Imaginemos, aunque sea mucho imaginar, que se te ha olvidado el móvil en el taxi que te ha llevado a Barajas, rumbo a India.
Después de ocho horas de vuelo, unas cuantas cervezas gratis, ya estás en Delhi. 800 euros de billete y tú, sin poder subir ni una triste foto por la ventanilla del avión. Una historia de cómo te bebes una birra. La ubicación, ¡qué se te olvida!
¿Avisar a tu madre de qué has llegado bien? ¿Cómo? No tienes Instagram. Decenas de camisetas, ropa interior para montar un puesto en el rastro, antimosquitos, dinero, zapatillas. Colegas. Lo tienes todo. Qué va, Instagram no.
Esta red social, con 700 millones de usuarios, multiplica sus visitas durante el verano. El nido de la envidia no para de crecer. Y si no, que se lo digan a Malena Costa, que ha estado a punto de pedir disculpas por “estar estupenda” un par de semanas después de dar a luz. Eso sí, ha explicado cómo lo ha logrado. Ahora, los pasillos del Hospital Materno Infantil del Gregorio Marañón están repletos de parturientas echando carreras.
Tercer día de viaje. Diez horas de tren. Jaipur os espera. La ciudad rosa, su Palacio de los vientos, la residencia del Maharajá y tu sombrero. Sí, el que le has copiado a Itziar Aguilera. El de Mimokishop. Ya estás pensando comprarte un móvil. En realidad, por cien euros, tienes un pseudosamsung. Y, por veinte euros, una tarjeta SIM con 4 gigas de internet. Un chollo, vamos.
Estás enganchada. Instagram es la red social que más efectos negativos provoca entre los jóvenes, según el informe Redes sociales y salud mental de los jóvenes de la Sociedad Real de Salud Pública del Reino Unido (RSPH). Ansiedad, depresión, privación del sueño e inseguridades con la imagen corporal son algunos de sus síntomas.
Decidido. Jodhpur no se lo pierde nadie. Ni tu vestido boho de Revolve que le has copiado a María Pombo. Necesitas cotillear y, obvio, que sepan que estás en la ciudad azul.
Hay cinco tipos de motivaciones para entrar en Instagram, que son, por orden de importancia, cotillear, almacenamiento, interacción social, expresión y evasión, según el estudio Motivaciones sociales y psicológicas para usar Instagram realizado entre estudiantes españoles.
Con móvil la cosa cambia
Ya tienes un móvil, más o menos, aceptable. Lo primero: descargas Instagram. Lo segundo: subes una historia. Lo tercero: unas cuantas fotos para arriba. Un rato después: likes y comentarios a espuertas. Venga, scrollea un poco. Un par de horas, tal vez más.
Nominalia ha realizado un sondeo, cuyos resultados revelan que 2 de cada 5 españoles afirman conectarse a la red una media de más de 3 horas al día por motivos no profesionales, lo que se traduce en más de 13 millones de usuarios. Más sorprendente resulta aún que un 14,03% de los internautas confiese pasar más de 5 horas al día conectados por razones personales o de ocio, porcentaje que equivale a unos 4,7 millones de españoles.
Agra. “¡Qué bonito!; Pero bueno, qué pivon!; Ala estás en la India!; Qué bien vives tú, no?; Disfruta!… Y un sinfín de comentarios más. Ahora sí que estás de viaje.
Instagram no es tan malo. La encuesta de la Sociedad Real de Salud Pública del Reino Unido concluyó que mientras Instagram afectó negativamente a la imagen corporal, los patrones de sueño y añadido a un sentido de «FOMO» –el miedo a perderse algo (fear of missing out, en inglés)– la aplicación de imágenes también tiene puntos positivos en términos de autoexpresión y autoidentidad de muchos de sus jóvenes usuarios.
Vuelta a Madrid. Calle Almagro. Desayuno de amigas. Cuéntamelo todo. Lo que ya has hecho a través de Instagram y lo que no.