El 9 de agosto de hace 120 años un revólver comprado en Londres y empuñado por un italiano acababa con la vida del que fuera presidente del Gobierno español, Antonio Cánovas del Castillo, artífice de la restauración monárquica, padrino del futuro rey Alfonso XII y padre del turnismo.
Cánovas y la restauración monárquica
La situación por entonces comparte matices con el panoráma actual: dos partidos que se alternan en el poder y un gobierno desgastado internacionalmente por la mancha del escándalo. Cánovas mantenía un juego equilibrista entre moderados y progesistas para mantener a María Cristina de Hamburgo en la regencia hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso XII, al que Cánovas presentaba al mundo en el famoso Manfiesto de Sandhurst.
Su muerte fue provocada por el gatillo de un anarquista pero para su análisis hay que echar la vista atrás. La cruzada del gobierno de Cánovas con el anarquismo ya tenía precedentes cuando un grupo de socialistas y sindicalistas del ambiente anarco perpetró el atentado de la Procesión del Corpus, una explosión que se saldó la vida de 12 personas que desembocó en los procesos de Montjuic. Un total de 400 anarquistas subersivos o sospechosos revolucionarios socialistas
fueron encarcelados y recluidos en lo que se documenta como un proceso de tortura y confesiones forzadas, de las que se condenaron a 87.
Los familiares entonces denunciaron la existencia de confesiones bajo tortura pero el tribunal desestimaba las acusaciones. La historia saltaba a las revistas progresistas europeas y el escándalo teñía el historial de Cánovas del Castillo y su sistema turnista.
El asesinato en el balneario por un anarquista italiano
Por entonces, Michele Angiolillo era un italiano topógrafo, fichado por la policía italiana por anarquista. Huyó de su país por una condena a prisión que quiso evitar y deambuló por Europa hasta llegar a Londres, donde escuchó la historia de las torturas de Montjuic orquestadas por la adminsitración de Cánovas.
Allí decidió comprar un revólver y acabar con la vida del presidente del Gobierno y de la reina regente.
En 1897 cumplía parcialmente su objetivo. Tras su muerte, el anarquismo resurgiría en el siglo XX con más fuerza que nunca, senda que no seguiría los ataques anarquistas en la vecina Francia, que desaparecían en el siglo XIX para no volver.