“Es obvio que el mundo se va al infierno”
Robert Oppenheimer (1904-1967)
El padre de la bomba atómica tenía motivos para evolucionar del orgullo como científico al sentimiento de culpabilidad y horror. Pero es obvio que el mundo no se fue al infierno, aunque todavía existan personas que viven en condiciones propias de él.
Existe una atracción humana por el milenarismo, sobre todo en momentos de crisis e incertidumbre como los actuales. El auge del populismo (otra vez) en Europa, el golpe británico al proyecto político más ambicioso en la historia del Viejo Continente, el ascenso de un patán maleducado al sillón de la primera potencia del mundo, la amenaza yihadista… El orden surgido de la II Guerra Mundial se tambalea. Y, sin embargo, este no es el peor de los mundos posibles, contra lo que pueda deducirse por esta tendencia humana a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor.
A los populistas de todos los colores no les gusta escucharlo, pero hay motivos fundados para el optimismo, claro que sí. Aquí van unos cuántos.
Menos pobreza
El mundo alcanzó en 2010, cinco años antes de lo previsto, el objetivo de desarrollo del milenio: disminuir a la mitad la tasa de pobreza registrada en 1990.
La tasa de pobreza extrema era del 44% en 1981, bajó al 37% por ciento diez años después y hoy es del 12,7%, según los informes del Banco Mundial.
1.990 millones de personas vivían con menos de dólares al día en 1981. Hoy lo hacen menos de 800 millones, y eso que la población mundial se ha multiplicado desde los 4.500 millones en 1981 a los 7.500 millones actuales.
La reducción de la pobreza se ha producido en todos los lugares del mundo. En algunos, de forma espectacular: bajó del 80 % en 1981 al 7,2 % en 2012 en Asia Oriental.
Mayor esperanza de vida
La esperanza de vida se incrementó en 5 años entre 2000 y 2015, el aumento más rápido desde los años 60, según la World Health Statistics: Monitoring Health for the SDGs. Esos avances invierten los descensos registrados durante los años 90, en los que la esperanza de vida se redujo en África por la epidemia de sida, y en Europa del Este como consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética.
El mayor aumento se registró en la Región de África de la OMS, en la que la esperanza de vida aumentó en 9,4 años hasta llegar a los 60 años, debido principalmente a las mejoras en la supervivencia infantil, los progresos en la lucha contra el paludismo y la ampliación del acceso a los antirretrovíricos para el tratamiento del VIH.
«El mundo ha avanzado a grandes pasos en la reducción del sufrimiento innecesario y las muertes prematuras a causa de enfermedades que pueden prevenirse y tratarse», según Margaret Chan, directora general de la OMS.
La esperanza de vida hoy es de 72 años; cuando yo nací, era de apenas 54. Las condiciones son aún mejores si tenemos la fortuna de nacer en España: 82 años, una docena más de los que las estadísticas me adjudicaban cuando vine al mundo.
Incremento del PIB per cápita
El PIB per cápita (ingreso o renta per cápita) es un indicador económico que mide la relación existente entre el nivel de renta de un país y su población.
Según las estadísticas del Banco Mundial, el nivel de riqueza y bienestar no ha cesado de crecer en todo el mundo desde 1990, salvo en 2008, epicentro de la crisis.
Imparable desarrollo humano
El informe anual que publica el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo desde 1990 no puede ser más explícito, y pone de relieve, con todo tipo de estadísticas y comparativas, los “extraordinarios progresos” logrados en el ámbito del desarrollo humano durante el último cuarto de siglo: “Hoy en día, la población es más longeva, hay más niños y niñas que van a la escuela, y un mayor número de personas tiene acceso a agua limpia y a un sistema de saneamiento básico. Los ingresos per cápita en el mundo han aumentado y la pobreza ha disminuido, lo que se ha traducido en un mejor nivel de vida para una gran parte de la población. La revolución digital ha conectado a personas de diferentes sociedades y países…”
Crecimiento económico del 3,1% en 2017
Las perspectivas de crecimiento para las economías desarrolladas no son halagüeñas en 2017, apenas el 1,5 en la zona euro, según el informe “Perspectivas de la economía mundial” del FMI. Sin embargo, las economías emergentes crecerán a un ritmo del 4,6.
El FMI alerta de que ocho años después de la crisis financiera mundial la recuperación sigue siendo precaria y plantea la amenaza de que un estancamiento persistente, particularmente en las economías avanzadas, pueda avivar los llamados a adoptar medidas populistas a favor de restringir el comercio y la inmigración.
El FMI tilda de “magro” el crecimiento de la economía mundial este año: el 3,15%. Sin embargo, como destaca el economista Tim Hardford, a este ritmo la economía mundial se duplica cada 20-25 años.
¿Más desigualdad? No en España
La desigualdad se ha convertido en el tema de moda. Progreso y bienestar no se entienden adecuadamente si no se analiza cómo se reparten los beneficios del crecimiento económico. Sí, la desigualdad importa. Ni todo el crecimiento siempre es bueno ni toda desigualdad siempre es negativa.
Si creemos a Pablo Iglesias, la desigualdad es el principal problema de España. Los datos le desmienten. Según el informe “La desigualdad en España: evolución, causas y políticas”:
1. La desigualdad en España es menor que en otros países de nuestro entorno, incluso por detrás de la desigualdad en paraísos nórdicos como Noruega y Finlandia.
2. La desigualdad no la causa el 1 por ciento más rico. Tras la crisis financiera, el 1% más rico en la distribución de la renta en España tiene niveles similares a los de los ochos países principales de la UE y a los de la segunda mitad de los ochenta. El aumento de la desigualdad durante la crisis se debe a la caída de los ingresos del 40% de la población con menos renta.
3. La desigualdad viene generada por el fracaso escolar, ránking en el que España ocupa el primer lugar de la UE.
4. El desempleo explica el 80% del índice Gini que mide la desigualdad. El nivel de la desigualdad en la recesión reciente ha sido similar al de la crisis de los noventa, a pesar de que el aumento del desempleo ha sido mayor.
5. La renta real disponible por persona ha caído más de un 11% entre 2007 y 2013, lo que supone la mayor caída registrada en 165 años, con excepción del periodo de la Guerra Civil. Sin embargo, según el catedrático Prados de Escosura, ni el repunte es excesivo en la comparativa histórica -«estamos en el mismo tramo de desigualdad según el índice de Gini en los últimos 45 años»-, ni tampoco en la comparativa mundial, en la que España sigue situado, como la mayor parte de la UE, entre los países con un nivel desigualdad económica moderada-baja.
6. La desigualdad en España es similar a la de otros países con tasas de desempleo muy inferiores, gracias al efecto redistributivo del Estado de Bienestar.
7. La diferencia entre el Gini antes y después de impuestos y transferencias en España es similar a la de Noruega, Suecia o Dinamarca, a pesar de que el tamaño del sector público es muy inferior.
¿Un mundo maravilloso?
No. Un mundo con problemas. Que mejora pese a todo. Donde hay más democracias que nunca y, sin embargo, la libertad está amenazada (un total de 67 países sufrieron reducciones netas de derechos políticos y libertades civiles en 2016, en comparación con 36 países que registraron aumentos, según el informe anual de Freedom House). Un mundo donde las guerras siguen horrorizándonos pero, aunque pueda sorprender, son menos que las que se libraban en el siglo XX, en las que 110 millones de personas perdieron la vida.
No. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Siempre fue peor.