El opositor ruso Alexéi Navalny fue detenido el domingo a su llegada al aeropuerto Sheremétievo de Moscú. El líder, que se encontraba en Alemania desde que el pasado agosto acusara al presidente Vladímir Putin de intentar envenenarle, ya había anunciado su fecha de regreso a través de sus cuentas en redes sociales, y las autoridades su intención de detenerle.
«Rusia es mi país y la pregunta ‘regresar o no’ jamás me la hice», aseguró en ese momento a sabiendas de que su regreso podría suponerle entrar en prisión.
Según ha informado la agencia EFE, uno de sus abogados ya ha denunciado que le tienen aislado: «No me permiten acceder a él; dicen que está durmiendo», explica. Mientras tanto, Estados Unidos, la Unión Europea y numerosas organizaciones de derechos humanos ya han solicitado su liberación.
«El señor Navalny debería ser liberado inmediatamente, y los responsables del inadmisible ataque contra su vida deben rendir cuentas», así denunciaba la situación de Navalny el asesor de seguridad nacional del presidente de los Estados Unidos Joe Biden a través de Twitter.
Mensajes en la misma dirección han llegado también desde Reino Unido, desde donde solicitan que se aclare su intento de asesinado con un arma química.
El opositor ha pasado cinco meses en Alemania recuperándose del envenenamiento que sufrió en su país.