: El incendio y la evacuación de 13.000 niños y sus familias del campamento superpoblado de Moria, en la isla griega de Lesbos, tras un brote de COVID-19 es una señal de advertencia de las tensiones emergentes en los campos de refugiados de todo el mundo a medida que tienen que luchar contra los brotes del virus.
Un gran incendio en el campamento de Moria siguió a las protestas del martes de refugiados enojados por la segregación de los infectados de COVID-19 después de que las pruebas mostraran que los casos se habían duplicado en un día, llegando a los 35 positivos.
Los casos de COVID-19 están aumentando en algunos de los campos de refugiados más grandes del mundo después de meses de mantener a raya al virus. Estos nuevos brotes unidos a los confinamientos, restricciones de movimiento y escasez de fondos de ayuda podrían convertir los campamentos en polvorines de frustración y mayor vulnerabilidad a menos que se haga más por ayudar a las poblaciones de refugiados a superar esta crisis.
En los últimos días, se informaron 32 nuevos casos de COVID-19 y siete muertes en el asentamiento de refugiados más grande del mundo en Bangladesh, que alberga a 860.000 rohingya que huyeron de Myanmar; esta semana se registraron los dos primeros casos en el campo de refugiados sirios de Azraq en Jordania; y en el campamento de Kyangwali en Uganda con 123.000 personas, y en los campamentos de Dadaab y de Kakuma en Kenia, con 218.000 habitantes, se han notificado decenas de casos.
“Durante mucho tiempo hemos temido y advertido sobre lo que podría suceder en campos de refugiados abarrotados, donde el distanciamiento social es casi imposible y donde las limitaciones de movimiento y las estrictas restricciones al acceso humanitario están creando condiciones inhumanas”, afirma Andrew Morley, presidente y director ejecutivo de World Vision International.
“Con la mitad de los niños refugiados del mundo sin escolarizar antes de la pandemia, el impacto de las restricciones de COVID-19 en la educación en los campamentos ha sido doblemente catastrófico. Los niños siguen luchando por aprender».
“La comunidad internacional no solo debe apoyar los esfuerzos para limitar la propagación de la COVID-19 dentro de los campamentos, sino también garantizar que los refugiados, niños y niñas, vivan en buenas condiciones con el necesario apoyo físico y emocional”.
“Es esencial proporcionar mascarillas, puntos para lavarse las manos y condiciones decentes en los campamentos que permitan a las personas mantenerse seguras, limpias y saludables”, dice Morley. “Pero es vital que rescatemos la educación para esta generación de niños y nos aseguremos de que los padres tengan la oportunidad de obtener ingresos de manera segura. Las ONG también deben poder brindar el apoyo psicosocial que claramente necesitan”.
World Vision insta a los gobiernos a garantizar el continuo acceso humanitario a los campamentos, que las escuelas para refugiados se abran siempre que sea posible y que las distribución de alimentos y asistencia en efectivo se realicen de manera segura y se financien en su totalidad. Los niños y los adultos, muchos de los cuales han experimentado violencia y conflictos, también necesitan tener acceso continuado al apoyo psicológico y social.
Potencialmente, la COVID-19 puede afectar a 26 millones de refugiados en todo el mundo, el 85% de ellos alojados en países en desarrollo.
World Vision está respondiendo al impacto devastador de la COVID-19 en 70 países y ha llegado a más de 45 millones de personas con intervenciones que limitan la propagación de la enfermedad, fortalecen los sistemas de salud y a los trabajadores, apoyan a los niños y niñas a través de la educación, la protección infantil, la seguridad alimentaria y los medios de vida para proteger a los niños vulnerables.
El informe Aftershocks: Deadly Waves de World Vision encontró que el 61% de las personas encuestadas en siete países donantes querían que sus gobiernos invirtieran en la batalla global contra COVID-19.