El estudio »Família i relacions intergeneracionals: un espai d»oportunitats per a l»educació de fills i filles» se ha realizado durante tres años y en base a entrevistas a 3.714 adolescentes de 70 centros educativos de Secundaria de Catalunya.
Ha sido elaborado por el Consorci Institut d»Infància i Món Urbà (Ciimu), organismo presidido por el Ayuntamiento de Barcelona, y detalla las relaciones y el tiempo y actividades compartidas entre padres e hijos, así como las consecuencias de la pobreza en el rendimiento escolar.
En la última evaluación que consta en el estudio, un 17,3% de los niños pobres sacó un suspenso de nota media; el 27,4% obtuvo un aprobado; el 36%, un bien; el 17,6%, un notable, y el 1,8% un sobresaliente.
Por contra, sólo el 6,9% de los niños no pobres suspendieron, mientras que el índice de sobresalientes sube hasta el 8%; el 30,8% sacó un notable; el 34,8%, un bien, y el 19,5% obtuvo un aprobado.
Asimismo, se refleja que los estudiantes de clases más baja tienen menos probabilidad de llegar a la universidad –un 40% los de clase baja por un 50% los de alta–, y, además, asegura que la motivación por cursar una carrera es mayor en las chicas y padres que en los chicos.
SEGUIMIENTO DE LOS PADRES
Sobre el seguimiento que hacen los padres de los estudios de sus hijos, se concluye que los adolescentes de hogares con ingresos bajos pero con atención paternal muy alta sacan mayor nota –sobre un 6,75– que los de ingresos altos pero sin seguimiento –sobre un 6,1–.
En esta línea, en las familias monoparentales la probabilidad de que el hijo haya repetido curso alguna vez es menor en las que el padre no residente le sigue de cerca en sus estudios –sobre un 6%– que en las que no le presta atención –un 15%–.
Sucede a la inversa con las expectativas de ir a la universidad: los estudiantes sin seguimiento por parte del padre no residente tiene poco más de un 50% de probabilidades de estudiar una carrera, mientras que los que cuentan con un apoyo alto rondan el 75%.