Los beneficios de la risa son equiparables a los de cualquier medicina y encima, sin contraindicaciones ni efectos secundarios. Hoy se celebra su Día Mundial, una fecha para recordar algunas de las ventajas que nos ofrece el sentido del humor y que se notan no sólo en nuestras relaciones sociales, sino también en nuestra salud.
Tanto, que algunos hospitales han incorporado la risoterapia como complemento ideal en el tratamiento de determinadas enfermedades, sobre todo en los más pequeños.
Si aún no se ha convencido de su importancia, le damos varias razones para que suelte una carcajada:
Nos protege: La risa cumple una función biológica para mantener el bienestar físico y mental. Está más que demostrado que las carcajadas son capaces de desencadenar todo un proceso psicológico y neurológico de vital importancia para el sistema inmune. Algunos estudios sugieren además que la risa fortalece nuestras defensas al aumentar la producción de anticuerpos, como al inmunoglobulina A y los linfocitos T, capaces de enfrentarse a virus y bacterias.
Alivia el dolor: Según una investigación de la Universidad de Oxford, la risa puede ser un calmante efectivo. Los investigadores determinaron que las personas que ríen a menudo y con ganas pueden soportar mayores niveles de dolor. La explicación está en la producción de endorfinas, que funcionan como un analgésico producido por nuestro propio cuerpo y que nos ayuda a tolerar mejor los procesos dolorosos.
Mejora la circulación: Tiene efectos muy beneficiosos también para nuestra salud cardiovascular, equiparable a hacer ejercicio. Según algunos estudios, un ataque de risa de unos veinte segundos sería el equivalente a realizar tres minutos de actividades cardiovasculares en una máquina de ejercicios. En 2011, un curioso experimento llevado a cabo en la Facultad de Medicina de Maryland comprobó los beneficios en el sistema circulatorio. Los investigadores sometieron a varias personas al visionado de películas estresantes, y comprobaron cómo los vasos sanguineos se contraían y reducían el flujo. Por el contrario, cuando veían películas de comedia, el diámetro de los vasos se incrementaba y la irrigación a órganos y tejidos era mayor. Otros estudios han concluido también que un ataque de risa permite redicir la presión sanguínea y desacelerar el corazón, provocando grandes beneficios en la circulación.
Es un excelente relajante muscular: la risa permite que el oxígeno llegue de forma eficaz a nuestros músculos y nuestro cerebro, aumenta la circulación hacia órganos vitales, como el hígado o el pancreas y facilita la digestión. Algunos expertos van más allá y dicen que puede mejorar incluso el estreñimiento.
Quema calorías: En 2007, una investigación realizada en la Universidad de Nashville (EEUU) permitió concluir que la risa era un potente quema-calorías. Durante el estudio se midió el consumo energético de varios participantes tras visionar programas cómicos en televisión. Quienes habían reído un cuarto de hora quemaron una media de 50 calorías.
Nos hace estar más contentos: el buen humor provoca más humor. La risa regula los niveles hormonales que influyen en nuestro estado de ánimo, reduce el estrés y alivia los síntomas de la depresión y la ansiedad, ya que afecta a los niveles de serotonina, dopamina, endorfinas y oxitocina. Además, tiene un efecto positivo en la memoria y la creatividad, debido a la producción de otra hormona, la cotecolamina.
Favorece las relaciones sociales: Sobra decir que el buen humor nos permite también ampliar nuestro círculo social. La risa hace que seamos percibidos como más amigables y que nuestras relaciones de confianza aumenten. También permite que los pensamientos negativos disminuyan, haciendo que veamos el mundo de forma menos gris y negativa
Alarga la vida: ¿Cuántas veces lo ha escuchado? Pues la afirmación está comprobada científicamente. Investigadores de la Universidad de Navarra han demostrado que reírse con ganas, unos quince minutos al día, puede llegar a alargar la vida hasta cuatro años y reduce el riesgo de infarto. Eso sí, ríase con ganas. Algunos estudios recientes sugieren que al cerebro no hay quien lo engañe y que es capaz de distinguir entre las risas reales y las “falsas”.