«Tengo tantas acciones de Cataluña como él, y él tiene tantas acciones de Madrid como yo«, ha señalado José Luis Corcuera en declaraciones a Onda Cero. El ex ministro de Interior ha enfatizado que en el PSOE son muchos los que están preocupados por Cataluña y que «en los temas de estructura del Estado» hay que ser «nítidos, clarísimos y no dar pie a ninguna aventura», sin saber «a dónde nos lleva».
Las declaraciones de Corcuera, por su contundencia, han sorprendido a muchos. No obstante, decir que el PSOE no sabe hacia donde camina es señalar lo obvio; esta es la situación que vive el partido desde antes de que Zapatero perdiese las últimas elecciones generales. Desde entonces han pasado dos años. Sin embargo, las perspectivas de futuro para los intereses del socialismo español, lejos de despejarse, no dejan de empeorar.
Así lo atestiguan las últimas tensiones -escenificadas en público sin pudor alguno y en las que Corcuera, fiel a su estilo, introdujo sus diáfanos comentarios- sobre qué modelo territorial defiende un partido que lleva la sigla de «español» en su nombre. Porque dentro del PSOE conviven, cada vez con mayores roces, varias concepciones de España, desde la unitaria a la federalista. Pero es que incluso no hay acuerdo sobre la clase de modelo federal que defienden. ¿O acaso tiene algo que ver el federalismo de Susana Díaz con el de Pere Navarro? En medio, Rubalcaba trata de hacer piruetas conceptuales para contentar a todos.
A las tensiones territoriales se suma la mediocridad de la actual cúpula directiva del PSOE. Menos Rubalcaba, que no deja de ser el último superviviente de la vieja guardia que trata de mantener el andamiaje del partido como buenamente puede, el resto de las caras, mírese como se miren –Madina, Valenciano o López, tanto Óscar como Patxi– son pesos pluma. Lo peor es que Carme Chacón, la supuesta alternativa al actual liderato, no parece tener mayor peso político que aquellos a los que aspira a desbancar.
Luego se encuentra la deriva ideológica del socialismo, mucho más grave de los que pudiera parecer a simple vista. La crisis actual, en el fondo, es la crisis del Estado del Bienestar, que, en su versión socialdemócrata, se ha revelado como insostenible. Además, sucede que en España la inviabilidad de este modelo quedó escenificada con especial fuerza con la nefasta gestión política de Zapatero. Los ecos de sus siete años de gobierno, para desgracia del PSOE, tardarán tiempo en apagarse.
Y, por último, se encuentra el fracaso electoral. Las encuestas, lejos de indicar que los socialistas serán capaces de sacar algún rédito del inevitable desgaste del PP en su labor de gobierno, pronostican una debacle mayúscula para las próximas elecciones generales con un PSOE situado -dicen- por debajo de los 90 diputados. Algo inédito en el actual periodo democrático.
En resumen. Todo indica que PSOE se enfrenta a la dureza de un invierno político sin precedentes en su historia reciente. Saldrá de esta, eso seguro, la cuestión que ahora se plantean sus actuales líderes es cuando, como y con quien lo hará.