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Si te gusta practicar deporte, correr, ir en bicicleta o ir al gimnasio, seguro que has comenzado a familiarizarte con diversidad de términos que tienen que ver con la obtención de energía, quemar grasas, aumentar masa muscular y otros.
Entre tales términos, también se encuentran la resistencia aeróbica y la anaeróbica. Y aunque estas palabras tienen cierto parecido hablando, presentan importantes diferencias que es necesario conocer si quieres organizar un buen plan entrenamiento o rutinas de ejercicios.
En ambas definiciones estamos haciendo referencia a las formas cómo el organismo obtiene energía.
¿Qué es la resistencia aeróbica?
La resistencia aeróbica se produce cuando se ejecutan ejercicios de intensidad moderada pero por períodos de tiempo prolongados. Un ejemplo para entender la forma de producir este tipo de resistencia se puede lograr con el uso de una cinta de correr en casa, aunque también se genera con otras disciplinas como nadar o ir en bicicleta. Son los ejercicios que se practican para cumplir con el objetivo de bajar de peso y quemar grasa.
La fuente de energía para hacer uso de este tipo de resistencia son los hidratos y las grasas. Son ejercicios donde se necesita mucho oxígeno.
Los beneficios del ejercicio aeróbico
Obviamente cualquier tipo de actividad física trae consigo una infinidad de beneficios para la salud y el bienestar integral de cualquier persona. Pero, de manera específica, al hacer ejercicio aeróbico mejoran las funciones cardiovasculares. Quien ha tenido problemas del corazón debe mantener en sus hábitos regulares hacer ejercicios de este tipo.
Además, logran minimizar los niveles de colesterol negativo y aumentar los HDL (colesterol bueno), así como los triglicéridos. Disminuye la presión sanguínea en un corto plazo de tiempo y reduce la glucemia, por lo que es un tipo de actividad que se recomienda ampliamente para diabéticos.
Asimismo, mejora tu estado de ánimo y te hace dormir mucho mejor, provocando una sensación de bienestar integral.
Formas de entrenar la capacidad aeróbica
Hemos comentado que para realizar actividades de resistencia aeróbica es necesario disponer de mucho oxígeno. Por tanto, el principal objetivo al ejecutar este tipo de ejercicios es contar con todo el oxígeno requerido para realizar, sin problemas, toda la sesión.
Entonces, para mejorar la capacidad aeróbica, debemos enfocarnos en aumentar la demanda de oxígeno durante el ejercicio. La frecuencia cardíaca será uno de los principales indicadores de estar realizando la rutina de la forma correcta. Ya lo hemos mencionado, actividades como correr, nadar e ir en bici estimulan tal capacidad.
¿Qué es la resistencia anaeróbica?
A diferencia de la aeróbica, ésta se pone a prueba al realizar ejercicios que duran menos tiempo pero que son de alta intensidad, estamos hablando de alcanzar pulsaciones de entre 160 y 200. La energía que el cuerpo necesita para activar este tipo de resistencia proviene de fuentes como la glucosa, que son más inmediatas que los hidratos.
El significado de anaeróbico es “sin oxígeno”, por lo tanto, esta será láctica o aláctica. Todo dependerá de los niveles de producción de ácido láctico que es el que se aloja en los músculos y es el responsable de producir dolor muscular y cansancio.
Las actividades más frecuentes que involucran la estimulación de este tipo de resistencia, son el levantamiento de pesas y las carreras de velocidad, ambas requieren de un máximo esfuerzo en un período corto de tiempo.
Los beneficios del ejercicio anaeróbico
Cuando se realizan estos ejercicios fortalecemos nuestros músculos y huesos. Si queremos bajar de peso, también se recomienda llevarlos a cabo. Incluso, una combinación perfecta de ambos es la receta más efectiva.
Con estos ejercicios aceleramos nuestro metabolismo y logramos incrementar la masa muscular.
En resumen, ambas capacidades, tanto la aeróbica como la anaeróbica, no pueden separarse, ya que el organismo utiliza las dos. Dependiendo del ejercicio que queramos realizar, una será más predominante que otra, pero nunca se estimulará una sola.
Solemos llevar a cabo transiciones en nuestras rutinas de ejercicios, pasando del umbral aeróbico al anaeróbico, o viceversa. Cuando dejamos de consumir oxígeno durante la actividad física, podemos decir que nos encontramos en umbral anaeróbico, que es cuando llegamos al punto de inflexión y el ácido láctico se activa.