En un análisis publicado el pasado junio, el cineasta Michael Moore hacía una profecía que está corriendo como la pólvora, por su precisión. Bajo el título “Cinco razones por las que Trump va a ganar las elecciones”, explicaba que se iba a tratar de algo parecido al “Brexit del medio oeste de Estados Unidos”: “Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010 […] Trump ha dicho (y ha dicho bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha ayudado a destruir a los estados industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos. Trump va a machacar a Clinton con este tema y con el hecho de que haya apoyado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y otras políticas de comercio que han perjudicado a los habitantes de esos cuatro estados. Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35% a todos los coches construidos en México que se enviaran a Estados Unidos. Música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan. Y cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar iPhones en China y a fabricarlos en Estados Unidos todos quedaron embelesados y Trump se llevó una gran victoria […]”.
A pesar de que la distancia en votos ha sido mínima (58,7 millones para Trump frente a los 58,8 millones de Hillary a las 12 hora española) el empresario neoyorquino se ha llevado la Casa Blanca precisamente gracias a esos estados clave del medio oeste. 290 votos electorales frente a 228 de Hillary Clinton [a falta de adjudicar los 16 de Michigan] que no dejan duda alguna sobre quién será el presidente número 45 de Estados Unidos.
Los blue collar, la clave
Este resultado no se puede comprender sin tener en cuenta que es la clase trabajadora la más afectada por la Gran Recesión de 2007 y, más en general, por la deslocalización de la producción y los capitales de las últimas décadas.
En este sentido, la victoria de Trump es, así, un clavo más en el ataúd del auge de la globalización. Los otros, más recientes, son: el Brexit; el fin de las negociaciones para el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Europa (TTIP); y el auge de figuras ultra nacionalistas como Marine Le Pen en Fracia o anti europeístas como Alexis Tsipras en Grecia.
La equivalencia entre las votaciones en el referéndum de Reino Unido y en las presidenciales estadounidenses no es total, pero tiene elementos comunes claros. Entre las razones para salir de la Unión Europea, la campaña del Brexit alegaba que les habían robado la democracia, que las decisiones siempre residían en algún otro lugar. Y, sobre todo, pedían a Downing Street el levantamiento de barreras a los flujos de personas, mercancías y capitales. Exactamente lo mismo que piden muchos de los votantes piden de Trump. Añaden otros ingredientes, como limpiar Washington de los intereses establecidos.
El dinero tiene miedo a la “Trumponomics”
Las bolsas han recortado hasta un 4% en cuanto se ha empezado a prever la victoria de Trump, aunque luego han moderado las caídas al escuchar su discurso conciliador.
Pero el problema para la economía es de medio y largo plazo. Si finalmente levanta barreras comerciales a China y México, como ha prometido, puede incitar una guerra comercial y una nueva recesión. El economista Mark Zandi ha estimado que se desatará si llega a subir los aranceles más allá del 35%.
El simple hecho de estar hablando de subir aranceles, en vez de llegar a tratados de libre comercio, prueba el movimiento telúrico que ha supuesto la elección de Donald Trump para dirigir el destino de Estados Unidos.
Se duda, más en general, de cuánto de lo que ha dicho en una campaña diabólica formará parte de hecho de su política económica, que ya se está lamando Trumponomics. ¿Será de corte liberal, proteccionista, aislacionista? ¿O algo totalmente nuevo?
El Congreso se queda también en manos republicanas (tanto la cámara alta, el Senado, como la baja, la Cámara de Representantes). Pero ahí están las dos almas del partido: la liberal y la trumpiana. Quizá eso suponga un freno a una oleada de medidas proteccionistas. Al fin y al cabo, el Viejo Gran Partido sigue siendo el representante de una buena parte de los intereses de la clase empresarial, y para esta los aranceles son anatema.
Los electores estadounidenses han decidido frenar la globalización, y “limpiar Washington” de paso. Se trata, concluye Moore, “de acabar con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald Trump, el forastero, ha llegado para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estéis de acuerdo con él! ¡Es vuestro cóctel molotov personal, el que podéis lanzar a los malnacidos que os hicieron esto! ¡HACEOS OÍR, TRUMP ES VUESTRO MENSAJERO!”