Rajoy aparece relajado junto a Gloria Lomana momentos antes de la entrevista, pero rápidamente echa las manos hacia atrás, como guardando sus espaldas. Como si las cuchilladas fueran por ahí. Segundos antes de la entrevista mueve continuamente el pie izquierdo, está deseando empezar, deseando contar. Lomana está extrañamente nerviosa, como si fuera la voz de la conciencia de muchos españoles, adoptando una posición de ataque que no es la suya. No es su estilo. Está fuera de su ambiente. Ella es más pausada. Rajoy empieza plano la entrevista. Con seguridad y austero en sus gestos. Poco a poco se irá sintiendo más agusto, los intentos de ataque de Lomana le hacen subir el tono, inclinarse, acabar siendo más pasional. Cuando las mano deja de posarse en la pierna izquierda es cuando el presidente está más en su salsa.
Comienza Rajoy con una sonrisa correcta, y habla del paro. Y se lo cree. Es conciso y rotundo. Está convencido de que va a bajarlo. Duda en cambio cuando habla del IRPF. Y comienza ese tic que le acompaña, el del ojo izquierdo. El que demuestra su vulnerabilidad. Y ese tic le acompaña con Catalunya. No sabe realmente cómo acabará el tema, si dará con la tecla para resolverlo. Se pone rígido. Sí se cree que no habrá independencia, duda más de cómo se llegará a esa conclusión. Su tranquilidad y su pasión llega cuando muestra su confianza en el pueblo español y ahí, cuando habla de una España única aparece el Rajoy de los sentimientos, el pasional. Menos se cree eso de que los catalanes sean compatriotas. El ojo lo demuestra. ETA también le hace temblar aunque sea rotundo cuando dice eso de yo no voy a entrar en discusiones.
Se siente más a gusto que nunca con los números Rajoy. De hecho cuando habla de economía lo hace rápido, de forma monótona y demuestra su contundencia en el paro. Hay tiempo para el cabreo en la entrevista cuando Lomana insiste en el tema de la reforma laboral. y la inclinación hacia delante aparece cuando tiene que hablar de los sacrificios del pueblo español. Los siente. Al igual que la vergüenza de la corrupción, el momento en el que inclina la cabeza y no mira a la cara. Su momento más débil, menos contundente, más blando. Menos seguro. La pasión vuelve al hablar de sus colaboradores más castigados, en los que confía y a los que apoya de corazón. Esa es una de las claves de Rajoy. Demuestra en este entrevista ser más pasional de lo que nadie imagina. Su cuerpo le delata. Aunque quiera dar otra imagen. Eso sí, hoy a Rajoy la economía le apasiona mucho más que la política. Confía más en los números que en las personas.