a Osman en campo de refugiados de Grecia. “No fui capaz de hablar. Nos tocamos las manos y nos pusimos a llorar”.
Ahora, ambos están atrapados en Lesbos, donde intentan hacer sus vidas, pero allí las agresiones por su condición continúan, lo que la ha llevado a intentar suicidarse en varias ocasiones. La solicitud de asilo de Osman en Grecia ha sido rechazada; la de Ovil ni si quiera es tramitable, ya que al ser de Bangladesh no entra dentro del programa de refugiados europeos.
Renzo huyó de la homofobia y acabó en un CIE español
Renzo no podía seguir viviendo en Perú. Las continuas agresiones en el colegio le llevaron a abandonar su país cuando era un adolescente,allá donde sí fuese aceptada su orientación sexual.
Eligió España, pero no todo salió como esperaba. Tras 13 años de periodo de adaptación, fue interceptado por las autoridades, que no dudaron en enviarlo a el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche por ser un inmigrante irregular.
Tras 38 días allí, una petición de asilo le ha devuelto la libertad. Ahora está a la espera de que se resuelva su situación. La CEAR da visibilidad de su historia y su experiencia en el CIE, de donde podía ser deportado al país del que huyó de un momento a otro. “Es como estar nominado en un reality show y no saber qué día te van a expulsar”.
Escapar de Honduras para no ser asesinada
Alexandra era presidenta de una asociación LGTB en Honduras. No tenía problemas serios para luchar por los derechos del colectivo en la isla caribeña. Tenía su coche, su peluquería y su casa. Sin embargo, todo cambió con el golpe de estado de 2009.
Comienzan entonces a aparecer compañeras transexuales muertas. Según el testimonio de Alexandra, estima que murieron o desaparecieron «cerca de doscientas».
Fue amenazada, agredida y en una ocasión atropellada. Pero el peor episodio ocurrió cuando dos hombres entraron en su casa y la secuestraron por un mes. La torturaron y la violaron más de 20 hombres. Tiene 15 puñaladas, una en el ojo. “Me pincharon en los pechos con un picahielos porque pensaban que eran prótesis” relata. Sus secuestradores la abandonaron porque creían que la habían matado. La metieron en un saco de frijoles y la tiraron por un barranco, pero aún seguía viva. Así escapó.
Cuando acudió a España lo hizo sin pedir asilo pues no sabía que podía hacerlo. Se lamenta de todas las vidas que podrían haber sido salvadas de haberlo sabido.
Ahora tiene 36 años y trabaja como limpiadora profesional en Madrid. Su sueño, dice, es volver ver a su familia, pero ve imposible volver a Honduras.
[Entrevista a Alexandra, refugiada transexual hondureña]
Ser refugiado LGTB en Europa: una situación complicada
A pesar de ser receptor de refugiados LGTB, Europa aún no ha hecho los deberes en términos de lucha contra la homofobia, especialmente en el caso de los refugiados homosexuales y trans que buscan un mejor porvenir aquí.
Según los datos de la CEAR, en Berlín se registraron más de 400 casos de agresiones a refugiados trans y homosexuales en sólo tres años.
Además, la mitad de las personas homosexuales y transexuales europeas se han sentido discriminadas, 1 de cada 4 ha sufrido agresiones o amenazas en los últimos cinco años y 2 de cada 3 tiene miedo a darse la mano con su pareja en público.
España se encuentra a la cabeza de los países más desarrollados en materia LGTB, pero con los datos en la mano la situación aún es mejorable. CEAR asegura haber recibido peticiones de ayuda de personas LGTB de más de 81 nacionalidades.
Además, avisa: en España la lucha contra la homofobia avanza pero los datos siguen siendo alarmantes. Según la información ministerial facilitada por el Centro de Refugiados, los delitos contra homosexuales aumentaron un 36% sólo durante el 2016.