A la familia Grifols nadie le ha regalado nada. Ha hecho fortuna a pulmón, ganándose palmo a palmo cada centímetro de mejora de la facturación y de los beneficios gracias a una vocación internacional a prueba de bombas. Lejos del cliché del rico español criado al calor de la herencia familiar o los favores concedidos por el viejo régimen político, los Grifols son unos auténticos emprendedores en un negocio tan especializado y de tanto valor añadido como el de la sangre.
No deber favores y ser por derecho propio la empresa no financiera más prestigiosa de España junto a Inditex permite a sus gestores hablar claro, muy claro. En noviembre del año pasado, el presidente del grupo Víctor Grifols hacía una exhibición de independencia y contundencia casi sin precedentes en la casi siempre timorata clase empresarial española.
«Si Grifols hubiera crecido en Alemania seríamos mayores que Pfizer», aseguraba el primer ejectivo del grupo, convencido que una empresa española podría ser hoy la mayor compañía del sector si estuviera en el lugar adecuado. En pleno homenaje del Instituto Español de Analistas Financieros (IEAF) por una trayectoria bursátil inmaculada, Grifols no dejó títere con cabeza ante el estupor de la mayoría a sólo tres días de las elecciones catalanas.
Después de asegurar que «no pienso invertir ni un euro ni en Cataluña ni en España» mientras la situación del país no cambie, denunció que su compañía sufre una desventaja competitiva por el origen de sus laboratorios y advirtió que “o cambian las cosas, o lentamente nos iremos marchando desde España hasta Estados Unidos», advirtió Grifols.
Una advertencia esta última que acaba de hacer realidad con la compra del negocio de diagnóstico de Novartis por 1.240 millones de euros. Una operación que reduce a la mínima expresión -aun más que el 92% actual- el peso de España en la cuenta de resultados y que convierte a Grifols en la empresa más internacional del país.
Interés estratégico
La que será una de las grandes operaciones del año refuerza la figura de una compañía desconocida para el gran público pero clave para la salud de las personas. Tanto es el peso del grupo catalán en el negocio de los hemoderivados que según los papeles filtrados el año pasado por Wikileaks, la sangre de Grifols está entre los tres activos estratégicos señalados por el departamento de Estado estadounidense. Los otros dos eran el Estrecho de Gibraltar y el gaseoducto que une la Península con Argelia.
El negocio que empezó como un banco de sangre en Barcelona hoy es una complejísima cadena industrial que pivota en gran parte sobre Estados Unidos. No sólo porque es allí donde ha realizado las grandes adquisiciones en los últimos años. De los ciudadanos estadounidenses proviene también gran parte de la sangre con la que se elaboran los derivados de la sangre que comercializa Grifols y que le han convertido en el tercer grupo de hemoderivados del mundo.