La actriz Catherine Deneuve, protagonista del filme que inaugura este miércoles el Festival de Cannes, sigue representando a los 71 años el rostro del cine francés. En «La Tête haute» («Con la cabeza alta»), de la francesa Emmanuelle Bercot, encarna a una juez de menores que intenta rehabilitar a un joven delincuente.
Es la segunda vez que la realizadora de 47 años recurre a la Deneuve, cuya madurez brilla ahora en papeles alejados de la belleza fría que la hizo famosa y que explotan en cambio alguna faceta del carácter más afirmado de mujer independiente que se le conoce en la vida real.
En el filme anterior de Bercot, «Elle s»en va» (estrenada como «El viaje de Bettie») ya interpretaba a una veterana que decide dejar su rutina diaria y lanzarse a una nueva vida.
Una imagen que a la distante Deneuve -rara vez da entrevistas- le gusta alimentar fuera de la pantalla, como por ejemplo cuando el año pasado posó para el New York Magazine, semidesnuda con apenas un body de encaje negro y encaramada en tacones aguja.
«Es bella como la muerte y fría como la virtud», dijo de ella Luis Buñuel, el director que a pesar de su relación difícil con la actriz la reveló en 1967 en «Belle de jour» en la que encarna a una burguesa poseída por sus fantasías eróticas.
Casi medio siglo más tarde, la actriz rubia asegura que para ella la belleza «no es una obsesión». «La belleza no tiene edad. Usted seguirá siendo bella hasta en el ataúd», le dice un admirador en la ficción de uno de sus últimos filmes.
Sin pelos en la lengua, Deneuve rompió su habitual silencio en vísperas de su llegada a Cannes para arremeter en los medios franceses contra los selfis y las redes sociales «donde la gente se mira a sí misma mientras hace las cosas, en lugar de vivirlas».
Deneuve llegó casi por casualidad al séptimo arte. Su encuentro cuando tenía 20 años con Jacques Demy, que le ofreció el papel principal en «Los paraguas de Cherburgo», la propulsó al rango de estrella de cine.
A partir de entonces y gracias a una elegancia fría a lo Greta Garbo o enigmática como la de las actrices de Hitchcock, pasa de las grandes producciones al cine de autor de los más grandes, entre ellos Truffaut y Polanski.
También ha trabajado con jóvenes realizadores como Bercot o Arnaud Desplechin y ha actuado en total en unas 120 películas, sin jamás alejarse de la pantalla en 50 años de carrera.
La actriz fue dirigida por Manoel de Oliveira, Marcel Camus, Dino Risi, Agnès Varda, André Téchiné, Hugo Santiago, Raúl Ruiz y Lars von Trier, entre otros. Lamentó no haber trabajado con Stanley Kubrick, el célebre director de «La naranja mecánica».
Consagrada como «la mujer más bella del mundo» por la revista norteamericana Look, otros la consideran en cambio poco expresiva. Y la que fuera musa de Yves Saint-Laurent sigue asistiendo a los desfiles de la casa que lleva el nombre del genial diseñador fallecido en 2008.
En el resto del mundo simboliza la elegancia francesa y es una de las pocas actrices galas que figura en el «Hall of fame» de Hollywood. Es madre de dos hijos, Christian Vadim, con el director Roger Vadim, y Chiara Mastroianni, fruto de su amor con el gran Marcello.