Ya están aquí los hombres de negro. Los inspectores de la Comisión Europa han desembarcado en Madrid para verificar la ortodoxia de los pasos que ha dado España en el proceso de reestructuración del sistema financiero acordado con Bruselas para el rescate de nuestra maltrecha banca. Lo harán es un escenario de preocupación creciente porque nuestros bancos -tanto los malos como los sanos- no levantan cabeza.
Los especialistas de la Troika van a examinar un sector en ebullición en las últimas semanas. Por un lado, por la encarcelación de Miguel Blesa, que amenaza con convertir en un infierno judicial la vida de los banqueros, políticos, reguladores y supervisores que han gestionado la crisis financiera que se ha saldado -de momento- de más de 40.000 millones de euros de ayudas europeas. El ruido, que nunca es bueno en los procesos de ajuste, empieza a ser ensordecedor.
Y por otro, porque el Gobierno se enfrenta al marrón extraordinario de dar solución a los casos de las nacionalizadas Catalunya Caixa y Novagalicia. Luis de Guindos va a tener que dar muchas explicaciones sobre cómo prevé sacar adelante dos situaciones límite, que van a exigir nuevas ayudas económicas para facilitar la venta que en el caso de la primera ha fracasado ya en dos ocasiones.
Una opción que el Gobierno pretende que no sea la única, convencido como está de que un gran banco zombi nacional es posible. Pero antes hay que convencer a la Troika, que no está por la labor de unir lo malo y sigue creyendo en las soluciones individuales. Cuando los inspectores comprueben la situación de ambas entidades -especialmente la de la catalana- pueden que cambien de opinión. Para eso está luchando el Gobierno, que no quiere renunciar a un plan B.
De Guindos necesita tiempo y la garantía de que Alemania no va a seguir metiendo presión filtrando que el Gobierno debió estirar más la línea de financiación ofrecida por Bruselas para los bancos. Luego lo ha negado, pero las menciones a la ampliación del rescate -esa palabra que el Gobierno no quiere ni oir- han vuelto a la primera línea de batalla.
No lo tendrá fácil el Ejecutivo, que ha visto como las cifras de morosidad vuelven a su peligrosa senda de la normalidad alcista en marzo -el 10,47%- después del engullir a toda velocidad el traspaso de activos al banco malo, como la díficil situación de las empresas complica los procesos de refinanciación de la deuda -Codere puede ser el próximo exponente- y como el mercado inmobiliario se deteriora día a día, muy lejos aún del fondo.