Ha sido aparecer el sol, acercarse la primavera y el campo, los montes y los bosque se han llenado de orugas procesionarias. Para los expertos es insecto constituye la mayor plaga en España durante los meses que abarcan de febrero a abril, pero sobre todo una de las más peligrosas y dañinas tanto para las personas como para los animales.
Tocar una oruga procesionaria tiene mucho riesgo. Es altamente peligrosa para los humanos y ante toda muy tóxica e incluso mortal para las mascotas y animales.
¿Qué las hace tan peligrosas?
El principal foco de procesionaria se concentra en las plantaciones de pinos, abetos y cedros, a los que somete a una seria defoliación y, a largo plazo, a un enorme deterioro. Por este motivo y por las condiciones climatológicas, es una especie típica de los ambientes mediterráneos. No obstante, su área endémica se está expandiendo hacia el norte de Europa por el cambio climático.
El clima es el factor fundamental: la larva de procesionaria no sobrevive por debajo de los 12 grados bajo cero y necesita que durante el día la temperatura en su nido supere los 9 grados y por la noche la ambiental no caiga por debajo de los 0 grados.
Si se cumplen estas dos premisas, la larva se alimenta continuamente hasta su eclosión. Además, debe tenerse en cuenta que cada mariposa hembra puede llegar a poner hasta 300 huevos en las copas de los árboles. Así y todo, se han descubierto casos de hasta 2.000 huevos en el mismo pino. Una vez listas, se desprenden del árbol y se desplazan en fila, una detrás de la otra como si se tratase de una procesión, de ahí su nombre.
El peligro para humanos y animales lo entraña su curioso mecanismo defensivo. Cada procesionaria posee cerca de 500.000 tricomas, una especie de dardos o flechas envenenadas que recubren su cuerpo y sueltan cuando se sienten amenazadas. Por esta razón, el contacto con una de ellas produce «dermatitis, lesiones oculares y fuertes reacciones alérgicas o urticaria», según Fernández de Lezeta, como sarpullidos, erupciones e, incluso, problemas respiratorios.
Miles de tricomas cubiertos de veneno que se desprenden además con suma facilidad y se dispersan por el aire, lo que hace que no sea necesario tocarlas para sufrir sus efectos. Se recomiendan por tanto evitar no acercarse a los bosques de pinos ni a sus nidos. Con todo, el riesgo ha llegado a las ciudades, donde podemos encontrar infinidad de espacios con pinos.
Jardines y piscinas al aire libre, hoteles, zonas verdes de restaurantes, ayuntamientos, museos, hospitales, edificios de oficinas o polígonos industriales son sólo algunos. Pero no sólo preocupa la toxicidad de sus dardos, ya que estudios recientes señalan que las orugas contienen sustancias alérgenas, lo que puede provocar una epidemia de alérgicos a la procesionaria.
Dermatitis, erupciones y granos es la reacción más típica al contacto con las orugas. Si se ha entrado en contacto con una de estas orugas es importante ir rápidamente a urgencias para ponerle remedio a la reacción, que se suele tratar a base de antihistamínicos y antiinflamatorios, despareciendo uno o dos días después. En casos más graves el médico puede recetar corticoides.
Los más sensibles a los alérgenos repletos de veneno que expulsan estos bichos pueden sufrir rinitis y asmas, síntomas parecidos a los de la alergia al polen o los ácaros, típicos también con la llegada de la primavera y que se pueden llegar a confundir.
Las zonas urbanas y de monte pobladas con pinos, abetos y cedros son las más afectadas por la oruga procesionaria. Las mariposas adultas posan sus huevos en las copas de estos árboles en verano y se desarrollan durante meses en nidos muy altos, lo que hace difícil combatirlas.
Niños y perros, sus principales víctimas
Estos animales tienen un color anaranjado o amarillento que llama mucho la atención. Además, las largas filas que forman, de ahí su nombre por la forma de procesión, hace que no pasen inadvertidas y sean muy visibles.
Precisamente su color es lo que las hace atractivas a la vista de los más pequeños. «Los niños, con su afán de tocar todo lo que se encuentran y su inocencia, no ven el peligro que puede llevar manipularlas», señala Francisco Macías de la Asociación Nacional de Empresarias de Control de Plagas (ANECPLA). En esta época los padres tienen que estar muy pendientes de lo que sus hijos tocan en el suelo, ya que al mínimo despiste pueden estar tocando una oruga e ir directo a urgencias.
Los perros, “curiosos por naturaleza”, también son una de las grandes víctimas. Su instinto les lleva a olfatear todo lo que ven e incluso a metérselo en la boca, lo que les produce serios daños en la boca y el hocico, como la necrosis, enfermedad con la que pueden perder parte de la lengua.
Una vez son adultas, poco se puede hacer por acabar con ellas
Macías explica que hay tres formas de acabar con ellas antes de que eclosionen. La primera está centrada en las mariposas, que son las que ponen los huevos en verano. “Se colocan trampas de feromonas sexuales que confunden a las mariposas e impiden que se reproduzcan”.
La siguiente medida llega con el otoño. El presidente de la AESAM señala que “al no poder usarse productos químicos agresivos que afecten a otros insectos y los árboles por el Real Decreto 13/11 de 2012, hay que basarse en tratamientos biológicos y sostenibles”. En septiembre, octubre y noviembre se fumiga las copas de abetos, pinos y cedros con unos “bacilos que atacan a la larva pequeña, único momento en el que es más sensible y el producto puede acabar con ella”.
Una vez que la oruga ha crecido es muy difícil frenarla. Cuando bajan hacia el suelo, se pueden poner en los troncos “unos anillos cubiertos con hojarasca y tierra para que crean que han llegado al suelo y se introduzcan en él para prepararse a la eclosión. Una vez que hay muchas dentro, se cierra y se quema, acabando con la vida de estos insectos”.
El problema está cuando llegan al suelo, momento en el que poco se puede hacer más que tener precaución de no tocarlas y avisar a los ayuntamientos en el caso de que haya muchas y sean peligrosas para andar por la calle.
Difíciles de fumigar
En España, por el Real Decreto 13/11 de 2012, no se pueden usar productos químicos agresivos que afecten a otros insectos o que puedan afectar a los árboles y a su entorno, por lo que tan solo colocar trampas de feromonas que actúan sobre las mariposas que ponen los huevos y así se impide que se reproduzcan y fumigar los pinos en otoño en los meses en los que las larvas son pequeñas y sensibles porque una vez que son grandes, no se puede hacer nada.