Lo recordaba el mismo lunes la presidenta Susana Díaz, el mismo día después de ganar las elecciones. «Sólo una suma de PP y Podemos podría frenar al gobierno andaluz». En la mente de la ganadora de las elecciones estaba, sin mencionarlo, la pinza. Una estrategia que ha funcionado a los socialistas, para algunos con razón, para otros con demagogia. Se trata de la coalición entre el principal partido de la derecha, en este caso el PP, con el partido que dice ser la izquierda «verdadera». En los años noventa fue Izquierda Unida, ahora el PSOE quiere colocar en esa casilla a Podemos.
Su origen se remonta a principios de los años noventa, tanto en España como en Andalucía. Y al PSOE le fue bien tanto en Andalucía como en España. En el conjunto de España Felipe González denunció una conspiración, que luego resultó ser cierta, entre el PP de José María Aznar y la Izquierda Unida del Califa Julio Anguita. Anzar y Anguita, Anguita y Aznar votaban juntos en el Parlamento contra el PSOE con un único objetivo: derrocar a Felipe González. Lo contó Pedro J Ramirez en sus libros »Jaque mate al Felipismo» y »Amarga Victoria». El entonces director de El Mundo organizó en el verano de 1994 una cena entre ambos dirigentes. Una cena de «amigos».
A priori el entendimiento parecía difícil entre ambos. Los dos tenían el mismo discurso, los dos hablaban de “oxigenar al Estado”. Pronto Anguita se apresuró a decir: “Si el contenido de los pactos es bueno para la gente, se pacta, si es bueno para el pueblo y la democracia, se pacta. {…}Lo importante es lo que se pacta, no con quién se pacta”. La idea que se respiraba en la cena era de “hay que acabar con Felipe González para regenerar el sistema”. Los dos líderes estaban preocupados porque el encuentro se supiera y tuviera trascendencia pública. “Nosotros no llegaremos a acuerdos con vosotros, si acaso a coincidencias coyunturales”. Tanto Aznar y Anguita se fueron satisfechos de la reunión y de la cena. Al final de la misma Pedro J les regaló a ambos Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, de Gibbon, y dijo en tono irónico: “Ya veis, algo tan sólido y aparentemente imbatible como el Imperio Romano hubo un momento en que cayó. ¿Cómo no va a caer el César González?”. Ese día se gestó la famosa pinza.
Una pinza que se repitió en Andalucía entre Javier Arenas y Luis Carlos Rejón, que acababa de obtener el mejor resultado de Izquierda Unida de la historia con 20 escaños en el parlamento andaluz. El PSOE venía de lograr los peores, con Manuel Chaves y sus 45 diputados, frente a los 41 de Javier Arenas. Chaves consiguió ser investido pero no pudo prácticamente gobernar. La denuncia de la pinza de Chaves le vino bien, en 1996 el PSOE subió 7 escaños hasta los 52, el PP bajó 1 hasta los 40 e Izquierda Unida se desploma hasta los 13 perdiendo siete. El PSOE de Manuel Chaves logró rentabilizar la pinza y rozó la mayoría absoluta. En el término nacional, el PSOE de Felipe González, que ya ganó las elecciones contra pronóstico en 1993, perdió por un solo punto y 300.000 votos en 1996 unas elecciones que las encuestas le daban como perdedor por más de 10 puntos.
Ahora, veinte años después, el PSOE puede resucitar la misma estrategia. En la investidura de Susana Díaz, PP y Podemos pueden ir de la mano e impedir que la socialista acceda a la Junta de Andalucía. La aritmética no miente. El PSOE tiene 47 diputados, el PP 33 y Podemos 15. La suma de los dos últimos son 48 diputados, uno más que el PSOE. Necesitaría por tanto algún Sí de los otros dos partidos, Ciudadanos o Izquierda Unida, que no parecen por la labor.
Se abre un panorama muy interesante porque puede retratar lo que todos los partidos han ido diciendo durante los últimos meses. El PSOE de Susana Díaz dijo que no pactaría con PP o Podemos, pero necesita al menos una abstención de ellos para gobernar. El PP dijo en precampaña que debería gobernar la lista más votada pero parece que no lo va a permitir, y Podemos aseguró que no habría pinza con el PP porque es su principal rival.
Cuanto más se alargue la votación de la investidura de Susana Díaz, el PSOE podrá utilizar el argumento de la pinza durante más tiempo. Es un arma electoral que le viene de perlas a Pedro Sánchez y a todos los candidatos socialistas que se presentan a las municipales y autonómicas. El PSOE no renegará de los pactos pero aspira a ser el más votado en la mayoría de los ayuntamientos españoles.