Cien días es el “margen de gracia” que militantes y simpatizantes de un partido dan a su nuevo líder. También, en teoría, la oposición. Pedro Sánchez llega hoy a esa línea de confianza con algunos aciertos, pero también con los primeros “peros” a su gestión, rectificaciones, sondeos desoladores y con las primeras desavenencias con la presidenta de la Junta andaluza, Susana Díaz, lideresa en la sombra de Ferraz.
Pocos apostaban porque aquel prácticamente desconocido Pedro Sánchez (Madrid, 1972), diputado madrileño, doctor en Económicas y profesor en la Universidad Camilo José Cela, anteriormente concejal en el Ayuntamiento de Madrid, llegase a secretario general de un PSOE en crisis abierta tras los resultados de las elecciones europeas y golpeado por la renuncia de Rubalcaba.
Sánchez dejó ya claras sus intenciones en la “puesta en escena” al presentar, el 12 de junio, su candidatura al liderazgo de Ferraz. Para el anuncio eligió una casa del pueblo de una localidad al sur de Madrid, donde, ante un centenar de militantes, prometió un cambio “con corazón y con cabeza”, con “humildad” pero con la ilusión de ofrecer un “proyecto vertebrador para España”.
“Cuánta injusticia de la dictadura con muchos españoles”, clamó en recuerdo a sus abuelos, una referencia constante en muchos de sus discursos. El lema elegido por aquel candidato al sillón de Rubalcaba fue “Unidos por el cambio”. Un partido con organización, dirección y proyecto político, era su promesa. “En el que todos son importantes, los militantes de base y también sus representantes”, dijo entonces.
Sánchez se incorporaba así a la carrera por el liderazgo socialista, en la que destacaba el entonces secretario general del grupo socialista en el Congreso, Eduardo Madina, y participaban otros dos militantes, José Antonio Pérez Tapias, miembro de Izquierda Socialista, y Alberto Sotillos. Fue una carrera marcada, sobre todo, por la renuncia de la presidenta andaluza, que decidió desoir las peticiones de varios secretarios generales provinciales para liderar el partido, pero que, en cambio, se convertiría al mismo tiempo en la gran valedora de Pedro Sánchez.
En el momento del anuncio, éste llevaba ya 30.000 kilómetros recorridos por las federaciones socialistas de todo el país. Él mismo se autodefinió como “candidato en la carretera” y marcó clara su intención, encontrarse “con el corazón” de la militancia. Su popularidad fue aumentando en paralelo al cuentakilómetros.
La recogida de avales evidenció ya el despunte del diputado. Sánchez presentó 45.000 firmas-con un fuerte respaldo de la delegación andaluza, la más numerosa del país, frente a las 26.000 de Eduardo Madina y las 12.000 de José Antonio Pérez Tapias. El 13 de julio, se impuso en las urnas con un 48»7% de los votos de los militantes, ante el 36»2% logrado por Madina y el 15»1% de Pérez Tapias. La radiografía de aquella votación dio también muestra de dónde se había fraguado el liderazgo del nuevo secretario general: Sánchez ganó en once comunidades- entre ellas, federaciones relevantes como Euskadi, Madrid y Comunidad Valenciana- pero con especial margen en Andalucía, donde obtuvo más del 60% de los votos, 10.000 apoyos más que su principal rival, Eduardo Madina.
Por primera vez en la historia del PSOE, el secretario general era elegido mediante el sistema de consulta a la militancia, y no por el voto de los delegados. El 27 de julio, fue elegido por aclamación de los mil delegados asistentes al Congreso federal extraordinario del partido, encargados de ratificar el resultado de esa consulta a las bases. Fue Susana Díaz, a la sazón presidenta del congreso, la encargada de leer el informe de la consulta del 13 de julio y la que declaró elegido al secretario general.
Los delegados, y también los 2.000 invitados, se pusieron en pie y arrancaron un sonoro aplauso que se prolongó durante más de minuto y medio, hasta que el propio Sánchez lo interrumpió para proclamarse como candidato de las “clases medias y progresistas” castigadas por las políticas del PP y confiadas en una “izquierda que gana elecciones”. “Hoy no empieza todo, pero empiezan muchas cosas”, dijo Sánchez. En aquel primer discurso, el recién nombrado secretario general prometió un partido de la “honradez intransigente”. “No me temblará la mano para echar a los corruptos”, dijo, transparente, “con asambleas abiertas” en todo el país para la “rendición de cuentas” a los militantes de base, y con una crítica abierta al PP de Rajoy. El nuevo líder prometió dirigir un PSOE que haría de Mariano Rajoy un presidente “de cuatro años y un único mandato”.
Sus principales promesas: la reforma de la Constitución hacia un modelo federal, un cambio en la Ley de Partidos para hacer obligatorias las primarias abiertas, la modificación de la Ley Electoral para establecer la paridad obligatoria en las listas electorales, la limitación de mandatos a un máximo de dos legislaturas, la eliminación de la financiación privada de empresas a partidos y limitación de las donaciones particulares a dos mil euros, la incompatibilidad de recibir remuneraciones por el desempeño de más de un cargo público, supresión de indultos y aforamientos, una reforma fiscal progresiva, el fin de las puertas giratorias, la derogación de la reforma laboral y de la ley del aborto o el endurecimiento del Código Penal en casos de corrupción.
La composición de su equipo
El nombramiento de su Ejecutiva no estuvo exenta de críticas, sobre todo de sus rivales en las primarias, que se quejaron de la falta de integración y rechazaron formar parte del equipo, como les había ofrecido el nuevo líder socialista. Sí estarían, en cambio, dos apoyos del primero. Manuel de la Rocha, en Economía y Meritxell Batet en Programas. El entorno de Madina lamentó entonces que el nombramiento no fuese resultado de ninguna negociación.
La Ejecutiva diseñada por Sánchez venía marcada por el indudable peso de la delegación andaluza-ocho de los 38 puestos- y la presencia de hasta nueve “barones regionales”. El secretario general del partido en la Rioja, César Luena, se convertía en número dos del partido como nuevo Secretario de Organización, la presidenta del PSOE andaluz, Micaela Navarro, fue nombrada nueva Presidenta de los socialistas, y el diputado del Congreso por Sevilla, Antonio Pradas, que había colaborado activamente en la candidatura, fue designado número tres del partido al asumir la Secretaría de Política Federal.
La presidenta andaluza, que había rechazado el ofrecimiento para presidir el partido, se colocó finalmente al frente del Consejo de Política Federal, en sustitución del Consejo de Política Territorial, presidido hasta entonces por el presidente asturiano, Javier Fernández, que había respaldado a Madina en las primarias. El relevo de Fernández provocó también reacciones en la federación asturiana, hasta que finalmente, Sánchez decidió, para aplacar las críticas, reubicar al presidente asturiano en un órgano de nueva creación, el Consejo para la Transición Industrial y Energética. La exministra Carme Chacón, que en su momento valoró presentarse a las primarias, fue también incluida en el equipo, como secretaria de Internacional.
Las decisiones más polémicas
Sólo dos días después de su elección, el nuevo líder socialista se enfrentó a su primera decisión “sensible”: imponer a los eurodiputados socialistas españoles el voto en contra al conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. La decisión le enfrentó directamente al criterio de la todavía número dos del PSOE en la UE, Elena Valenciano-relevada después por la eurodiputada Iratxe García-, más partidaria de apoyar al candidato del Partido Popular Europeo a cambio de concesiones económicas beneficiosas a los ciudadanos.
La orden provocó la primera crisis abierta con el “recién llegado” y la ruptura del pacto de no agresión entre los socialistas y los populares europeos. El mismo malestar provocó el rechazo a la candidatura de Miguel Arias Cañete como comisario español, que finalmente fue desautorizada por los propios socialistas europeos, al votar de acuerdo con lo pactado.
Aunque los “tropezones” más visibles estarían por llegar. El primero fue su propuesta de celebrar “funerales de Estado” para las víctimas de la violencia de género, al igual que ocurre con las del terrorismo. Las declaraciones encendieron la polémica y sólo un día más tarde, Sánchez rectificó. “No me expresé bien, lo que quise decir es que la violencia de género es una cuestión de Estado, pero, si la familia lo considera oportuno, el Gobierno debería estar presente de alguna manera”, explicó el líder socialista en una entrevista en televisión.
Por los mismos días, golpeó también la propuesta, expresadaa en una entrevista a un periódico nacional, de suprimir el ministerio de Defensa. “Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género. Y sobra el ministerio de Defensa”, respondió Sánchez. Inmediatamente, fuentes socialistas se apresuraron a corregir que el secretario general se refería a la neceisdad de dedicar menos presupuesto a Defensa, y más a otras partidas, pero en ningún caso eliminarlo. Él mismo reconoció de nuevo la equivocación.
Aunque sin duda, la polémica más comentada fue su entrada en directo en el programa Sálvame, de Telecinco, para mostrar su desacuerdo con la celebración del Toro de la Vega, en Tordesillas. La aparición provocó un aluvión de comentarios, tanto en filas socialistas como de la oposición, y a través de las redes sociales.
A esa intervención le siguió otra no menos sorprendente, en el programa El Hormiguero, de Antena 3, en el que Sánchez respondió a las preguntas de los muñecos Trancas y Barrancas, y en el espacio dirigido por Risto Mejide en Cuatro, “Viajando con Chester”. La inédita estrategia fue obra de su recién nombrada directora de comunicación, Verónica Fumanal, asesora experta en “humanizar” políticos y que antes había trabajado, entre otros, con Albert Rivera, uno de los políticos mejor valorados en el actual escenario político.
A lo largo de estos cien días, ha habido también decisiones aplaudidas, como la reacción al escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid, con la expulsión de diez militantes titulares de las tarjetas opacas. Hace unas semanas, el PSOE aprobó además un código ético que prohíbe a todos su cargos públicos aceptar regalos, en efectivo o en especie, de personas relacionadas con su actividad política y cuyo valor supere los 60 euros. En los últimos días, Sánchez ha descartado cualquier tipo de pacto anticorrupción con el PP y ha recriminado a Rajoy que está «asediado» por los casos de financiación ilegal.
A mediados de octubre, el partido “desnudó” sus cuentas ante todos los ciudadanos, colgando en la web informes y documentos de su situación patrimonial, financiera y contable, además de las declaraciones de bienes, renta e intereses de los integrantes de la dirección del partido, del grupo parlamentario y del gerente. El ejercicio de transparencia, elogiado con viveza desde Ferraz, sirvió al mismo tiempo para revelar que se había cerrado 2013 con una deuda consolidada de 64»55 millones de euros, la más elevada de todos los partidos.
Tensiones en Catalunya y Andalucía
En estos primeros cien días de mandato, Sánchez ha tenido que lidiar también con uno de los frentes más calientes para el socialismo, el que marcan las relaciones con el PSC. El nuevo secretario general es consciente de la necesidad de no reabrir con el actual líder de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, un escenario de controversia como el que en su momento protagonizaron Alfredo Pérez Rubalcaba y Pere Navarro.
Sin embargo, el escenario en Catalunya sigue perfilándose con una indefinición manifiesta. En tanto Sánchez reitera su defensa de la reforma de la Contitución para albergar un modelo federal que pueda dar encaje a la comunidad y manifiesta su oposición a la consulta, el secretario de los socialistas catalanes ha mantenido en todo este tiempo una posición de ambigüedad.
El pasado septiembre, si bien desmarcándose del 9-N, el PSC votó a favor de la ley de Consultas en el Parlamento catalán, alineándose con el bloque separatista, y hace apenas unos días, Iceta invitaba a los ayuntamientos socialistas a facilitar los locales para la colocación de las urnas de la consulta alternativa si la Generalitat se lo pide por escrito.
“Es necesario respetar mucho a la gente que quiere participar”, justificaba el líder de los socialistas catalanes, que ha ofrecido también mano tendida al presidente de la Generalitat, Artur Mas, para ayudarle a agotar legislatura. A eso hay que añadir, las decenas de alcaldes y concejales socialistas que han mostrado su respaldo a distintas mociones municipales a favor de la independencia.
La fisura amenaza también en las últimas semanas desde la delegación andaluza, hasta ahora, principal respaldo de Sánchez. Es ya secreto a voces que la presidenta de la Junta, Susana Díaz, desea reivindicar su autonomía y marcar distancias con el secretario general, en un gesto de respuesta a los que critican la excesiva tutela que hasta ahora ha mostrado hacia el líder socialista.
La frialdad entre Ferraz y San Telmo, sede de la presidencia andaluza, se evidenció de forma pública hace unos días, cuando, en una entrevista en el diario El País, Díaz manifestó sus desacuerdos con las tácticas del secretario general. “Pedro Sánchez tiene una estrategia y yo otra”, afirmó entonces sin más aclaración . Las alusiones al balance de los meses de Sánchez al frente del socialismo se concretaron apenas en un “se ha hecho cargo del partido en uno de los momentos más difíciles de la democracia y el resultado de las europeas lo evidenció”. Nada más. En Ferraz, no se ocultó la sorpresa por la “contención” de la presidenta andaluza, que Sánchez apenas resolvió con una frase. “Tengo una magnífica relación personal y política con Susana Díaz y las diferencias que señala son de comunicación, pero en la estrategia estamos totalmente de acuerdo”.
Esta misma semana, la líder del PSOE andaluz, en cambio, volvió a evidenciar la distancia que la separa de Sánchez. “No comparto sus decisiones y él lo sabe”, afirmó en un desayuno informativo en Madrid.
En el entorno del secretario general, genera también recelos que Díaz no haya brindado abiertamente su apoyo a Sánchez para las primarias a presidente del Gobierno en julio de 2015, lo que el PSOE andaluz justifica en la necesidad de mantenerse neutral.
La relación con Podemos
Debatida ha sido también la postura de Pedro Sánchez con la formación encabezada por Pablo Iglesias. Su rechazo se manifiesta no únicamente en el contenido de sus declaraciones, en las que de forma insistente descarta cualquier tipo de pacto o entendimiento con Podemos. También, en el hecho de que en esas intervenciones. Sánchez trate de no referirse al partido por su nombre, término que reemplaza por “populismo”.
La negativa rotunda a las alianzas ha recibido críticas desde algunas federaciones, entre ellas, precisamente, la andaluza, desde donde piden al secretario general que sea más flexible y que no descarte de entrada un entendimiento con el partido que empuja en todos los sondeos.
Por el momento, en cambio, Sánchez no parece dispuesto a ceder en su postura ante Podemos. Ni siquiera el wasap de felicitación a Iglesias enviado en los últimos días, tras conocerse el resultado de las votaciones de los borradores de la formación, en la que el proyecto del eurodiputado salió reforzado, ha de entenderse como señal de acercamiento.
El motivo de ese mensaje fue que cuando el 13 de julio Sánchez se impuso en las votaciones, Iglesias también le envío una felicitación que le pasó “inadvertida”, y que ahora ha respondido, según han explicado fuentes del partido.El líder socialista es consciente del daño electoral que Podemos puede hacer al PSOE y en Ferraz no se oculta la preocupación que generan recientes sondeos, como el anticipio del CIS, o el hoy conocido de Metroscopia para El País, que colocan a la for mación de Pablo Iglesias como primera fuerza política en intención de voto. Aunque el declive es mayor para los populares que para socialistas, el electorado socialista es también el que tiene más riesgo de acabar trasvasándose a Podemos.
Desde el entorno de Sánchez, piden tiempo, aunque siendo conscientes de que las elecciones municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina sin que se haya logrado recuperar aún la credibilidad perdida en la última etapa del partido.