Las continuas provocaciones de Irán y Estados Unidos, mediante declaraciones hostiles, sanciones e incidentes de seguridad, no amenazan a corto plazo el acuerdo nuclear pero sí dinamitan el frágil equilibrio creado por el mismo.
No pasa ni un día sin que algún responsable estadounidense o iraní lance sus dardos contra el otro país, especialmente desde que a principios de mes el presidente de EEUU, Donald Trump, promulgara una ley que impone nuevas sanciones a Irán y que Teherán considera una violación del acuerdo.
El último en pronunciarse fue hoy el jefe de la Agencia Iraní de la Energía Atómica, Ali Akbar Salehí, quien aseguró que su país es capaz de reanudar el enriquecimiento de uranio al 20 % en un plazo máximo de cinco días si EEUU rompe el pacto nuclear.
Según el citado pacto, firmado en julio de 2015 con seis grandes potencias, Irán tiene limitada su capacidad de enriquecimiento de uranio al 4 % durante los próximos 10 años.
Con esta advertencia, Salehí certificó las recientes amenazas del presidente, Hasan Rohaní, de que Irán está en condiciones de recuperar en «horas o días» su nivel nuclear previo al acuerdo en caso de nuevas sanciones de Washington.
Sin embargo, ¿qué implican estas amenazas? La realidad es que Rohaní se ve obligado a responder a Trump para no dar alas a los sectores más conservadores del sistema que le acusan de no saber frenar a EEUU y de negociar mal el pacto.
Para el analista Henry Smith, de la organización especializada en la evolución y el nivel de seguridad en el mundo Control Risks, «Rohaní tiene que mostrar que reacciona a EEUU» en el marco de las habituales «provocaciones mutuas».
Smith dijo a Efe que se puede decir que el pacto «está en peligro porque EEUU toma medidas provocativas e Irán responde», pero realmente «lo importante es saber si tienen intención de retirarse del acuerdo».
En el caso de Teherán, es evidente su interés por salvar el pacto, debido a que proporciona «beneficios económicos y seguridad nacional», según el director del equipo de consultores de Control Risks para Oriente Medio y especializado en Irán.
De hecho, tanto Rohaní como Salehí, han asegurado en sus respectivos discursos que no quieren romper el acuerdo nuclear, pero que eso no implica que vayan a mantenerlo a cualquier precio.
En cuanto a EEUU, que podría fácilmente retirarse de forma unilateral y cuyo presidente ha amenazado con romperlo o al menos revisarlo, el experto también se muestra relativamente optimista.
Smith señaló que «hay voces pragmáticas» tanto en la Casa Blanca como en el departamento de Defensa que piensan que el acuerdo «trae seguridad», una opinión compartida por el resto de firmantes: Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania.
Este debate en EEUU sobre el tema no impide la continuación de las políticas y las sanciones en represalia por el programa de misiles balísticos de Irán y por su apoyo a grupos armados como el libanés Hizbulá.
Las últimas sanciones de Washington iban dirigidas contra entidades e individuos vinculados con el sistema de misiles de Irán y a los Guardianes de la Revolución.
En respuesta, el Parlamento iraní aprobó el pasado día 13 por unanimidad un proyecto de ley que impone sanciones contra EEUU y otorga un presupuesto de 500 millones de dólares para el programa defensivo del país, incluido el de los controvertidos misiles.
Para el analista de Control Risks, con este proyecto de ley «el sistema iraní respondió a las sanciones de EEUU y mostró que es un actor independiente que defiende sus intereses».
Las sanciones son simbólicas debido a la ausencia de empresas estadounidenses en territorio iraní a las que congelar sus fondos, pero el hecho de aumentar los presupuestos de defensa sí mete el dedo en la llaga de EEUU.
En esta línea, el nuevo ministro iraní de Defensa, Amir Hatamí, aseguró nada más ser aceptado para el cargo hace dos días que seguirá adelante con el actual programa de misiles del país sin ceder a las «presiones» de Washington.
Además, para mostrar su poderío miliar, Irán ha protagonizado varios incidentes este verano con barcos estadounidenses en aguas del golfo Pérsico, los dos últimos mediante drones este mes de agosto.
La creciente tensión entre ambos países, que rompieron relaciones en 1980, desestabiliza aún más la volátil región de Oriente Medio y hace saltar por los aires las esperanzas creadas con la firma del acuerdo nuclear sobre una mejora de los lazos bilaterales, un supuesto que se vislumbra imposible en los próximos años.