Hace una semana que murió la juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg con 87 años. La juez Ginsburg, aunque mantenía como primer apellido el de nacimiento, fue una adalid de la igualdad durante toda su carrera, de ese apartado de la decimocuarta enmienda de la constitución americana que dice que “ y ningún estado negará a ninguna persona la igualdad en la protección por la ley”. El padre de la juez no pudo ir a la universidad en su Odessa natal , porque en aquella época como judío no podías hacerlo en Rusia. Para sus padres, que ella recibiera una educación superior, era algo esencial. Esta semana tendría que estar volando a Boston para asistir a mi reunión quinquenal de exalumnos de Harvard, universidad que en mas de una ocasión ha sido cuestionada por su tratamiento de la igualdad. En 1957 el decano de su Escuela de Derecho le pregunto al reducido grupo de alumnas que había en clase en aquella época, entre las que se encontraba la juez Ginsburg, porque ocupaban el puesto de un hombre. Casi 40 años después la comisión confirmatoria del Senado presidida por Joe Biden aprobaba su nombramiento como Jueza del Tribunal Supremo. Con su muerte, previa a las elecciones de Noviembre en las que precisamente Biden disputa la presidencia a Trump, el actual presidente podría continuar desbalanceando hacia el conservadurismo la composición del tribunal. Al acceder al Supremo en 1993, la jueza era considerada alguien moderadamente liberal, en el sentido del termino que se utiliza en Estados Unidos no en Europa. En los últimos años se fue escorando hacia una posición mas liberal ante el avance de los nombramientos de jueces conservadores, mostrando una voz discrepante en muchas de las sentencias que afectaban a temas de igualdad. Fue amada y admirada por su marido Marty Ginsburg durante 56 años hasta que este murió, sin duda el mejor apoyo para su carrera. La juez Ginsburg tenía una perspicacia para conocer e interpretar la ley fuera de toda duda, pero si por algo creo que será recordada es por el tesón con el que defendió la igualdad para hacernos avanzar como seres humanos y como sociedad contribuyendo a la visión judía de que el mundo no está terminado y el hombre tiene la misión de mejorarlo. Quede aquí nuestro pequeño homenaje.