El material donado por Salomon es «heterogéneo, incompleto y fragmentario». Unas cuantas hojas son manuscritas, pero la mayoría están mecanografiadas y llevan correcciones hechas a mano por Cela y tachaduras del propio escritor. También aparece el sello de la censura franquista en varias páginas, señaló Sotelo.
Pero tiene «un alto valor» para comprender «la naturaleza de los pasajes censurados» y para comprobar, junto con las versiones que guarda la Fundación Camilo José Cela, «el esmerado trabajo de creación y reelaboración de los textos por parte del escritor. »La colmena» no es un manuscrito, sino un haz de manuscritos», asegura el catedrático en su informe.
«La colmena» se publicó en 1951 en Buenos Aires, después de que el escritor gallego hiciera todo lo posible para que saliera en España, pero la censura franquista tachó páginas enteras o fragmentos de otras y el autor de «La familia de Pascual Duarte» se negó a editar la obra así.
También fue censurada en parte en Argentina, pero no en el grado que pretendía la censura española, que consideraba que la obra atacaba «al dogma y a la moral» y que su valor literario era «escaso». En España se publicó finalmente en 1963.
Adolfo Sotelo calcula que, probablemente hacia 1952, Cela le mandó al hispanista francés una parte de la copia que el escritor había presentado a la censura el 7 de enero de 1946 y que es la que iba a publicar Carlos F. Maristany, de Ediciones del Zodíaco. Pero no llegó a ver la luz.
Es posible, agregaba Sotelo, que Cela le enviara todo ese material a su amigo francés para que estudiara «el impacto» de la censura en «La colmena». No le mandó la novela completa, sino los capítulos en los que «más mano» habían metido los censores, junto a varias versiones de un mismo capítulo.
Pero el envío contenía también fragmentos de erotismo descarnado y de escenas de lesbianismo que Cela nunca presentó a la censura, porque sabía de antemano que no se los autorizarían jamás.
En uno de esos fragmentos, leído hoy por Sotelo, Cela escribía: «Lola le salta de un tirón todos los botones de la bragueta. El vendedor jadea como un cerdo castrado, con los ojos en blanco, caído de espaldas.»
Y luego continuaba el autor de «La colmena»: «Doña Celia sale, desnuda, de detrás de la cortina y se echa sobre Lola, le lame todo el cuerpo. Lola la deja hacer (…) Sobre la habitación flota el respirar de las dos mujeres: el de Lola, agotado, ansioso el de doña Celia, que ha caído sobre los baldosines haciéndose una paja».
Según Jorge Urrutia, experto también en Cela y asistente a la presentación, ese tipo de fragmentos «difícilmente se habrían publicado» en ningún país en la década de los cuarenta. Los propios editores los habrían «suprimido».