El escándalo se desató el 17 de febrero de 1992, cuando el presidente del orfanato milanés Pio Albergo Trivulzio, Mario Chiesa, se disponía a meterse en el bolsillo la novena »tangente» de 14 millones de liras (1.400.000 pesetas) por una concesión a una empresa de limpieza. El problema para él es que los billetes que le entregó un empresario para poder construir estaban marcados y además el constructor, harto de sobornos, lo había denunciado a la justicia y se entrevistó con Chiesa con un micrófono oculto. Cogido con las manos en la masa, Chiesa fue detenido por la Policía.
Utilizado por el entonces primer ministro, Bettino Craxi, como «chivo expiatorio», Chiesa se convirtió en una de las víctimas del sistema de corrupción que dominaba desde hacía varios años la política y la economía italiana. Craxi ganó las elecciones y después de los comicios fue cuando la justicia anunció la detención de Chiesa. En ese momento Craxi dice que el PSI no tiene nada que ver con sus prácticas corruptas. Y el detenido, que se siente abandonado, empieza a cantar en la cárcel. Caen varios empresarios y otros políticos y el escándalo sale de Milán y se extiende a otras ciudades del país. Varios de esos políticos, que pertenecen tanto al PSI como a la DC, cantan, a su vez, y por lo mismo que Chiesa, porque sienten que su partido les ha dejado tirados. Su confesión llevó ante la justicia a los peces gordos de la escena política y del mundo empresarial. El balance final de la operación »Manos Limpias» se saldó con 1.233 condenas y 429 absoluciones. La consecuencia del escándalo fue que los dirigentes del PSI no obtuvieron los votos del Parlamente para acceder a la presidencia del Gobierno y llegaron Scalfaro y Amato para suplir a Craxi y Di Andreotti en el partido y en el gobierno.
Según recogía Europa Press en el décimo aniversario del escándalo, detrás del caso Chiesa entre 1992 y 1993, estuvo el polémico magistrado Antonio Di Pietro, que investigó las altas esferas de la política romana, llevando al banquillo de los acusados a los líderes del Partido Socialista Italiano (PSI) y de la Democracia Cristiana (DC), Bettino Craxi y Arnaldo Forlani, respectivamente. Pero antes de procesar a Craxi, el escándalo ya se había cobrado una víctima. Sergio Moroni, diputado socialista, se suicidó dejando un documento en el que admitiía su culpa. Durante los dos años siguientes, entre el 92 y el 94 se contabilizaron casi una treintena de suicidos relacionados con el escándalo.
La corrupción salpicó también al actual primer ministro, Silvio Berlusconi, que mantenía una gran amistad con Craxi, y que fue investigado en noviembre de 1994, en el marco de los sobornos pagados por su holding, Fininvest, a la Guardia de Finanza. »Il Cavaliere» fue condenado a siete años de cárcel y absuelto después en apelación.
Siguiendo las huellas de aquel dinero, los magistrados descubrieron miles de millones en empresas en el extranjero y transferencias sospechosas. El 6 de diciembre de 1994, Di Pietro abandonó la magistratura.
Los cargos imputados a »Il Cavaliere» se incrementaron al añadir el pago de comisiones, por su parte y la de su abogado, Cesare Previti, a algunos jueces romanos, en la que fue bautizada como operación »Togas Sucias».
En septiembre de 1996, la Fiscalía de La Spezia (Liguria) detuvo al número uno de los Ferrocarrilles del Estado, Lorenzo Necci, y al banquero ítalo-suizo Francesco Pacini Battaglia por corrupción y fraude, mientras que en el punto de mira de la nueva investigación se situó también la propia operación »Manos Limpias», cuando el ex fiscal de Florencia fue acusado de absolver a uno de los imputados a cambio de obtener favores.
Mientras, los largos plazos de la justicia italiana llevaron a la prescripción de algunos delitos, entre ellos el dinero pagado por Craxi a Berlusconi. El mundo político, duramente golpeado por las investigaciones, intentó contrarrestar los efectos como el recurso a la inmunidad parlamentaria o la reforma de las leyes.
Los primeros efectos de »Manos Limpias» se pusieron de manifiesto en las elecciones del 5 de abril de 1992, en las que se registró un cambio en la geografía de los partidos: la Democracia Cristiana perdió cinco puntos, mientras que la Liga Norte, de Umberto Bossi, consiguió 55 escaños en la Cámara de los Diputados. Para la formación de Gobierno fueron necesarios 83 días, pero uno de los momentos más polémicos fue la concesión, el 29 de abril de 1993, de la inmunidad parlamentaria al secretario del PSI, Bettino Craxi.
El 13 de julio de 1994, el Gobierno de Berlusconi aprobó el llamado »decreto salvaladrones», porque excluía de la pena de cárcel los delitos típicos de »Tangentópolis», como corrupción, fraude, abuso de poder y financiación ilegal.