En nuestro organismo habitan más de 100 billones de bacterias (equivalentes aproximadamente a dos kilos) que viven en nuestro interior de forma simbiótica con nuestro organismo. Es decir, las bacterias se aprovechan de nosotros y nosotros de ellas. Ese número enorme de bacterias, mayor que el número de células que tenemos en todo el cuerpo, realizan una serie de funciones beneficiosas para nosotros que sin ellas probablemente nuestra existencia correría peligro. El beneficio de estas bacterias vivir en nuestro interior es el de alimentarse. A cambio ellas nos proporcionan la posibilidad de aprovechar algunos residuos de la dieta que no podemos absorber y que las bacterias transforman en nuestro interior para que podamos utilizarlos. Además, potencian nuestro sistema inmunológico fabricando incluso vitaminas, como vitaminas del complejo B (vitaminas principalmente relacionadas con el metabolismo). También estas bacterias generan un hábitat estable a su alrededor impidiendo que las bacterias patógenas puedan entrar en esas lugares y los colonicen causándonos enfermedades. Por ejemplo, en el colón existen unas zonas llamadas criptas donde se localizan células inmunológicas que protegen a nuestro intestino. Algunas bacterias de las que viven en nuestro interior tienen estas zonas de las criptas intestinales como su hábitat, potenciando la labor inmunológicas de las células del intestino que allí residen.
Otra pregunta que se hacen los investigadores es como nuestro sistema inmunológico distingue una bacteria amiga de una que intenta dañar nuestro organismo. Por ejemplo, si comemos un alimento con Salmonella, nuestro sistema inmune. Pues se piensa que las bacterias que viven con nosotros son ellas las que hacen que el sistema inmunitario no reaccione contra ellas enviando señales a nuestros linfocitos (muchas veces las señales son azúcares que producen las propias bacterias) para que estos no puedan activarse. Una bacteria extraña como la Salmonella sus señales no serían reconocidas por los linfocitos y por lo tanto, en este caso, el sistema inmunitario si reaccionaría contra ellas. Todo esto son teorías basadas muchas veces únicamente en experimentos realizados in vitro utilizando cultivos celulares y de bacterias. Realmente la relación de nuestras bacterias residentes con nuestras células es complejísima en la que seguro intervienen multitud de mecanismos moleculares no conocidos ni comprendidos todavía. Sin ir más lejos, el proyecto Genoma Humano en el que se secuenció nuestra información genética también secuenció el microbioma, los genes de los billones de bacterias que habitan en nosotros y que son fundamentales para nuestra supervivencia. A través de este conocimiento se están realizando estudios, como uno existente a nivel europeo, en el que se está intentando generar un catálogo de bacterias simbióticas que viven en el cuerpo humano. Con los resultados iniciales de este proyecto se ha incluso postulado que es posible que los seres humanos puedan clasificarse además de por su grupo sanguíneo, sexo y edad, según sus bacterias.
¿Donde se encuentran esas bacterias?. Pues su lugar de residencia más conocido es el aparato digestivo y particularmente en el intestino delgado y grueso. Pero también podemos encontrar bacterias en la boca, las fosas nasales, en el pelo, residentes en la piel o en el oído entre otros lugares. La mayoría de estas bacterias no se pueden considerar patógenos. Sin embargo, si entran en contacto por ejemplo con la sangre o con el líquido cefalorraquídeo podrían inducir enfermedades como la sepsis.
Es evidente que tenemos que cuidar a nuestras bacterias. Por ejemplo, cuando tomamos antibióticos estamos también eliminando bacterias que nos ayudan en nuestra salud. Pero también las eliminamos fumando, por el estrés, mediante una alimentación no saludable etc.
Ahora hay en el mercado muchos productos de tipo yogures, derivados lácteos etc que contienen probióticos. Es decir contienen bacterias vivas semejantes a las que residen en nuestro organismo y particularmente en el intestino. Bacterias como Lactobacillus acidophilus, Bifidobacterium bifidum, Streptococcus thermophilus etc aparecen añadidas en estos alimentos. También existen alimentos prebióticos. Estos son ingredientes no digeribles que potencialmente favorecen el crecimiento selectivo de nuestras bacterias intestinales beneficiosas. Generalmente son carbohidratos provenientes de la cebolla, ajo, puerro tomates y un largo etcétera. Existe no obstante la duda de si son tan necesarios este tipo de alimentos ya que los estudios existentes hasta el momento no son concluyentes en este aspecto. Seguro que en Teinteresa, dedicaremos otros artículos a comentar mas específicamente si estos productos realmente nos benefician. Lo que si es claro es que una dieta equilibrada ayuda a equilibrar y recuperar nuestra flora intestinal.
Muchos viajeros que visitan Latinoamérica, particularmente México, desde tierras europeas sufren lo que se denomina la diarrea del viajero o mas conocido como venganza de Moctezuma. Realmente, estas diarreas son provocadas por una bacteria que se encuentra en el agua y en la piel de algunos alimentos como frutas y verduras, pero que es muy probable que también resida en el organismo de los habitantes de esos países además que su organismo estar acostumbrado a ella y no así el de las personas extranjeras que les visitan. Esa bacteria también tiene una función muy beneficiosa ya que recientemente se ha descubierto que una tóxina que libera la bacteria consigue frenar la división de las células cancerígenas en el colon.
Ortega y Gasset decía que el hombre, es el hombre y sus circunstancias. ¿Estaría pensando también Ortega y Gasset en las bacterias?.