La tierra es semiárida y los escasos recursos han de compartirse con los refugiados sirios en la localidad libanesa de Deir el Ahmar, donde se están impulsando nuevos proyectos para desarrollar la zona y evitar brotes de violencia.
Estas medidas tratan de crear empleo y mejorar la vida de locales y desplazados para mantener la actual coexistencia pacífica en esta población de mayoría cristiana, situada en el valle oriental de la Bekaa.
A los proyectos humanitarios se suman otro tipo de disposiciones de las autoridades, que han decidido limitar la llegada de nuevos refugiados y los movimientos nocturnos de los presentes en un campo informal a las afueras de la localidad.
Todos temen en Deir el Ahmar que la situación se deteriore como en otras partes del Líbano o que se infiltren grupos extremistas como ocurrió en la población de Arsal, donde el mes pasado decenas de soldados y policías murieron o fueron secuestrados por yihadistas procedentes de Siria.
«La situación va de mal en peor debido al gran número de refugiados, que plantean problemas de seguridad y compiten con la mano de obra libanesa, por lo que el paro supera el 40% de la población», lamentó en declaraciones a Efe el alcalde de Deir el Ahmar, Milad Akury.
A la zona se desplazaron esta semana para conocer la situación sobre el terreno y los nuevos proyectos el alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres, y la administradora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Helen Clark.
Guterres dijo a Efe que «la solución al problema de los refugiados es que tengan posibilidades para poder vivir y lograr que los campos sean seguros».
Entre los proyectos que desarrollan el PNUD y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cabe mencionar la construcción de un embalse, que permita irrigar las tierras agrícolas que han reemplazado el cultivo de hachís, común durante la guerra civil (1975-1990).
También un gran almacén con cámaras frigoríficas y un centro para que las mujeres preparen platos tradicionales, conservas y otras especialidades de la región, que se vendan en el mercado local y en el exterior.
Sin embargo, el compromiso de la comunidad internacional flaquea. Guterres aprovechó para quejarse de que «no se aporta la ayuda suficiente al Líbano para que haga frente a ese problema y al de su propia población».
También se mostró insatisfecha la refugiada Jalima, de 29 años y procedente de la provincia siria de Al Raqa, en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
En su tienda de campaña, esta madre de cinco hijos, entre ellos un bebé de algunos meses, dijo a Efe «no recibir hasta ahora ayuda, ni siquiera leche» para sus hijos menores.
«El mayor de 12 años trabaja en el campo para poder ayudarnos», lamentó la mujer, que vive con otros compatriotas en el campo informal situado en las afueras de Deir al Ahmar, donde duermen en colchonetas en el suelo.
Aunque la situación aún es precaria, los proyectos empiezan a dar sus frutos. Clark se mostró «impresionada» y esperanzada por cómo ayudarán a la población.
«Creo que podremos ayudar en la creación de empleo para superar esta crisis, sobre todo participando en los procesos agrícolas, en la recolección de frutas y verdura, lo que beneficiará también a los sirios», explicó a Efe.
El PNUD señaló en un informe ayer que el gran número de refugiados impide al Líbano avanzar en el ámbito del desarrollo y el crecimiento, debido al aumento de la pobreza y de los problemas de escolarización, entre otros.
El alcalde de Deir el Ahmar insistió por su parte en que en una zona agrícola como ésta «la primera necesidad es el agua y la infraestructura, que crea oportunidades de trabajo para que la gente no abandone su tierra».
Sin embargo, su mayor preocupación es la seguridad. «Estamos estableciendo algunas disposiciones para evitar problemas en el futuro, como no permitir la entrada de más refugiados sirios e impedir que salgan por la noche», indicó Akury.
Estas medidas se adoptaron después de lo sucedido en la cercana Arsal en agosto pasado, cuando combatientes del EI y el Frente al Nusra mataron a 19 uniformados, hirieron a 86 y se llevaron como rehenes a una treintena.
En Deir al Ahmar siempre hubo presencia siria, ya que tradicionalmente venían como mano de obra para el sector agrícola, pero ahora cambia el perfil.
«A los antiguos los conocíamos. El problema son los nuevos, de todas las comunidades religiosas sirias», señaló el alcalde, que instó a los refugiados a «adaptarse a las tradiciones locales».