Son niños acostumbrados a la tragedia. El mar del que están rodeados es, con frecuencia, portador de malas noticias ya no sólo por las desgracias que, en una isla de pescadores, son como el sol o la lluvia, sino por el drama de la inmigración ilegal al que cada vez están más habituados.
Los pequeños de Lampedusa saben qué es la muerte en el mar, saben lo que son los viajes de la esperanza. Ellos ven casi todos los días cómo hombres y mujeres delgados llegan en barcazas, muchas veces envueltos en mantas de un oro extraño que les protegen del frío.
Están acostumbrados a jugar en la calle con niños somalíes, egipcios, sirios, eritreos… en ‘campos’ de fútbol que se abren a lo largo de la Via Roma, la calle principal donde se alza el ayuntamiento.
Un día después de la tragedia, la escuela quiso poner en el centro de atención este fenómeno dramático sobre todos los estudiantes. Los alumnos contaron a su manera con redacciones y dibujos qué ocurrió el jueves 3 de octubre.
Al centro escolar ‘Luigi Pirandello’ asisten 186 niños de infantil, 340 de Primaria, 210 de enseñanza media y 260 bachillerato científico, además de 52 alumnos y estudiantes de la pequeña isla de Linosa, a medio camino entre Sicilia y Lampedusa.
En las escenas creadas por niños de 6 a 10 años hay un barco con llamas en la cubierta, ataúdes dispuestos en un hangar azul, un mar del que emergen los brazos de los que buscan ayuda.
Oscar, de 11 años, que está en quinto grado, dibujó nubes que lloraban lágrimas de sangre y un sol amarillo con la cara triste porque -dice- »aquí en Lampedusa el sol suele estar siempre feliz». Diego, de 9 años, escribió en su libro de ejercicios: «Tenemos que quererlos como si fueran nuestros hermanos y debemos evitar que desastres similares puedan suceder».
La directora de la escuela, Rosanna Genco, de 58 años, quien hace dos años obligó a su esposo a jubilarse para ir a la isla de la que se enamoró, afirma que «la inmigración es el hilo común que une todas nuestras actividades educativas. Los niños conviven con los desembarcos. Ellos se preparan para acoger, para ser solidarios, son de mente abierta. Como no podía ser de otra manera cuando ven a sus madres se quitan los zapatos y se los dan a las mujeres africanas que llegan en los barcos».
»Nuestras actividades -continúa- en el centro, plantean la inmigración, la solidaridad, la hospitalidad. Las noticias relacionadas con los acontecimientos que suceden en Lampedusa se convierten en los artículos del periódico de la escuela».
Los profesores y los estudiantes preparon juntos las pancartas que portaron en la vigilia en que que las madres participaron con los niños más pequeños a su lado.
«La gente que vive aquí viene de lejos: irlandeses, holandeses… A menudo viven en barcos, pero sus hijos vienen a la escuela. El pequeño de Lampedusa crece cosmopolita«, afirma Genco.
Dos maestras aseguran que «los niños han sufrido mucho por la noticia de la última tragedia. Representan el naufragio, ya sea por escrito o en dibujo porque están especialmente conmovidos por el trágico final de niñosm como ellos, que viajaban en el barco».