Consuelo Ordóñez vive con decepción, “desde el exilio”, el rumbo político en el País Vasco, un año después de que se anunciara el final definitivo de la acción terrorista de ETA. La hermana de Gregorio Ordóñez, portavoz del PP vasco asesinado por ETA en 1995 en un bar de San Sebastián, explica por teléfono que ha pagado caro haber vivido en Euskadi.
Reside en Valencia desde 2003, cuando quiso dejar atrás la extorsión, las amenazas, los cócteles molotov en su casa… En este tiempo de paz ya no tiene escolta, pero dice no sentirse cómoda cuando pasea por su ciudad, San Sebastián. “¿Cómo me puedo sentir cuando les veo manifestándose, pidiendo el indulto de los presos, hablando de conflicto vasco? Los ves hasta en la sopa”. Ordóñez, que mantuvo un encuentro en la prisión con Valentín Lasarte, uno de los responsables del asesinato de su hermano, siente que tanto el PSOE como el PP han fallado a las víctimas. A Lasarte le dijo que quien debía perdonarle era su hermano, que está muerto. Consuelo no acudió al encuentro para escuchar el perdón sino para pedirle “colaboración” para que contribuya a esclarecer crímenes y a identificar a más terroristas.
“A muchos familiares nadie nos ha echado un capote. Mis amigos de allí, los de verdad, los que no me dejaron cuando asesinaron a mi hermano, no se marchan, porque no pueden. Pero lo desean”, explica Consuelo, que lamenta que “ETA está consiguiendo sus propósitos, sin matar” pero quebrando la convivencia. En su opinión, el camino hacia la paz se estaba logrando con la Ley de Partidos y con lucha de las Fuerzas de Seguridad.
“A mi hermano lo asesinó ETA, que siguió las consignas de su brazo político, entonces Batasuna. Ahora la rama política está legalizada. Es duro vivir en el País Vasco, porque te acabas acostumbrando a una anormalidad. Vives bien si no te posicionas”, asegura Ordóñez, que es portavoz de Covite, colectivo de víctimas en Euskadi.
Consuelo Ordóñez, procuradora de profesión, piensa que muchos familiares de las víctimas están estigmatizadas, sobre todo los que como ella alzan la voz y critican que “se está blanqueando el terror” con la presencia de la coalición abertzale en las instituciones.
Ordóñez está segura de que nunca más regresará a Euskadi. “No me gusta lo que veo allí, en lo que se está convirtiendo la sociedad vasca. Creo que es cobarde y está enferma”.
Gregorio Ordóñez, portavoz del PP en el País Vasco, murió de un tiro en la cabeza el 23 de enero de 1995, cuando almorzaba con unos compañeros en un bar en la parte vieja de San Sebastián.
En bar donde mataron a Ordóñez dicen que ahora solo se nota la crisis
En el bar donde asesinaron a Ordóñez todavía se habla mucho de ese 23 de enero en el que un hombre vestido con un chubasquero rojo, con capucha, se acercó a la mesa y descerrajó un tiro al dirigente popular. En el establecimiento, situado en el casco antiguo de San Sebastián, lamentan que se haya dado una imagen equivocada del local. “Intentamos limpiar el nombre del bar del terrorismo. No es verdad que no se pudiera salir de aquí a las diez de la noche”. Los propietarios no son los mismos que regentaban el establecimiento cuando se produjo el atentado.
¿Viene más gente ahora porque no hay miedo? En el bar no se ha notado la diferencia. “Es que hay mucha crisis”.
Asunción Guerra, la única concejal del PP en Andoain: “Me llamaron hace poco asesina. No dije ni mu”
Asunción Guerra, médico de profesión y la única concejal del PP en el Ayuntamiento de Andoain, gobernada por Bildu, sigue paseando con escolta; aunque no tiene miedo, sí toma precauciones porque no vive con la tranquilidad “aparente” que se respira en la sociedad vasca. En el pueblo sigue siendo víctima de insultos y miradas desafiantes. Hace poco un vecino la llamó asesina en un pleno del Ayuntamiento. “No dije ni mu”.
Ha perdido a compañeros de partido, como Gregorio Ordóñez o Miguel Ángel Blanco, a quien fue a ver al hospital en las agónicas horas previas a su muerte, tras recibir el tiro en la nuca. Piensa que en la vida cotidiana no ha habido cambio y que en el debate de política “todavía se esconden los que no son nacionalistas».
Casada y con dos hijos, tiene ganas de seguir en política, a pesar de los insultos y de que es difícil ejercer en un Ayuntamiento con amplia representación de Bildu. Con los concejales de ese partido, asegura tener “una relación de respeto y buen trato”. “Saco las fuerzas porque pienso que ellos tienen ideas ilógicas, que defiendo la verdad y debo pelear por la democracia y la libertad”.