Cada vez son más las ciudades españolas, y de todo el mundo, se suman a utilizar los datos que les proporcionan sus ciudadanos para mejorar la calidad de los servicios públicos. Se las conoce como Smart Cities. Pero las brechas de seguridad y la pérdida de privacidad de las personas todavía generan desconfianza a la hora de dar el salto, tanto para la Administración como para las personas.
Los datos son el petróleo del siglo XXI. El Big Data ha generado más información en los últimos dos años que en el resto de la historia de la humanidad. Empresas e instituciones públicas han comenzado a tomar consciencia de la importancia de gestionarlos, a pesar de que solo se analiza el 0,05 % de los datos mundiales. Es decir, solo se ha descubierto la punta del iceberg.
“Los ayuntamientos y demás organizaciones públicas deben orientar a los ciudadanos a que incorporen la cultura ‘open data’ a sus vidas y la consideren como una infraestructura más”, afirma Iván Lastra, responsable de ciberseguridad en Vector ITC Group.
Los análisis de datos pueden mejorar sustancialmente la toma de decisiones del organismo institucional que los apliquen y, sobre todo, reducir al mínimo los riesgos de fracasar. No obstante, Lastra reconoce que es vital que los usuarios conozcan qué información personal manejan las compañías que trabajan con sus datos.
Pero uno de los principales problemas a los que se enfrentan las ciudades del futuro es garantizar el uso de los datos en fines de utilidad social. Para ello, -asegura el experto de Vector ITC Group- es necesario aumentar la protección legal de las personas, y simplificar y hacer comprensibles las cláusulas que acompañan a las cesiones de datos en aplicaciones y programas e incluso indicar el uso futuro de la información facilitada. “Debemos crear “smart citizens” que colaboren y participen de la gestión pública”, añade Lastra.
Por ejemplo, la Xunta de Galicia ha impulsado el proyecto Telea que utiliza el análisis de datos y el Internet de las Cosas (IoT) para prestar teleasistencia a enfermos crónicos. La tecnología permite que varios médicos interactúen entre sí en base de la información recibida de cada paciente. Este método ha reducido en un 75 % el reingreso por desestabilización de los enfermos.
Telea, como la gran mayoría de plataformas que recogen datos, se sirve de información sensible de sus usuarios.
“Es necesario hacer partícipe al ciudadano del proceso de elaboración de propuestas generadas con los datos aportados, facilitándole el seguimiento del mismo”, comenta Rafael Conde, director de innovación, estrategia y tecnología en Vector ITC Group. Para ello, según ambos expertos, se debe promover la transparencia, así como la propia comunicación del empleo de los datos.
Ámsterdam (Holanda) se ha convertido en una ciudad más eficiente desde que aprovecha varias aplicaciones urbanas para gestionar los servicios públicos. Así, ha conseguido reducir en un 10 % las horas que pierden los vehículos frente a los semáforos o ahorrar millones de euros al año gracias a la instalación de iluminación inteligente.
Los responsables de Vector ITC Group también recomiendan a las ciudades que incrementen el intercambio de experiencias de casos de éxito y promuevan una visión estratégica del uso de los datos. Rehabilitar barrios empleando el Big Data o mejorar la eficiencia energética, el transporte público y otras políticas urbanas son más visibles para el ciudadano, y reforzarán su disposición a facilitar sus datos para aumentar su calidad de vida.