Krivine, actual director de la Filharmónica de Luxemburgo y del conjunto instrumental de época La Chambre Philharmonique, ha llegado a la OBC para contribuir a su proyección internacional y desarrollo artístico con un repertorio mayoritariamente clásico y romántico, en un regreso después de dirigir la OBC en mayo de 2011, según ha explicado en rueda de prensa este jueves.
«Me interesa darle color y personalidad a la orquesta y que sea identificable», ha explicado sobre su labor con la OBC, lamentando que actualmente el mundo se ha homogeneizado y que es imposible discernir unas orquestas de otras cuando, por ejemplo, se escuchan en las radios, y que incluso es difícil discernir un oboe de un clarinete.
Entre el viernes y el domingo, dirigirá un programa con la apertura »Egmont», de Ludwig van Beethoven, la sinfonía »La Grande», de Franz Schubert, además de »Burlesque», de Richard Strauss, todo ello con el pianista Bertrand Chamayou.
CATALANIDAD Y COSMOPOLITISMO
De padre ruso y madre polaca, Krivine ha explicado que su paso por Barcelona será el de un «turista ocasional», que no ha regresado antes porque no se le ha propuesto, y que ve en la OBC una casa muy acogedora e interesante en su mezcla de nacionalidades, que aúna catalanidad y cosmopolitismo.
«La latinidad de la OBC está compensada con la no latinidad», ha afirmado el director de orquesta, quien ha ensalzado la disciplina de la orquesta catalana, así como del rasgo diferencial de Catalunya, en la que algo se está moviendo, ha asegurado.
Sobre su papel en la orquesta ha asegurado que no debería hablarse de dirección de orquesta, sino de conductor musical, ya que su misión es «revelar y acompañar» la música producida por la orquesta, y que el resto son super-egos de la actualidad.
«No eres más importante por estar sobre un podio de 30 centímetros. No es un pedestal», ha dicho sobre la posición de los directores en el escenario, que ha explicado por un motivo de visibilidad, totalmente funcional, ha dicho.