La sequía ha adelantado la llegada de la oruga procesionaria de pino, una de las principales plagas que sufre España con la llegada de la primavera. Una situación que se agrava por el invierno suave y seco que se ha registrado este año en la Península, un ambiente donde la procesionaria se reproduce con mayor intensidad, y que ha provocado su proliferación masiva en áreas urbanas.
El simple contacto con ella puede ser “muy peligrosa para el hombre» y «muy tóxica para los animales domésticos», según la directora general de la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas (Anecpla) , Milagros Fernández de Lezeta, que alerta de la necesidad de prevenir su extensión. Una plaga de la que sólo están a salvo las Islas Canarias y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
El principal foco de procesionaria se concentra en las plantaciones de pinos, abetos y cedros, a los que somete a una seria defoliación y, a largo plazo, a un enorme deterioro. Por este motivo y por las condiciones climatológicas, es una especie típica de los ambientes mediterráneos. No obstante, su área endémica se está expandiendo hacia el norte de Europa por el cambio climático.
El clima es el factor fundamental: la larva de procesionaria no sobrevive por debajo de los 12 grados bajo cero y necesita que durante el día la temperatura en su nido supere los 9 grados y por la noche la ambiental no caiga por debajo de los 0 grados.
Si se cumplen estas dos premisas, la larva se alimenta continuamente hasta su eclosión. Además, debe tenerse en cuenta que cada mariposa hembra puede llegar a poner hasta 300 huevos en las copas de los árboles. Así y todo, se han descubierto casos de hasta 2.000 huevos en el mismo pino. Una vez listas, se desprenden del árbol y se desplazan en fila, una detrás de la otra como si se tratase de una procesión, de ahí su nombre.
El peligro para humanos y animales lo entraña su curioso mecanismo defensivo. Cada procesionaria posee cerca de 500.000 tricomas, una especie de dardos o flechas envenenadas que recubren su cuerpo y sueltan cuando se sienten amenazadas. Por esta razón, el contacto con una de ellas produce «dermatitis, lesiones oculares y fuertes reacciones alérgicas o urticaria», según Fernández de Lezeta, como sarpullidos, erupciones e, incluso, problemas respiratorios.
Miles de tricomas cubiertos de veneno que se desprenden además con suma facilidad y se dispersan por el aire, lo que hace que no sea necesario tocarlas para sufrir sus efectos. Se recomiendan por tanto evitar no acercarse a los bosques de pinos ni a sus nidos. Con todo, el riesgo ha llegado a las ciudades, donde podemos encontrar infinidad de espacios con pinos.
Jardines y piscinas al aire libre, hoteles, zonas verdes de restaurantes, ayuntamientos, museos, hospitales, edificios de oficinas o polígonos industriales son sólo algunos. Pero no sólo preocupa la toxicidad de sus dardos, ya que estudios recientes señalan que las orugas contienen sustancias alérgenas, lo que puede provocar una epidemia de alérgicos a la procesionaria.
«Las previsiones estiman que París estará colonizado en 2025, con todas las consecuencias de alergias en humanos -especialmente para los niños, que pueden jugar con la larva sin saber que es urticante- y otros problemas en las mascotas, que generalmente son sacrificadas después de ser inyectadas con el veneno. El alcance para España puede ser parecido«, advierte el experto del Instituto Nacional de Investigación en Agricultura,de Francia, Alain Roques, a »Diario Médico».
Por ello, los expertos de Anecpla aconsejan que para evitar su proliferación deben destruirse los nidos: cortándolos y, posteriormente, quemándolos. Además, pueden emplearse insecticidas químicos sobre las guaridas que, cuando las orugas son jóvenes, no resisten. Sin embargo, para evitar que se conviertan en plaga, las trampas de feromonas, donde se quedan atrapados los machos para evitar su reproducción, y los inhibidores de crecimiento se han demostrado los más eficaces.
Aunque también existen soluciones más ecológicas, que no impliquen la desaparición de pinos y árboles. Los niños del colegio Valle Inclán de O Grove, en Pontevedra, han instalado criaderos artificiales en el Monte Central de A Toxa para fomentar la cría del pájaro carbonero o de cualquier otro pájaro insectívoro que ayude a controlar de manera natural las plagas de procesionaria.