Concretamente, algunos participantes de la Asamblea del Sínodo de la Familia, que está llegando a su final, han propuesto durante sus reuniones del pasado lunes y del martes que el argumento sobre la condición de las personas homosexuales «se eliminase de la discusión del Sínodo sobre la Familia porque dada su importancia merecería un sínodo específico en materia», según informa el Vaticano.
Por su parte, los miembros de uno de los grupos de habla inglesa pidieron que el documento final del Sínodo incluyese «una afirmación clara de la enseñanza de la Iglesia de que las uniones del mismo sexo no son en modo alguno equivalentes al matrimonio».
Respecto a los divorciados y vueltos a casar civilmente, el Vaticano constata un acuerdo general sobre la necesidad de un acompañamiento pastoral más eficaz para estas parejas y sus hijos. Además, en algunos círculos, como el grupo de hispanohablantes cuyo relator es el arzobispo venezolano Baltazar Enrique Porras Cardozo, ha suscitado «perplejidad» lo que el Instrumentum Laboris llama «camino penitencial» y sugieren cambiar este término por «itinerarios de reconciliación».
Sobre el acceso a los sacramentos, algunos participantes del Sínodo han planteado «quitar muchas trabas» para que los divorciados vueltos a casar puedan participar en la vida de la Iglesia, como las que les impiden ser padrinos, catequistas o dar clases de Religión.
«¿Qué pasa cuando se plantea el acceso a los sacramentos? –dicen en el círculo hispanohablante cuyo relator es el cardenal de Panamá José Luis Lacunza Maestrojuan–. Sin duda, tenemos que plantear un movimiento generoso quitando del camino muchas trabas para que los divorciados vueltos a casar puedan participar más ampliamente en la vida de la Iglesia: no pueden ser padrinos, no pueden ser catequistas, no pueden dar clases de religión».
Por otra parte, algunos círculos menores, como el encabezado por el arzobispo australiano Mark Benedict Coleridge, han tratado el tema de las parejas que conviven sin casarse y aunque han subrayado que la convivencia «no puede ser considerada como un bien en sí misma», reconocen que «puede existir un bien entre los que conviven».
Mientras, el círculo francés cuyo relator es el obispo Laurent Ulrich, ha abordado la situación de aquellas familias divididas, mixtas, monoparentales y sin matrimonio civil. «No podemos descartarlas. Creemos que en ellas vive el Espíritu del Señor que inspira muchos comportamientos de sus vidas», han subrayado.
Finalmente, algunos obispos como el canadiense Paul-André Durocher, se han hecho algunas preguntas sobre la eficacia de la metodología del Sínodo: «¿Está bien ajustado a su propósito? Derrochamos una enorme cantidad de energía, desde todos los puntos de vista. Las personas se han agotado a fuerza de trabajo. ¿El resultado valdrá la pena?».