Con el proyecto PLATO, que busca planetas similares a la Tierra con el objetivo futuro de encontrar rastros de vida en ellos, la Agencia Espacial Europea apuesta abiertamente por la búsqueda de vida extraterrestre y se pone a la cabeza mundial en esta clase de investigaciones que deben partir necesariamente de una premisa: existen formas de vida similares a las que conocemos en la Tierra. “En el Centro de Astrobiología partimos de la base de que la vida es un fenómeno común en el universo, consecuencia de su evolución y que potencialmente puede haber surgido en muchos otros lugares distintos de la Tierra”, explica José Miguel Mas Hesse, jefe del departamento de Astrofísica del Centro de Astrobiología CSIC-INTA y coordinador de la parte española del proyecto PLATO.
Para clasificar un planeta como parecido a la Tierra deben darse unas condiciones determinadas que empiezan por la estrella alrededor de la cual orbitan y terminan en el propio planeta. Lo primero es que la estrella sea similar al sol en temperatura, tamaño y composición. Hay estrellas muy grandes, de hasta cien veces la masa de nuestro sol y otras son muy frías y pequeñas. Debemos encontrar una estrella que arda a 3.000 ó 4.000 ó 5.000 ºC de temperatura, con luz amarillenta y un tamaño análogo.
Luego estaría el tamaño del planeta, también similar a la Tierra y no más de dos veces superior, pero lo suficientemente grande para que la gravedad sea capaz de retener una atmósfera y que esta no sea barrida por la radiación de la estrella. Tiene que ser rocoso y por tanto tener una densidad elevada, tiene que tener una masa similar y lo que es más importante, debe estar a una distancia de la estrella que permita tener agua en estado líquido en su superficie. Dentro de estos parámetros estaría lo que se llama la zona de habitabilidad.
“Si el planeta está en esa zona tendrá lagos y océanos, el agua formará una atmósfera por evaporación y esa atmósfera protegerá su superficie de las radiaciones de la estrella y atemperará su clima. En estas condiciones cabría esperar que se desarrollara vida parecida a la nuestra. Nosotros pensamos que el desarrollo de las células más primordiales se produjo en un medio acuoso y de hecho, dentro de la membrana celular lo que encontramos es una disolución en agua. Por eso, creemos que un requisito para la vida es un medio acuoso donde esta haya podido surgir”, asegura José Miguel Mas.
De momento, las agencias espaciales están trabajando de manera activa en el entorno más cercano donde podría haber rastros de vida, que es Marte, aunque se trata de un planeta que se encuentra fuera de la zona de habitabilidad. “En el caso de Marte, su masa es inferior a la de la Tierra, está demasiado lejos de la órbita solar y por tanto es un planeta frío, donde el agua en estado líquido no es factible, aunque sabemos que en el pasado hubo lagos y posiblemente también océanos. En principio no hay ningún motivo para pensar que en Marte no haya habido vida en el pasado y en este caso lo estamos explorando ‘in situ’ porque en Marte es posible hacerlo”, asevera. En cualquier caso, una segunda actividad paralela a esta es la exploración de planetas parecidos a la Tierra, donde en condiciones realmente similares lo que sorprendería es no encontrar trazas o restos de actividad biológica.
A pesar de la distancia, la ciencia actual nos permite ahondar bastante en la búsqueda de lo que se llaman trazadores biológicos. “Si encontramos en su atmósfera restos de metano, de ozono y de dióxido de carbono en unas proporciones muy determinadas, esos son indicativos muy potentes de que haya procesos biológicos masivos en ese planeta porque las proporciones en las que pueden encontrarse estos elementos difieren mucho cuando se dan en procesos naturales y cuando son producto de procesos biológicos”, asegura el científico.
En la actualidad existen muy pocos exoplanetas con las condiciones potenciales para albergar vida, aunque después del proyecto PLATO su número debería aumentar considerablemente. “En la actualidad, planetas donde puede haber vida hay unos cuantos pero planetas considerados ‘análogos terrestres’, esto es, con condiciones de habitabilidad como las anteriormente descritas y por tanto con una expectativa alta de hallar vida en él no se ha encontrado ninguno. Al término de la misión deberíamos haber encontrado varias decenas de estos últimos”, explica el coordinador del proyecto en España.
“Tenemos que reconocer que todavía no sabemos cómo se originó la vida. Conocemos los ingredientes y las condiciones, pero la chispa inicial que la puso en marcha, que encendió, digamos, la vida es desconocida, por eso no podemos saber con certeza si ese proceso puede repetirse o es único y exclusivo de la Tierra, aunque todo nos hace pensar que es reproducible. Sabemos que un organismo celular se compone de una serie de ingredientes que se encuentran en el espacio interestelar, pero cómo se ensambló aquello hasta formarse una estructura auto replicante capaz de evolucionar, ahí hay un paso que se nos escapa”, asegura.
“A mí, personalmente, me sorprendería que no existiera vida por lo menos a nivel celular en otros planetas. Y si hay vida a nivel celular y dejamos pasar el tiempo suficiente para que evolucionen, tiene que darse también vida compleja y esto implica que puede haber cualquier tipo de organismo pluricelular y por tanto complejo”, explica el jefe del departamento de Astrofísica del Centro de Astrobiología CSIC-INTA.
El universo tiene unos 14.000 millones de años y la Tierra 4.500 millones de años, estamos en el estado de evolución preciso para albergar vida, de ahí la importancia de conocer la edad de los planetas para definir las probabilidades de que haya vida en él. En este sentido PLATO va a ser precisamente el proyecto que nos proporcione la herramienta necesaria para calcularla.