Mariano Rajoy pronunció ayer el discurso que se le estaba esperando desde hace mucho tiempo. En la clausura de la convención del Partido Popular en Valladolid enardeció los ánimos de los militantes y recuperó una complicidad con su gente que muchos estaban echando de menos. Habló también al conjunto de los españoles, no sólo a los militantes populares, y el efecto de sus palabras se verá de aquí hasta las elecciones europeas de mayo. Pero ayer empezó a cundir la impresión de que algo cambia en las relaciones del presidente del Gobierno con los ciudadanos.
Rajoy abandonó ayer brillantemente su encierro de dos años en la gestión de despacho, en las peleas parlamentarias y en las gestiones europeas. Sus salidas al contacto con la gente fueron escasas y de repercusión débil (alguna de ellas sorprendentemente débil como el discurso de la semana pasada en Barcelona, en el que estableció su diagnóstico, su disposición y su pronóstico sobre la deriva independentista de la Generalitat de Cataluña, una cuestión fundamental que sobrevoló la atención pública). Y sus declaraciones en los medios, tan esporádicas que casi fueron desatendidas.
Lo de ayer fue una salida en tromba, que recuperó al mejor Rajoy que se ha visto en el Parlamento y en la tribuna. Oyéndole hablar uno se pregunta por qué este hombre no se prodiga. Porque cuando está en vena, como ayer, es un orador que razona, que convence y que pelea. Está claro que, preocupado por la gravísima situación que se encontró –“recibimos un país tambaleándose al borde de la quiebra. Llegamos al Gobierno dispuestos a afrontar una situación muy difícil, pero resultó que era mucho peor de lo previsto y de lo que confesaban los responsables”, reveló ayer-, se metió en la sala de máquinas de las reformas para no salir hasta que lograra enderezar el rumbo.
Es de suponer que ayer empezó a cambiar una nueva forma de actuación del presidente del Gobierno. La tarea no está concluida, ni mucho menos, pero es posible que haya entendido que tendrá que combinar a partir de ahora la ingeniería política con el arte de la comunicación. Un político que maneja tan bien la oratoria solo puede perder con el silencio, que es lo que más conviene a la oposición para reiterar sin réplica sus críticas y sus acometidas. Parafraseando lo que él mismo dijo en septiembre en el Council on Foreign Relations de Nueva York sobre la mejora de nuestra economía, “España ha vuelto y lo ha hecho para quedarse”, lo de ayer significa que “Rajoy ha vuelto” y de él dependerá que sea efectivamente para quedarse.
El pasaje que hizo levantar a los asistentes de sus asientos fue una réplica a Rubalcaba -a quien no citó por su nombre sino como “uno de los principales causantes de todos los sinsabores que hemos tenido que soportar”-. Ahí mostró Rajoy sus habilidades oratorias: “¿Cómo se puede decir que «lo peor está por llegar»? ¿Tanto trabajo cuesta reconocer lo que en todas partes, menos en su partido, se reconoce? ¿Tan esclavo es de sus propias consignas? Si tú eres parte destacada en la causa de ese calvario, o te callas o reconoces el mérito de la gente. No le ocultes la verdad de la recuperación como antes le ocultaste la del hundimiento”. Los fuertes aplausos “populares” revelaban ansias de desquite tras haber soportado las críticas de los anteriores gobernantes en medio del silencio oficial.
Eso fue lo más caliente pero lo importante del discurso se encuentran al menos estas cuatro aseveraciones:
1.- España sale de la dura crisis económica gracias a las numerosas reformas que ha hecho el Gobierno y el esfuerzo que han puesto en ello los españoles.
2.- Uno de los grandes aciertos fue evitar el rescate de España por la Unión Europea, que era pedido insistentemente por muchos, entre ellos la oposición, y que habría causado al país graves dificultades.
3.- La crisis no ha terminado, ni mucho menos, pero empiezan a verse resultados positivos que permiten mirar el futuro con esperanza.
4.- El principal valor que encierra España es la unidad de todos los españoles. “¿Que algunos no lo comparten? Al menos que lo respeten y, si no les importa lo que desean los demás, al menos que respeten la ley. Combatiré sin descanso –sentenció Rajoy- todo lo que siembre discordia en España y divida a los españoles”.
Comienza la segunda parte de la legislatura con elecciones hasta desembocar en las generales de finales de 2015. Controlada, aunque no superada la crisis, cambia el panorama político, y el Gobierno y su partido se muestran dispuestos a variar su gestión para reanudar las relaciones con la opinión pública –agotada y disgustada por la dureza de las reformas- y recuperar la iniciativa y el voto. Eso parece