Aunque son peligrosas las afirmaciones sumarias, vamos a hacer alguna que nos aclare el camino en el que luego el pensamiento discurre.
Se dijo que la primera baja después de la declaración de una guerra es siempre la verdad, y Zubiri nos dice que Kant impulsó el pensamiento peligrosamente en la dirección de que no hay verdad en las cosas, sino que la verdad la pone el hombre. Esta revolución influye en todo el pensamiento moderno y contemporáneo y se puede decir que después de Kant, la verdad es cosa del hombre, de modo que con frecuencia la moralidad la impone el propio hombre.
Por el contrario, el pensamiento clásico establece que hay una moralidad en las cosas, finis operis, moralidad en lo real, y la intención, finis operantis, está subordinada a la moralidad de la cosa, no pudiendo separarse la importancia de la moralidad de la cosa y la moralidad de la intención.
Si se sigue la pauta kantiana, la moralidad la pone el hombre con su intención, de manera que hasta que el hombre actúa existe un acto pre-moral. Eso convierte a la moral en una moral subjetiva, en la que decide la intención. Este peligroso subjetivismo tiñe una buena parte de la moralidad contemporánea, de forma que la intención puede sanar un acto en sí mismo inmoral. Todo esto importa para aclararnos en lo que se refiere a la moralidad del terrorismo, que piensa en la bondad de su acción terrorista por la intención con que está promovida. Y esto nos sirve para juzgar las declaraciones del Obispo de Bilbao, don Mario Iceta, que pide a los miembros de ETA que pidan perdón, ya que ellos no tienen, desde su punto de vista subjetivo, que pedir perdón por nada. Abandonar las armas manifiesta en toda regla su conversión a la paz, pero sin una manifestación explicita pidiendo perdón, su gesto no incluye arrepentimiento.
Se puede dejar de matar porque se considera que ha pasado el tiempo del terrorismo como arma o porque se piensa que el terrorismo ya no despierta simpatías. O sea, que el abandono de las armas no es una señal unívoca de arrepentimiento, sino de aceptar que han cambiado los tiempos. Pero deja la idea de que la lucha armada era necesaria y por tanto no hay por qué arrepentirse, sino más bien añorar el tiempo de ETA, un tiempo glorioso. Con lo que esto tiene de confusión moral para un pueblo con 820 asesinatos de inocentes. ¿No habría que considerar algo que limpiar?
El arrepentimiento de todos los culpables no es rigor inútil, incomprensión por dureza del alma, sino que está en la misma naturaleza de las cosas. Perdonar a alguien que no se siente culpable de nada, pudiera ser una forma de ofenderle. En el Evangelio se nos llama constantemente a la misericordia. Eso no significa que estén atenuadas las culpas contra la justicia o contra la vida del hermano. En Dives in Misericordia, encíclica sobre el perdón, Juan Pablo II explica que hay que perdonar siempre, y reclama la necesidad de restablecer el daño hecho, restituir la justicia conculcada.