Ser europeo conlleva el derecho a que nuestros datos personales estén protegidos por estrictas leyes europeas. Los europeos no deseamos que unos drones sobrevuelen nuestras cabezas registrando todos nuestros movimientos, ni que las empresas registren cada vez que hacemos click en nuestro ordenador.
En Europa, valoramos la intimidad: es una cuestión de dignidad humana y es un derecho fundamental.
La protección de datos ciertamente no es una cuestión baladí y la Unión Europea es bien consciente de ello. La revolución digital llega cada día a más aspectos de nuestra vida diaria, lo que supone, cada vez más, un registro y tráfico incesante de información sobre nuestros comportamientos. En la mayoría de casos, esta información se traduce en una mejora en la vida diaria de los ciudadanos, pues permite que todo lo que nos rodea, desde nuestros televisores al firme de las carreteras, se adapte mejor a nuestros movimientos y deseos. Sin embargo, esta información, de no estar convenientemente protegida por las leyes, puede llegar a manos equivocadas, comprometiendo no sólo nuestra intimidad, sino, en el peor de los casos, nuestra seguridad.
Por este motivo, la Comisión se ha volcado en esta tarea y, el año pasado, la UE acordó un nuevo Reglamento sobre protección de datos, que permitirá no sólo proteger nuestros derechos, sino, además, dar un impulso al Mercado Único Digital en la UE.
Los ciudadanos solo apuestan de lleno por los distintos servicios y tecnologías a su disposición cuando sienten que su seguridad y privacidad están protegidas. Se calcula que la «economía de los datos» emplea actualmente a unos 6 millones de personas en la UE. ¿De qué se trata? Los datos que compartimos, una vez «anomimizados» (dejando así de ser personales), pueden ser útiles para generar estadísticas, por ejemplo, para ver cuántas personas usan una infraestructura de transporte en diferentes momentos del día, o para detectar tendencias en el consumo. En definitiva, estos datos pueden permitir a las autoridades públicas o las empresas responder mejor a las necesidades de los ciudadanos o de los consumidores y, con el marco legislativo correcto, pueden ser una fuente de bienestar y de crecimiento. Pero previamente es fundamental asegurarnos de que estos datos se procesan correctamente.
La nueva reglamentación europea sobre protección de datos no solo consagra el derecho a la intimidad, definiendo las condiciones en las cuales los datos personales deben ser tratados. Instaura también el «derecho al olvido» –por ejemplo, el derecho a borrar fotos de eventos pasados que preferiríamos olvidar o información personal que aparece en una web. Evidentemente, no es un derecho absoluto: no se trata de poner coto a la libertad de expresión o de permitir a un famoso borrar frases desafortunadas pronunciadas en público. Pero es algo fundamental si queremos proteger nuestra intimidad en una época donde la información se difunde en cuestión de segundos al planeta entero. El nuevo Reglamento europeo también consagra importantes avances, como el derecho a la portabilidad de los datos cuando uno quiere cambiar de «plataforma» digital– por ejemplo, al trasladar a otra red las fotos personales o los datos que su empresa tiene almacenados en la «nube».
En esta misma línea, hace tan solo dos semanas, la Comisión propuso un nuevo reglamento europeo para garantizar un elevado nivel de confidencialidad en las comunicaciones electrónicas (algo que un 92% de los europeos considera absolutamente indispensable) y regular cómo compartimos nuestros datos en la Red. Este punto es particularmente importante, porque no solamente tenemos que saber qué uso se hace de nuestros datos personales, sino que nosotros somos quienes debemos decidir cuándo y cómo queremos comunicar estos datos. Por ejemplo, es preciso que tengamos el control sobre los famosos cookies que informan a las webs de nuestras actividades. También tenemos que estar protegidos del spam y de la mercadotecnia directa: proponemos que los usuarios siempre tengan que dar su consentimiento para recibir informaciones comerciales no solicitadas. En concreto, deben tener la opción de no recibir estas llamadas.
Con estos avances en la protección de datos no se trata solamente de fomentar un nuevo sector de la economía, sino también de encontrar respuestas a los desafíos que representa, para cada individuo, la sociedad digital en la que vivimos. Una muestra más de los beneficios tangibles que Europa aporta a los ciudadanos.