Como no podía ser de otra manera, a la gran estafa de las preferentes y deuda subordinada del sector financiero español se le va a dar carpetazo de la misma forma que empezó. Es decir, bajo el signo de la más absoluta complejidad. Si entender estos productos era una quimera para la inmensa mayoría de los ahorradores de a pie que los compraron con la promesa de máxima seguridad, comprender ahora la formula por la que van a ser canjeados en acciones va a ser una prueba de fuego para cualquiera que no sea un inversor profesional.
Si usted es uno de los afectados, lo primero que tiene que entender es que sus preferentes y subordinadas van a ser intercambiadas por acciones en una operación en la que los inversores aceptan -por obligación- un descuento. Es decir, una pérdida. Pero a partir de ahí todo se complica, porque ningún caso es igual. Ocurre como en cualquier experimento que se realiza por primera vez de forma masiva y que en este caso consiste en que se cambian títulos de una entidad quebrada por otros títulos de esa entidad quebrada: los efectos secundarios son muy difíciles de calibrar.
Para resolver el jeroglífico, vayamos por partes. Y empezamos por la mayor, que es Bankia. Como es la única entidad cotizada entre las afectadas su caso es, muy entre comillas, el más fácil. El Estado ha valorado sus acciones en unos testimoniales 0,0136 euros por acción. Como con este precio se hace inviable cotizar en bolsa, el grupo realizara un contrasplit -es decir, que lo que hoy es una acción, mañana será la agrupación de 100- que llevará artificialmente el valor de cada título a 1,36 euros. Para usted no significa nada, por que el valor real de sus acciones -tendrá una que vale en 1,36 en vez de 100 al precio de 0,0136 euros- es el mismo.
El siguiente paso -y el más desagradable- es que por cada preferente de Bankia canjeada se aplicará un descuento medio del 38%. Es decir, que de cada 1.000 euros invertidos, usted sólo recibirá 620 en acciones. En el caso de la deuda subordinada perpetua la quita es del 38% y en el de la subordinada con vencimiento del 13%.
Cifras que -y ésto es lo más complejo de entender- no son más que una referencia. En realidad, la pérdida es mayor. ¿Por qué? Lo lógico es que cuando se admitan a negociación las acciones los inversores vendan en masa para recuperar el mayor dinero posible. Es realativamente sencillo llegar a esta conclusión.
Por una parte, los inversores afectados tienen una gran aversión al riesgo -por eso invirtieron en preferentes, porque les dijeron que les garantizaba una rentabilidad sin riesgo- y por otro, tienen buenas razones para no confiar el el futuro bursátil de Bankia. Salvo milagro que nadie espera, la acción se desplomará y quien quiera vender posiblemente tendrá que hacerlo con un descuento adicional sobre el que ya fuerza Bruselas.
La otra opción es esperar, y hacer un acto de fe confiando en que los planes del presidente José Ignacio Goirigolzarri se cumplan cuanto antes y el grupo vuelva a los beneficios. Si esta parte les ha parecido compleja, el proceso de canje de títulos del resto de entidades es una pesadilla para quienes no sean profesionales. La razón es que no cotizan en bolsa. Por lo tanto, será el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) el que permita con sus compras que los accionistas puedan convertir sus títulos en dinero.
El problema es que no se sabe a qué precio va a comprar el FGD. Dicho de otra forma, es muy posible que los inversores tengan que aceptar una pérdida adicional a la ya establecida para el canje. Es el mismo efecto bajista que en el caso de Bankia tendrá la venta masiva de acciones en la bolsa. Los dueños de preferentes de Novagalicia Banco tienen que asumir una pérdida media del 43%, un 41% en deuda subordinada perpetua y un 22% a vencimiento. En el caso de Catalunya Banc, las quitas son del 61%, del 40% y del 15% respectivamente.
Si se cumple el calendario previsto, en mayo estarán resueltos los canjes. Resignados a las pérdidas contempladas en las quitas, los inversores están ante la disyuntiva de vender inmediatamente y meterse el máximo dinero posible en el bolsillo o esperar -quizá mucho tiempo- a la resurrección de estas entidades. Cuestión de necesidad y de confianza.