A pesar de la lluvia, nada puede aguar el ambiente festivo en la capital ucraniana a un día de la primera gala de semifinal del festival Eurovisión 2017, en el que este año participan 42 países con la notable ausencia de Rusia.
Un avión turbohélice pintado en negro y rosa -los colores de esta edición del festival- da la bienvenida a los turistas en el moderno aeropuerto de Zhuliany, al que llegan estos días muchos de los aficionados con la esperanza de ver triunfar en la Europa musical a los candidatos de sus países.
Casi toda Kiev parece sumida en una plácida siesta, vacía por el largo puente del Día de la Victoria sobre la Alemania nazi que se celebra mañana en toda Ucrania, pero el corazón de la ciudad -la céntrica calle Kreschatik- ya no dormirá hasta la gran final del sábado, 13 de mayo.
A pocos cientos de metros de la plaza del Maidán -en la que se gestó hace tres años una violenta revolución que dio paso a una guerra en el este del país- miles de personas disfrutan de la música en la Villa Eurovisión, un espacio para conciertos, terrazas, ocio, venta de regalos y pantallas gigantes para seguir al minuto el festival.
«Eurovisión es una demostración de que Kiev es Europa, y ninguna guerra ni ningún político puede quitarnos eso. Con este acontecimiento todo el mundo verá que la nuestra en una ciudad maravillosa y segura», dijo a Efe Vasili, kievita de unos 40 años que se ha acercado hasta aquí con su mujer y sus dos hijas.
La seguridad ha sido una de las mayores preocupaciones para los organizadores del festival y también para las autoridades ucranianas, que se han volcado en garantizar que Kiev sea estos días todo fiesta y nada de malas noticias.
En las calles aledañas a la Villa Eurovisión, decenas de autobuses con cientos de policías antidisturbios llegados de todo el país aguardan por si fuera necesario intervenir, aunque intentan hacer poco visible su presencia para que los aficionados se sientan cómodos.
El venezolano Fernando Padrón, descendiente de españoles y que lleva siete años viviendo en Kiev, dijo a Efe que el festival «es una buena distracción para los ucranianos, por todo lo que les pasa desde hace tres años».
«Aunque hay quién piensa que no son tiempos para hacer estos dispendios, porque esto ha tenido que costar mucho dinero», apunta a la otra cara de la moneda.
Pese a la naturaleza apolítica del festival, el conflicto ruso-ucraniano sobrevuela sin remedio esta edición después de que las autoridades ucranianas decidieran vetar la participación de la candidata rusa, Yulia Samóylova, por haber actuado en la península de Crimea, anexionada por Moscú en 2014.
La Unión Europea de Radiodifusión se esforzó hasta el final para que la joven cantante -en silla de ruedas por una atrofia muscular espinal- pudiera participar en el concurso, pero el Gobierno ucraniano no dio su brazo a torcer.
Todo está listo para el gran evento en el Centro Internacional de Exposiciones de Kiev, con un aforo para 11.000 espectadores que los organizadores esperan llenar pese a la difícil situación económica de Ucrania.
La semana pasada, ante el temor de que 200 millones de espectadores de toda Europa vean el sábado grandes vacíos en los palcos del Centro de Exposiciones, los organizadores decidieron bajar el precio de la mayor parte de las entradas hasta un tope de 499 grivnas (poco más de 18 dólares).
El reto es llenar el recinto de mayor capacidad de Ucrania en su categoría tanto el día de la gran final como en las dos semifinales previas, que tendrán lugar mañana y el próximo jueves, 11 de mayo.
España estará representada en la final por el joven Manel Navarro, que tratará de dar la vuelta a los negativos pronósticos de las casas de apuestas que le sitúan en uno de los últimos puestos de la clasificación.
Saltará al escenario guitarra en mano acompañado de otros cinco músicos para interpretar la canción «Do it for your lover» (Hazlo por tu amante), en una puesta en escena que intentará trasladar al público a una playa de Barcelona en la que un grupo de amigos cantan y surfean bañados por el sol de amanecer.