Elegante, sencilla, de máxima calidad y con el menor presupuesto de la última década; así describieron hoy los organizadores de Eurovisión cómo será la histórica edición de Lisboa, que arranca en apenas un mes dispuesta a dejar huella.
A cuatro semanas de que la fiebre eurovisiva estalle, los detalles se desvelaron por fin en los alrededores del Altice Arena de Lisboa, escenario de los grandes eventos musicales de Lisboa y donde ahora entrenan equipos de seguridad y empieza la instalación de luces y equipos de sonido.
Con una audiencia de 200 millones de personas en todo el mundo, el reto es mayúsculo para Portugal, donde además de orgullo hay responsabilidad por ser anfitriones gracias al éxito el año pasado de Salvador Sobral con su «Amar pelos dois» («Amar por los dos»).
«Es el mayor espectáculo de entretenimiento del mundo», resumió su máximo responsable, João Nuno Nogueira, en un encuentro con la prensa extranjera en el Pabellón de Portugal de la Expo 98, contiguo al Altice Arena y epicentro de los minuciosos preparativos.
El edificio, ahora convertido en un inmenso espacio abierto repleto de portátiles, post-its, pizarras blancas y con aspecto de obra a medio terminar, será el centro de prensa oficial, uno de los puntos calientes de un evento con audiencia incluso en Estados Unidos y China.
Nogueira comanda un equipo de profesionales llegado de la cadena pública lusa RTP y de anteriores ediciones de Eurovisión; en total 900 personas que tienen dos cosas claras: que todo debe salir perfecto («sí o sí», subrayó) y que será, posiblemente, la mejor oportunidad que tenga el país para mostrarse al exterior.
«Hace 500 años descubrimos el mundo, ahora importa que el mundo descubra Lisboa», apuntó en este sentido el responsable.
Por eso, se han volcado para crear 13 logos que muestren «la diversidad» de Lisboa y reflejen la de Europa; por eso actuarán fadistas de prestigio en la gala; y por eso han adaptado las presentaciones de los 43 participantes para que, en lugar de sus países, muestren los mejores rincones de Portugal.
Solo esta selección ha supuesto un esfuerzo importante, pero ahora que prácticamente las presentaciones están acabadas, así como la música y el grafismo que las acompañará tras una arduo proceso -ningún detalle es menor para los lusos- cunde la satisfacción.
«Es un bello desafío», señaló el productor ejecutivo, quien dejó claro que, además de volcarse con la historia oceánica del país (el lema es «All Aboard!», «Todos a bordo») pretende seguir la estela del estilo que el año pasado consiguió el aplauso de Europa.
«En síntesis: queremos desarrollar un proyecto tan simple y tan elegante como fue la actuación de Salvador Sobral en Kiev», apuntó.
Así, la edición lisboeta huye de los artificios espectaculares para apostar por una apuesta en escena «más teatral», en la que los juegos tecnológicos se reducen.
Es la forma que tienen los portugueses de «contribuir con una reflexión para el proyecto» de Eurovisión pues, como dijo Sobral al recoger su premio y hoy recuerdan los organizadores, «Music is not Fireworks, Music is Feeling» (La música no son fuegos artificiales, la música es sentimiento).
Aún así, las cifras con varios ceros son ineludibles en un evento de esta magnitud, en el que se espera la llegada de hasta 40.000 eurofans, unos 2.000 periodistas acreditados, 1.100 personas procedentes de las 43 delegaciones que participan y unos 400 voluntarios, además del equipo ya citado de 900 personas.
Por tanto, entre dejar su marca y asegurar una producción de la máxima calidad, hay un complejo equilibrio para la RTP, una cadena que hace cinco años, en medio de restricciones presupuestarias debido a la crisis, se abstuvo de enviar representante a Eurovisión.
«Vamos a reducir y asegurar Eurovisión con la calidad referida y con el valor más bajo de los últimos diez años», prometió Nogueira, cuyo equipo sostiene que el valor medio se ha situado en ese tiempo entre los 25 y 50 millones de euros, por lo que la organización lusa aspira a gastar en total menos de 25 millones.
El ayuntamiento de Lisboa aportará hasta cinco millones, en su calidad de ciudad anfitriona para sufragar algunas de las actividades paralelas, como el Eurovision Village.
El Village abrirá el 4 de mayo junto al Tajo y en este espacio, en el que habrá espectáculos diarios y pantallas gigantes para seguir lo que pase en el Altice Arena, promete concentrarse la mayoría de aficionados que no hayan podido conseguir una entrada.
Muchos, en definitiva, teniendo en cuenta que el estadio tiene capacidad para 11.300 personas por evento, muchas de las cuales serán españolas.
Y es que los eurofans de España son los que más entradas han comprado ya, después de los portugueses, para no perderse la cita, donde han asegurado casi el 16 % de los asientos disponibles.