Las nuevas generaciones, que no han conocido más que tres papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I pueden observar cierto continuismo entre los dos primeros. Juan Pablo II llega en un contexto de guerra fría y es un papa muy combativo políticamente, que quiere desmarcar a la iglesia de las ideas comunistas, incluso de la teología de la liberación, que tuvo mucho auge en América Latina. Piensa que puede cambiar el mundo a través de la política y por su participación en tantos asuntos vitales llegó a padecer incluso un atentado. Benedicto XVI, secretario, mano derecha de Juan Pablo y guardián de la doctrina, fue continuista en muchos aspectos con esta labor. “Francisco I da un salto hacia atrás y hacia delante porque sigue directrices e ideas ya esbozadas por Juan XXIII o Juan Pablo I, que eran más aperturistas y buscaban una iglesia cercana a la gente”, explica el escritor Mario Escobar.
Benedicto XVI dejó el pontificado abrumado por una suma de elementos dentro de la curia que hacía que no se sintiera con fuerzas para afrontar lo que se le venía encima. Esto está relacionado con el famoso Vatileaks, donde hay datos muy concretos sobre problemas de corrupción, sobre el famoso lobby homosexual, sobre problemas de arribismo, económicos… “Benedicto mandó elaborar un informe y lo guardó en una caja fuerte para el próximo Papa, siendo esta una de las tareas que le dejaba en herencia al sucesor. Es evidente que la sucesión de Francisco está muy relacionada con esto. Según se ha dicho había otros candidatos con mucho peso, como el cardenal Angelo Scola, que suponían una continuidad con Benedicto XVI y Juan Pablo II, pero viendo esta saturación y los problemas que había buscaron una solución de un hombre libre, espiritualmente muy profundo, un hombre pobre, muy sencillo, evangélico y así se abordó”, dice el escritor jesuita, Pedro Miguel Lamet, quien añade: “Benedicto se encontró sobrepasado. Entonces tuvo una actitud de humildad y de sabiduría grande y forzó ese cambio que yo considero enormemente positivo para la iglesia”.
“Fue una suma de cosas pero el escándalo Vatileaks, que sus papeles fueran filtrados por alguien de su confianza le afectó mucho, aunque se dice que lo hizo para desvelar aquellos escándalos que de alguna manera tenían rehén al Papa – coincide Mario Escobar –. Por otro lado se veía sin fuerzas para afrontar el reto que tenía delante. Él no sigue el ejemplo de Juan pablo II, que llevó su pontificado hasta las últimas consecuencias, y prefiere renunciar ante los escándalos – muchos de ellos arrastrados desde el pontificado de Juan Pablo II, como el caso de los Legionarios de Cristo, los escándalos de pederastia en Estados Unidos con enormes indemnizaciones –. Él piensa que hace falta alguien más joven con otra energía”, asegura.
El jesuita Daniel Izuzquiza, profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Comillas y redactor jefe de la revista Razón y Fe, cree que, precisamente por esa misión encomendada, habría que subrayar la continuidad del Papa Francisco con Benedicto XVI, aunque esto pueda resultar llamativo por la gran diferencia de sus estilos. “Sólo la renuncia libre, en conciencia y paciente de Benedicto XVI permite y sienta las bases de esta reforma y por eso hay que verla en clave de continuidad. Cuando Benedicto da un paso atrás entra Francisco”, explica.
En cualquier caso, el Papa Francisco es un hombre de una cierta edad – fue escogido con 76 años – y lo que tenga que hacer lo tendrá que hacer pronto. “Últimamente se están cogiendo a Papas de setenta y muchos, lo que en principio no augura largos pontificados. Esta es una manera de no repetir los errores del pasado ya que los pontificados largos, en un lugar tan jerarquizado como el Vaticano puede derivar en nepotismo y convertir la Iglesia en algo demasiado particular. Esto choca en una sociedad como la nuestra, con un culto tan arrollador a la juventud, pero los papados muy largos, con largas decadencias, generan problemas”, advierte Mario Escobar, autor de dos biografías sobre el papa Francisco.
“Francisco I es muy espiritual, muy humano, muy buen comunicador y hay muchas esperanzas de que sea el hombre que reforme la curia, algo que no pudieron hacer Juan Pablo II – que viajaba mucho y no hacía un seguimiento de los asuntos internos de cerca con la atención que requerían – ni Ratzinger, por su talante intelectual, más hombre de estudio y de gabinete, siempre afrontando los problemas de la Iglesia desde un punto de vista intelectual. Francisco es un Papa claro, con un sentido práctico muy necesario para afrontar este tema, aunque esto no quiere decir que sea progresista, sino más bien inclasificable”, explica Pedro Miguel Lamet.
Para el escritor jesuita, los retos del Papa son mantener esa línea positiva que hace que el pueblo, incluso el no creyente, se identifique con la Iglesia y hacer una iglesia evangélica, que sea una buena noticia para el mundo de hoy. “Que un cristianismo que se ha eclesializado mucho haga que la iglesia se cristianice”, dice. Para Lamet, la iglesia que propone Francisco I marcha hacia una renovación evangélica, una limpia de sus lacras, como la pederastia, la corrupción interna… “Se trata de abordar una salida a la calle, un diálogo mayor con los no creyentes y una postura de mayor humildad, de buscar el optimismo y la dulzura. También quiere hacer una iglesia de misericordia, de hospital de campaña como él la llama, una iglesia que sea refugio para la gente que está sufriendo”, asegura.
“Entre sus retos internos estaría la reforma de la curia y del entramado administrativo del Vaticano. Aquí es muy importante el G-8, una comisión estable de cardenales, descentralizada puesto que no viven en Roma, que representa a la iglesia universal y que tiene capacidad decisoria de alto nivel. Por otro lado estaría la reforma financiera y la transparencia para poner un poco de orden en todo el tema de las finanzas. El tercer reto, donde se nota claramente la continuidad con Ratzinger tiene que ver con la gestión de los temas escabrosos como los abusos sexuales y la pederastia. Aquí hay una mano firme marcada ya por el anterior Papa y se trabajará en la misma línea”, explica Daniel Izuzquiza, profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Comillas. “Luego está el gran reto que es salir hacia fuera – continúa – salir al encuentro, estar de servicio, estar permanentemente dispuesto al diálogo… Hay un montón de fracturas sociales, de retos culturales y económicos que fuerzan a la iglesia a salir de la situación más cómoda, más segura, más conocida y marchar al encuentro con el mundo”, asegura.
En opinión del profesor de Teología de la Universidad de Navarra, José Ramón Villar, su reciente exhortación Evangelii gaudium quiere ser una propuesta programática para el futuro inmediato de la Iglesia. El título mismo que da entrada a la primera frase es bien significativo: ‘La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús’. “De la lectura del texto se desprende que el papa Francisco quiere poner a la entera Iglesia en ‘estado de misión’; quiere situar la presentación de la persona de Jesús en el centro de la misión de la Iglesia. Es una invitación a que todos los católicos, pastores y fieles, muestren con transparencia la fe en Jesús en su vida y en sus obras, con la palabra y el ejemplo”, explica.
Uno de los aciertos del Papa en lo que respecta a ese comprometido listado de asuntos pendientes es no cargarse sólo con la responsabilidad sino formar un grupo de ocho personas y repartírsela, el llamado G-8 del Vaticano. “Es un gran organizador y tiene muy claro lo que quiere – afirma Mario Escobar –. Sabe que la Iglesia debe recuperar feligreses en los países emergentes y ha enviado allí su mensaje recuperando el ideal de pobreza de la Iglesia. Uno de sus grandes retos es hacer visible que la iglesia católica sigue siendo de los pobres. Esto supone cambiar una dinámica de siglos, porque la gente no tiene esa percepción y va a suponer una empresa realmente titánica”, afirma.
De cara al exterior, el mundo es más convulso que hace una década y los retos también serán mayores. América Latina, que él conoce bien y es un bastión del cristianismo, está viviendo una etapa de agotamiento económico, con un aumento del populismo que él ya ha criticado abiertamente. “Con respecto a Europa creo que va a seguir la idea ya iniciada con Juan Pablo II y Benedicto XVI que consiste en la nueva evangelización o la evangelización de la cultura. Esta es una idea que procede de CS Lewis – apologista cristiano famoso por sus ‘Crónicas de Narnia’ – y cuya tesis apunta a que la iglesia no necesita más teólogos ni más religiosos, sino personas comunes que influyan en la cultura y que lleguen con un mensaje cristiano a la mayor gente posible”, afirma Escobar.
Además – continúa – quiere limpiar la iglesia de los casos de corrupción o pederastia, “no sólo por una cuestión de imagen sino por un convencimiento de que la iglesia tiene que tener las virtudes que predica y no puede mantenerse en la contradicción”. “Creo que en lo referente a la misión de la iglesia, si el primer año lo ha ocupado en recuperar algo así como el orgullo de ser católico, la segunda fase va a ir dirigida a otras comunidades dentro y fuera del cristianismo. Creo que tratará de dar un paso más hacia el ecumenismo”, concluye.
La pregunta que surge ante una empresa reformista de tal magnitud es, ¿tendrá continuidad su misión? ¿Le dejarán al Papa concluir esta obra? “Esto depende por un lado de los cardenales elegidos. Este es un juego de política muy complejo. No hay que olvidar que la iglesia es un culto, pero también es Estado. Al final, la iglesia católica parece un lugar muy grande pero los que tienen poder son unos pocos centenares y además todos se conocen, no se pueden engañar demasiado”, dice Escobar.
“Herramientas para combatir tiene – dice el jesuita Pedro Miguel Lamet – porque es un hombre hábil. No es un San Francisco en el sentido de sólo bondadoso, sino que es listo, sagaz y está dando pasos muy lentamente. También es importante que no haya actuado con el poder absoluto del Papa, haciendo de la causa su cruzada o sacrificio personal, sino que lo hace con inteligencia y de un modo participativo, creando comisiones, delegando. ¿Hasta dónde llegará? Eso es un misterio, hasta donde le dejen. Incluso le pueden matar, Dios no lo quiera, pero podría ser. En todo caso se ve que emprende sus reformas sin miedo, está muy seguro, tiene una gran confianza en Dios”, concluye Pedro Miguel Lamet.