La cuestión fundamental es que los bancos no tienen ninguna obligación de dar créditos, aunque ésta sea su razón de ser, ya que como entidades privadas son ellos los que miden los riesgos de impago asociados a su concesión. Es decir, nadie puede obligarlos pese a las reclamaciones del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Con todo, ¿qué ha pasado para que cada día se concedan menos créditos?
“Los bancos están exigiendo unas garantías y unos intereses muy altos”, explica macroeconomista especializado en economía monetaria de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), Marcos Sanz. Un sobrecoste que los particulares y las empresas no pueden asumir. Por ejemplo, asegura que los bancos concedían créditos hipotecarios antes de la crisis con un interés que resultaba de la suma del Euribor, el índice de referencia, más un 0,5%. En estos momentos, el interés adicional es muy superior: “un 2,5%, en el mejor de los casos”, señala.
La caída del Euribor en los últimos meses se ha compensado así con unos intereses más elevados. Las entidades no están dispuestas a asumir una posible morosidad y, por eso, “si tienes una hipoteca previa es seguro que no te van a conceder el crédito”, destaca la profesora de Economía Financiera de la Universidad Complutense, Mercedes Felices. Como consecuencia, los bancos no conceden préstamos aunque sea su deber como entidades de crédito. “Se les deja dinero para que cumplan con su responsabilidad, pero no lo hacen”, asegura Sanz.
Aunque pueda parecer que tiran piedras contra su propio tejado, los bancos están sacando jugosos beneficios a cuenta de cerrar el grifo. Y es que mientras el Banco Central Europeo (BCE) presta dinero a las entidades a un interés del 1%, éstos sacan más de un 4% de beneficio con la venta de deuda española que tiene un riesgo del 5,38%. “A ellos les prestan cada vez más barato (el BCE bajó el interés en diciembre un 0,25%) pero lo conceden cada día más caro”, denuncia el macroeconomista.
Un dinero que según él se quedan las propias entidades para cuadrar y »limpiar» sus balances, sobre todo para sacar de ellos sus activos tóxicos vinculados, en gran parte, a la burbuja inmobiliaria. Unas viviendas que ahora están vendiendo a un precio muy bajo y a un interés más reducido. Asimismo, están financiando en muchos casos la totalidad de la propiedad, mientras que para aquellos que compran fuera de su mercado ofrecen un máximo del 70% del valor de la vivienda.
“Están haciendo negocio con las reglas del juego”, sentencia el macroeconomista de la URJC.
¿Cómo salir de este círculo vicioso para que el crédito vuelva a fluir?
“Presionando a los bancos para que presten y dejando claro que las reglas las ponen los ciudadanos”, cree Sanz. Un camino difícil y tortuoso pero para el que existen varias alternativas.
– Establecer los criterios para el préstamo: las autoridades políticas pueden marcar los límites de riesgo para que las entidades no hagan valoraciones que no se ajustan a la realidad. Los requisitos para la concesión de créditos estarían fijados de antemano, para evitar abusos y que la banca se niegue a dar un préstamo para el que existen sobradas garantías.
– Más competencia: si aumentase el número de entidades, éstas tendrían que intentar captar fondos que están más repartidos. De esta manera, se verían obligados a buscar en los créditos una fuente potencial de ingresos. Una opción que parece complicada en la actualidad que tiende a la concentración y a un modelo más oligopólico.
– Saltarse a la banca y crear un ICO para particulares: dado que las entidades no cumplen con su función, el Banco de España podría asumir esta responsabilidad. Un organismo parecido al Instituto de Crédito Oficial que preste dinero a un interés no desproporcionado, como el que han marcado los bancos. Una alternativa que se planteó la Reserva Federal de Estados Unidos hace unos años cuando el crédito comenzó a caer pero que en Europa cuenta con un obstáculo añadido: Alemania. “Es difícil pensar que pueda ocurrir pues supondría “agitar” el actual sistema financiero”, considera Marcos Sanz, “y sobre todo porque no se ha hecho antes, y todo lo nuevo provoca miedo”.
Sea como fuere, para que alguna de estas opciones vea la luz hace falta voluntad política. Un problema cuando el Estado también saca rentabilidad de la venta de deuda. Un beneficio que, no obstante, “nace por la necesidad de liquidez, porque no tiene más remedio que endeudarse para poder pagar”, concluye Sanz. Mientras, la falta de crédito seguirá ahogando la economía española y retrasando la recuperación económica, en especial, la de las familias y las empresas.