No han sido los líos de faldas de su presidente los que han provocado el batacazo electoral socialista en la elecciones municipales. Tampoco la situación económica, que es mala. No: han sido las prisas. Los europeos, que están en vísperas electorales -aunque en España aun no haya candidato- han hecho diferentes anuncios en sus países… salvo en Francia. Y, cuando Hollande quiso hacer los suyos -un recorte del gasto de 65.000 millones de euros-, a sus electores no les gustó un pimiento y no han ido a votar.
Es verdad que el desempleo en Francia cerró el año 2013 con una tasa récord del 10,9%. Es verdad que su programa electoral era centrista. Es verdad que los socialistas estaban hartos del seguidismo que Sarkozy hacía de su amiga Merkel. Pero lo que los franceses no podían esperar es que su nuevo presidente hiciera aquello que precisamente les sacaba de quicio: seguidismo europeo.
Por eso, aunque muchos centristas se escandalizan con el discurso xenófobo de Marine Le Pen, no es ese discurso el que les hace ganar votos, sino el enfado de los franceses. Y claro, en Génova, los analistas del PP empiezan a percibir el mismo enfado en España, y se preocupan con razón. La ventaja es que aquí no nos molesta el seguidismo europeísta -recuerden que votamos la Constitución- pero nos enfadan la subida de impuestos y el paro. Y por ahí van a ir su discurso de cara a las europeas: menos paro y menos impuestos. Si nos lo creeremos, eso será otra cosa.