“Durante 35 años he sido libre y ahora tengo que estar encerrado. Ni el sol es como era antes”. Bardhyl Kola, estará recluído en su casa, en el barrio Perash de la ciudad de Shkoder, en el norte de Albania. Desde hace más de un año ha permanecido encerrado entre esas cuatro paredes que lo protegen a él, a su hijo Ermal de dos años, a su padre, Ejup, y a su hermano, Bledare, con sus gemelos de un año. Todos los varones del clan Kola, 26 entre adultos, niños y ancianos, están condenados por un código medieval a permanecer escondidos en sus hogares, por riesgo a ser asesinados por venganza de sangre.
En la ciudad de Leja vive Rosa, junto con sus dos hijos, lleván años en una casa escondida en una zona de viñedos, a cierta distancia de la carretera principal. Rosa lleva 13 años sola, acompañada de su hija Elsa de 25 y su hijo Edy de 17.
«Un día, un grupo de amigos fue a jugar al fútbol», nos dice Rosa, «Cerca de aquí , en el bar. Eran cuatro. Nunca supe exactamente qué sucedió, pero se desató una pelea y mi sobrino apuñaló a uno de los muchachos. Era muy joven, hijo de una familia con la que teníamos relación. Se vengaron de la muerte del joven matando a mi marido poco después. Lo mataron en el bosque. Tenía 32 años de edad, y Edy , mi hijo, tenía sólo cuatro años.»
Ahora Edy tiene 17, y desde entonces ha vivido y se ha criado en casa, por temor a las represalias. El joven lleva escondido mucho tiempo, y se está quedando sordo debido a una infección de oido mal tratada.
Por otro lado, su hija Elsa está fuera de peligro, se va a casar pronto y cambiará su apellido, perteneciendo, a partir de ese momento, a otra familia.
Otra de estas historias desgarradoras tiene lugar en un suburbio de la ciudad de Shkodra, la ciudad más importante del norte de Albania. Allí vive en una vieja casa destartalada Ndol Gjeloshi, tiene 80 años y perdió a sus tres hijos por culpa del Kanun.
«Yo estaba viajando por el campo, cuando de repente dos personas se me acercaron y trataron de robar mi dinero.» cuenta Ndol. «Traté de defenderme lo mejor que pude, y maté a uno de ellos. Maté al hombre equivocado . No pude dormir por la noche tenía miedo por mis hijos. Hemos ofendido repetidamente, ya que mi familia ha matado a cuatro hombres y una mujer. Tomaron represalia contra mis tres hijos, y al único que han dejado vivo ha sido a mi sobrino. Ya no me preocupo por mi vida, tengo 80 años de edad, no me queda nada, yo ya estoy muerto» confiesa el anciano.
La otra cara de la moneda
Ester vive junto a su hijo Zot en Markulale, también cerca de Shkodra. Está de luto desde hace un tiempo.
«A mi padre lo mataron injustamente, mi hermano tuvo algún roce con alguien que reclamaba las tierras para él, mi padre, Nardy, trató de actuar como intermediario y le dispararon con un rifle. El asesino solo fue condenado a ocho años.»
Cuando un asesino termina en la cárcel, la familia que busca la venganza tiene una única opción. «Si me preguntan si sería capaz de matar, yo diría que en una situación como esta podría. Muchos de nosotros hemos empezado a tener problemas en el trabajo debido a la Gjakmarrja (la venganza de sangre), y yo soy uno de ellos”. Bajo esta norma, no llevar a cabo este ajuste de cuentas puede suponer una deshonra.
“Nadie me llama a trabajar. La venganza es lo único que me queda, pero el Kanun es claro. Si el mal viene a ti, tienes que vengarte. Nosotros no queremos llegar a ese punto, pero estamos tolerando demasiado.»
La mujer es intocable
Los asesinatos cometidos por venganza por lo general no son novedad en el norte de Albania, ya que son habituales en las secciones de sucesos entre muchos otros crímenes. Sin embargo, un caso concreto fue noticia y creó controversia en el país. Esta vez la víctima era una menor de edad.
Maria , de 17 años, fue asesinada junto a su abuelo de 70, en las montañas de la región de Shkodra. En este caso se violó una de las principales normas del Kanun, en la venganza de sangre la mujer es intocable, y si una mujer acompaña al hombre fuera de las paredes de su casa, no se puede disparar. El caso de María supuso un punto y aparte, y cientos de personas salieron a protestar a las calles de Tirana, capital de Albania.
Esto deja de manifiesto en Albania que la gente no conoce realmente estas normas, por lo tanto su pervivencia no se basa en el conocimiento de una antigua tradición, sino el instinto de ‘tomarse la justicia por su mano’.