Vivir para ver. Ahora resulta que los respetables inversores que durante meses y meses han comprado acciones y bonos americanos a espuertas alentados por la política extraordinariamente expansiva de la Reserva Federal se han convertido en cerdos salvajes por empezar a venderlos. La frase no es de ningún político oportunista; la ha pronunciado el presidente de la Fed de Dallas, Richard Fisher, en una entrevista en el Financial Times.
El caballero se ha quedado a gusto. No ha hecho ninguna teoría elaborada sobre el papel de los especuladores en los mercados, ni siquiera ha examinado su papel durante la crisis financiera que nos asola. Sencillamente, ha recurrido al insulto antes de advertir que la presión bajista que sufren los mercados mundiales desde que la Fed anunció la retirada progresiva de estímulos no tumbará al banco central estadounidense.
Es sencillamente alucinante, si se tiene en cuenta que el especulador número uno durante la crisis ha sido la propia Reserva Federal, comprando cada mes 85.000 millones de dólares en activos. Eso se llama echar gasolina al fuego a sabiendas de que se estaba generado una burbuja artifical de precios justificada solo por la red del banco central.
Es decir, que se estaba abasteciendo de bellotas de primera calidad a los cerdos salvajes porque la primera economía del mundo no se podía permitir el lujo, entre otras cosas, de generar una sensación de pérdida de riqueza entre una población deprimida y angustiada. Y, a la vista de los resultados, lo ha conseguido. Hará falta tiempo para ver los efectos secundarios de esta política, pero la realidad es que los inversores -los especuladores y los otros, que también lo son- han disfrutado de un oasis extraordinario en pleno desierto.
¿Se puede culpar a los cerdos salvajes de la corrección que están viviendo los mercados, que por cierto coincide con una batería de malísimos datos en China y con la reactivación de la crisis griega? ¿No tiene ninguna autocrítica que hacer la Reserva Federal, que se ha entregado a la máquina de hacer dinero para sacar de la depresión a una economía que ha tardado mucho más de lo esperado en ofrecer auténticos -que todavía no definitivos- signos de recuperación?
Mal vamos si a estas alturas tipos por Fisher intentan convencernos de que lo que vivimos es un juego de buenos y malos. Nunca las instituciones manipularon tanto los mercados durante tanto tiempo, y nunca confundieron tanto a los inversores haciéndoles ver un mundo inversor feliz donde solo había estímulos artificiales. Entre especuladores anda el juego o, lo que es lo mismo, cerdos voladores, hoy útiles y mañana carroña.