Soy una mujer de 67 años y tengo una alteración en el ritmo de mi corazón (arritmia) que mi médico dice que es la más frecuente en personas de más de 65 años. También tenía la tensión arterial elevada, pero ahora estoy bien controlada tras haber bajado un poco de peso y tomar una medicación que me han recetado.
Por culpa de la dichosa arritmia, me dicen que tengo que tomar un medicamento para evitar que se puedan formar coágulos en mi corazón y puedan desprenderse hacia órganos a los que podría perjudicar severamente, como el pulmón y especialmente el cerebro.
Aunque no termino de comprenderlo del todo, acepto el tomar este medicamento pero me genera cierta intranquilidad pues me dicen que debo ser muy cuidadosa con la cantidad del medicamento que debo tomar, y regularlo en función de unos análisis que me tengo que hacer como mínimo una vez al mes, y eso siempre y cuando los resultados estén dentro de unos límites establecidos, ya que en caso contrario debo aumentar o disminuir la dosis y repetir el análisis en un tiempo menor hasta que vuelva a tener los valores del análisis dentro de los rangos que me recomiendan.
Añadido a lo anterior, en el caso de que sea necesario someterme a ciertas exploraciones (como una gastroscopia o colonoscopia), o en el supuesto de que tenga que someterme a algún tipo concreto de cirugía ( el traumatólogo me ha sugerido que sería conveniente ponerme una prótesis en una rodilla pues al parecer padezco una artrosis importante) o necesite tomar cierto tipo de analgésicos, debo extremar las precauciones, dado que al parecer algunos medicamentos o alimentos pueden modificar el nivel del medicamento para evitar los coágulos.
En el caso de tenerme que operar, tengo que suspender la medicina y comenzar a ponerme unas inyecciones en la tripa antes del procedimiento a que deba someterme y posteriormente comenzar de nuevo con el medicamento para evitar los coágulos. También tengo un familiar que tiene que estar tomando la misma medicación y debe mantener las mismas precauciones, pues le han detectado un coágulo en una vena de la pierna y le dicen que también puede desprenderse y provocar un daño similar al que ocurriría si se desprendiese de mi corazón.
Sin embargo, recientemente he podido escuchar ya en más de una ocasión, como en personas con padecimientos similares a los que les expongo, se están utilizando nuevos medicamentos que al parecer tienen el mismo efecto que el que nosotros estamos tomando y resulta mucho más cómoda su utilización, ya que según parece no necesitan un control tan estricto como el que nosotros estamos tomando y tienen muchas menos interferencias con otros medicamentos e incluso con ciertos alimentos.
¿Podríamos comenzar con alguno de estos nuevos medicamentos para evitar los riesgos asociados a nuestra mayor propensión a generar coágulos, sustituyendo el que estamos tomando por alguno de los nuevos?
Respondiendo a su pregunta, el planteamiento que usted expone es correcto y lógico, pues comenzarían tanto usted por su arritmia cardiaca, como su familiar que tiene el coágulo ya formado en la pierna, a tomar un medicamento que la primera y más atractiva de las ventajas sería el evitar los molestos controles rutinarios y poder “olvidarse” de si estoy tomando el tratamiento en las dosis correctas, que en el caso de resultar insuficientes nos ofrecerían poca o nula protección frente al desprendimiento de un coágulo o su formación, pero que además en el caso de que la cantidad de medicamento fuera excesiva, podría favorecer la aparición de una hemorragia espontánea o ante traumatismos mínimos, con especial gravedad en el caso de tratarse de una hemorragia cerebral.
Pero los nuevos fármacos que usted comenta, si bien presentan la indiscutible ventaja de una simplicidad mucho mayor en su utilización, no han demostrado una superioridad lo suficientemente marcada como para considerar que los tratamientos anticoagulantes “convencionales” como el que ustedes se encuentran tomando, deban considerarse en absoluto una opción anticuada o a no tener en cuenta en el momento actual.
Hoy en día en España existen tres nuevos medicamentos comercializados que podrían constituir una alternativa frente a los anticoagulantes orales convencionales. Conforme avanza la información disponible, actualmente y de una manera global (NO EN TODOS LOS PACIENTES), los estudios existentes demuestran que presentan un efecto al menos igual de beneficioso que los convencionales y la tendencia conforme se va disponiendo de resultados en un mayor número de pacientes que los utilizan, se inclina también de manera global en este sentido, tanto en lo que respecta a su eficacia (menor número de episodios producidos por las complicaciones que pueden producir los coágulos), como a su seguridad (menores hemorragias en relación con el uso de estos nuevos medicamentos).
Pero una vez dicho lo anterior, se deben tener en cuenta ciertas consideraciones que resultan fundamentales en el manejo de estos nuevos medicamentos.
La primera es que no se pueden utilizar en todos los enfermos que precisen un tratamiento anticoagulante, y en concreto desde el punto de vista cardiológico, actualmente su indicación principal es la arritmia que nos comenta usted que padece (se llama fibrilación auricular), siempre y cuando no coexista daño significativo en alguna de las cuatro válvulas que posee el corazón (estructuras que a modo de compuertas y dependiendo de las fases en las que el corazón expulsa o recibe sangre, deben presentar un grado correcto tanto de cierre como de apertura). También y tanto para su empleo en Cardiología como en el caso de presentar coágulos en las piernas o en los pulmones, para poder utilizar estas nuevas medicaciones, es necesario mantener un funcionamiento del riñón por encima de unos mínimos establecidos, ya que en caso de no ser así estos tratamientos producen un exceso de hemorragias y están contraindicados.
Otro aspecto muy importante, es el hecho de que las nuevas medicaciones representan un coste muy superior a los tratamientos orales convencionales, y si la persona presenta un adecuado control DE MANERA REPRODUCIBLE con el tratamiento convencional, NO EXISTE INDICACION DEMOSTRADA de tener que cambiar dicho tratamiento pues este ADECUADO control representa un buen nivel de eficacia y seguridad con unos costes mucho menores y sin resultar inferiores a los nuevos tratamientos. Es necesario reseñar también que, con el uso de las nuevas medicaciones, se produce un ahorro por el hecho de no tener que realizar análisis de forma tan periódica para valorar el correcto nivel de los anticoagulantes tradicionales como el que se en su caso se encuentra tomando.
Finalmente comentar que existen situaciones donde existe un riesgo mayor de producirse un coágulo a nivel del corazón y que este coágulo se desprenda y “viaje” por el torrente circulatorio enclavándose en órganos donde podría producir un daño dramático como por ejemplo en el cerebro (lo que llamamos embolia cerebral). En estas situaciones de más alto riesgo embolígeno, es donde todavía los nuevos anticoagulantes orales no han demostrado que su empleo sea tan beneficioso como el anticoagulante que usted toma, y podría ocurrir que en estos casos la anticoagulación convencional resultase superior frente a las nuevas alternativas en estos contextos de alto riesgo de embolia (taponamiento de una arteria) de origen cardiológico.
Entre estos contextos de alto riesgo, están incluidas las enfermedades de las válvulas del corazón arriba comentadas, donde en el momento actual no se admite la utilización de otras alternativas por vía oral diferentes a la que usted utiliza actualmente, por no haber demostrado como señalábamos por el momento de manera contundente su beneficio; no obstante, existen estudios en marcha y en un futuro no muy lejano se dispondrá de información de si también resultarían de utilidad en estas situaciones los nuevos tratamientos.
De tal forma que hoy por hoy, los nuevos fármacos anticoagulantes pueden utilizarse en una amplia variedad de situaciones donde también permanece absolutamente vigente la anticoagulación convencional, pero los estudios clínicos tendrán que contestar a la pregunta de si también van a resultar de utilidad en escenarios donde el riesgo de producirse un coágulo sea más elevado; de ser así y con la constante evolución en la mejora y la progresiva aparición de nuevos anticoagulantes orales (existe una gran actividad investigadora en este sentido), es posible que la anticoagulación oral convencional quede desplazada frente a las nuevas alternativas.
Como conclusión de lo expuesto, la situación actual es que las posibilidades del empleo de los nuevos anticoagulantes orales, representan una alternativa mucho menos conflictiva en cuanto a su uso, no pueden ser utilizados por todos los pacientes que necesiten protección frente a situaciones que conlleven riesgo embolígeno asociado, ni en todas las situaciones que en que dicho riesgo está presente.
Por lo tanto y como habitualmente recomendamos desde esta sección, lo ideal es poder asesorar “ a medida” en cuanto al uso de estos nuevos fármacos en cada paciente en concreto, para lo cual su médico debe asesorarla sobre la posibilidad o no de su utilización así como de sus ventajas e inconvenientes.