«Para mí, la fotografía puede ser algo muy serio o una manera de divertirse. Tratar de capturar la evasiva realidad con una cámara puede ser a menudo un esfuerzo frustrante» decía Philippe Halsman. El artista, supo defender la fotografía a la llegada de la televisión y de los medios de comunicación de masas. Apostó por su imaginación y sus instantáneas entraron de lleno en el mundo del espectáculo.
Halsman, autor de 101 portadas de la revista LIFE y fiel colaborador de Salvador Dalí, es símbolo de naturalidad y espontaneidad. Su producción, más allá de las portadas de revistas, es inmensa.
La mayor retrospectiva de Halsman
‘Philippe Halsman ¡Sorpréndeme!’ es la mayar retrospectiva del fotógrafo. CaixaForum Madrid recoge la muestra de 300 imágenes icónicas y no tan conocidas de Halsman. La exposición descubre al espectador el proceso creativo de un profesional obsesionado con la puesta en escena.
A Halsman (Riga, 1906 – Nueva York, 1979) cuando le preguntaban cómo había triunfado en EEUU sin más ayuda que la de su cámara siempre contaba su anécdota. “Una vez el poeta y cineasta francés Jean Cocteau quiso trabajar con el fundador de los Ballets Rusos, el ilustre Serguéi Diáguilev. El francés no sabía cómo abordar al ruso así que le preguntó qué tenía que hacer para que trabajasen juntos. A la cuestión, Diáguilev solo tuvo que contestar: «¡Sorpréndeme!»”.
Esa es su filosofía. Y de la anécdota nace el nombre de la exposición que permanecerá en CaixaForum Madrid hasta el 26 de marzo.
El padre del jumpology
‘Philippe Halsman ¡Sorpréndeme!’, presentada por la comisaria Anne Lacoste y la hija del artista, Irene Halsman, expone el desarrollo del estilo experimental que caracterizó al fotógrafo desde sus orígenes. La exposición se divide en cuatro secciones, en las que se presenta una gran diversidad de temas como retratos, moda, puestas en escena y publicaciones, donde destaca especialmente su performance fotográfica llamada Jumpology, que consiste en fotografiar personas famosas saltando.
Monroe saltó 200 veces
Irene Halsman dice que su padre tenía el don de capturar «la esencia de las personas». El objetivo de su cámara lo consiguió con Marilyn Monroe. Le hizo saltar más de 200 veces. Quería desprenderla de su imagen de sex-symbol y devolverle esa naturalidad que la caracterizaba en privado. «Siempre decía que lo que más le impresionaba de Monroe era su complejo de inferioridad, frente a lo que le impresionaba a todo el mundo: su poder de seducción», asegura la hija de Halsman.
Philippe Halsman estaba obsesionado por el detalle y la naturalidad de todo ser al que fotografiaba: «Cada rostro que veo parece ocultar -y a veces revelar fugazmente- el misterio de otro ser humano.» Sus fotografías a políticos, celebridades e intelectuales abrían portadas en revistas. Las más icónicas son las de Audrey Hepburn, Le Corbusier Albert Einstein o Marc Chagall.
Prohibido posar
Halsman quería a los famosos sin posar, quería fotografiar a una celebridad sin que pudiese controlar sus gestos. Lo consiguió. Utilizó la técnica del jumpology. Una filosofía de la fotografía como herramienta psicológica: el acto de saltar desinhibía a los modelos, a quienes, concentrados en el salto, «se les caía la máscara». Científicos, políticos y magnates saltaron ante su cámara. Todo eso cristalizó en El libro de saltos de Philippe Halsman, en el que aparecían más de 170 retratos espontáneos de famosos saltando.
El fotógrafo estuvo años trabajando en revistas parisinas y neoyorkinas, retratando a estrellas de Hollywood, perteneció a la agencia Magnum y bajo su flash estuvieron personalidades como Groucho Marx, Bob Hope o Alfred Hitchcock.
Amistad entre Dalí y Halsman
Halsman conoció a Dalí y el surrealismo llegó a la vida del fotógrafo. El afecto entre Salvador Dalí y Philippe Halsman nació de una empatía intelectual: ambos eran irónicos, conocedores de la Europa del siglo XX, enamorados del psicoanálisis, amantes de lo cómico y los dos intelectuales huyeron de la vieja Europa para hacer de EE.UU su residencia.
«Mi padre hizo un libro sobre el bigote de Dalí -que, para él, era el símbolo de su imaginación-. ¿Cómo nadie lo ha hecho sobre la oreja de Van Gogh o la nariz de Rembrandt, decía?», cuenta la hija de Halsman.
La retrospectiva, da buena cuenta de la relación que nació entre Dalí y el artista. Los dos experimentaron sus talentos creativos durante décadas. Esa complicidad artística bebía de la cultura visual en la que ambos crecieron durante el siglo XX. Ambos, atraídos profundamente por el surrealismo, crearon series fotográficas (más de 500 fotografías) que captaban toda esa excentricidad en común.