Regina Otaola se ha sincerado en su libro “El Precio de la libertad” (La Esfera de los libros, Madrid, 2012). La que fue alcaldesa del pequeño pueblo, de la Guipúzcoa profunda, Lizarza (cerca de Tolosa, a 31 kilómetros de San Sebastián), bastión de los radicales de HB, entre los años 2007 y 2011, ha escrito un libro, ayudada por el que fuera su asesor de prensa Jorge Mendiola, despedido por el PP, tal vez como terapia personal, o tal vez como broche de cierre documental de una de sus etapas más difíciles de su actividad política, ejercida en uno de los escenarios más complicados de todos cuantos podía imaginarse: la Euskadi más radical e intolerante.
Otaola no se olvida del PSOE, y de su actitud, en la crisis del 11-M. Los atentados de aquel día iban a marcar el resultado de las elecciones de 2004, que volvió a ganar Zapatero. “Lo que nunca debió hacerse es permitir unas elecciones con ese atentado de por medio” –opina Otaola-. La ex alcaldesa de Lizarza denuncia una campaña de acoso y derribo de los socialistas, contra su partido, el PP, para alzarse con la victoria, echándole “los muertos de los terroristas al gobierno Aznar”. Fruto de esa enorme tensión que se vivió en esas apenas noventa horas, y de la estrategia socialista denunciada en el libro, Otaola revela el origen de la filtración, interesada, de los “terroristas suicidas” que difundió la SER para apoyar la autoría de Al-Qaeda en los atentados de Atocha: “¿O no fue el propio candidato socialista José Luis Rodríguez Zapatero el que llamó a la cadena de radio SER para hablar de ‘terroristas suicidas’?”.
El anterior alcalde de Lizarza: Joseba Egibar (PNV)
Otaola fue, antes, concejala también del municipio guipuzcoano de Éibar entre 1995 y 2007, y portavoz del grupo popular en las Juntas Generales de la Diputación Foral de Guipúzcoa (el parlamento de la provincia). Pero su decisión de concurrir a las elecciones municipales de 2007 en uno de los bastiones de Batasuna, Lizarza, con escasos 700 habitantes en su censo, le catapultó a la popularidad mediática. Para unos Regina Otaola se convirtió en un adalid de la libertad y la Constitución española. Para otros, en una suicida que perseguía autoinmolarse en el ayuntamiento de Lizarza. Para otros, los más radicales, en una provocadora que merecía una seria reprimenda. La Ley de Partidos, promovida por el Partido Popular de Aznar, impidió que Batasuna se presentara a las elecciones municipales, lo que favoreció la llegada de la lista liderada por Otaola, que sustituyó a Joseba Egibar (PNV) “que no puso un pie en el pueblo” y que, cuando lo hacía, llegaba en un coche “encogido” en el asiento para no ser visto.
Su trabajo en el pueblo, donde no podía vivir, ante las continuas amenazas que recibía de los más radicales, se convirtió para ella en una pesadilla, pero se sentía fuerte porque estaba respaldada por compañeros del partido, como Gregorio Ordoñez o María San Gil. El asesinato de Ordoñez (23 de enero de 1995), precisamente, supuso para ella un golpe durísimo. “Estaba en un estado emocional difícil de describir con palabras”. Pero no es el único asesinato que cuenta, en primera persona, en su libro. Los nombres de Miguel Ángel Blanco, Sebastián Aizpiri, Ignacio Uría, Isaías Carrasco, merecen capítulos enteros en el libro. Regina Otaola convivía, por decisión propia, con la violencia, con la amenaza de muerte, con el insulto, con la agresión, física y verbal. Y a pesar de ello siguió al frente del ayuntamiento de Lizarza hasta el final de su legislatura. Hoy, tras las últimas elecciones (2011) este municipio guipuzcoano cuenta de nuevo con un alcalde de Bildu, Aitor Agirre Alkorta.
Rajoy no sale bien parado
Este hecho, la posibilidad de que los radicales regresaran a las instituciones, sorteando la Ley de Partidos, que aún sigue vigente, fue uno de los grandes detonantes para Regina Otaola, que le hizo sopesar seriamente su marcha de Euskadi, y el abandono de la labor a contracorriente que encabezaba en Euskadi, defendiendo la Constitución en nombre del Partido Popular. La alcaldesa de Lizarza se sintió –cuenta en su libro- apoyada por José María Aznar, presidente entonces del Gobierno, que visitó el pueblo el 25 de enero de 2008, le regaló una bandera española para el ayuntamiento e incluso asistió a la izada, junto a los concejales del PP, incluida la presidenta del partido en el País Vasco, María San Gil. Por eso, en el capítulo de las comparaciones, Mariano Rajoy no sale bien parado en el libro de Regina Otaola: “Aznar hizo algo que Rajoy nunca hizo: visitar el único municipio que el PP ha gobernado en Guipúzcoa en toda su historia”.
Izar la bandera de España en el ayuntamiento de Lizarza se convirtió en un verdadero símbolo de la lucha por la libertad contra los radicales, y fue protagonizado por Regina Otaola en este pequeño pueblo de Guipúzcoa, que acaparó toda la atención de los medios de comunicación nacionales. Asistir a los plenos municipales se convirtió para ella, y para sus compañeros, en una auténtica tortura a la que asistía entre insultos de todo tipo, pronunciados por los abertzales, en medio de espectaculares dispositivos de la Ertzaintza, que desplazaba a Lizarza a los Berrocis (cuerpo de élite de la policía autonómica vasca) para protegerles.
Otaola asistió incrédula a lo que ocurría dentro del PP
Otaola tiene palabras críticas, muy duras, contra el cambio de dirección en la política antiterrorista de su propio partido, cuyos nuevos dirigentes abandonaron a su suerte a María San Gil, y con ella a quienes habían trabajado, muy duro, mano a mano con ella, en aquel, a veces, irrespirable ambiente político. “Muchos en el PP –dice Otaola- vivimos aquella situación con incredulidad, con desesperanza, con desconfianza; la desconfianza de María hacia Mariano, pero también la de la gente del partido entre sí”. Por eso, como Regina conocía de primera mano todo el proceso de desencuentro entre la dirección del PP en Euskadi y los nuevos aires que llegaban con los marianistas, no entendió una frase, que recoge en el libro del propio presidente del Gobierno que, literalmente, le dijo: “no sé lo que ha pasado con María”.
Regina Otaola no comprendía, desde su vivencia angustiosa en Éibar primero, y luego en Lizarza, donde había conocido el odio y la intolerancia de los radicales, muchos de ellos condenados, y confesos, por asesinatos de compañeros de partido, a cuyas viudas había tenido que consolar, cómo podía permitirse el regreso a las instituciones de los ideólogos de ETA, por mucho que el alto el fuego de la organización hubiera marcado la agenda de la política antiterrorista. Otaola cuenta la caída de Acebes, de Zaplana, e incluso de Manuel Pizarro en su libro, “Rajoy adujo que quería formar su propio equipo, como si el anterior estuviera compuesto por gente de otros partidos”.
“El precio de la libertad” de Regina Otaola habla sin tapujos de lo que ocurre en los pueblos de Euskadi, donde la convivencia pacífica entre personas que opinan de forma diferente resulta poco menos que un sueño, según la política del PP, que también sigue pensando que la “mafia” de los radicales impone sus reglas por la fuerza del miedo. Silenciada ETA, ahora queda abandonar otras prácticas, si no mortales, sí desde luego degradantes para quienes no piensan como los que hasta ahora han hecho de los pueblos de Guipúzcoa, el territorio más abertzales de los tres que configuran la comunidad autónoma vasca, su particular cortijo.
Recolocada gracias a Esperanza Aguirre
Hoy, Regina Otaola, trabaja en Madrid, en un puesto que le ofreció la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor. Otaola no tiene para Aguirre más que palabras de agradecimiento por acogerla en la capital de España. “Cada día doy gracias por la oportunidad que me brindó Esperanza Aguirre. Esa gran mujer, esa gran líder que sabe gobernar con acierto y sin miedo”.