Salvador Sánchez Cerén, virtual ganador del balotaje del domingo en El Salvador, sería el primer exguerrillero en ocupar la presidencia de este país centroamericano, a sus 69 años y dos décadas después de dejar el fusil.
Bajo la bandera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda en el poder), Sánchez Cerén obtuvo un 50,11% de los votos frente a un 49,89% del candidato de la opositora Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha), el alcalde capitalino Norman Quijano, tras escrutado el 99,95% de las actas electorales.
Por la estrechez del resultado, que desconoce su rival, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) declinó proclamar ganador; pero el izquierdista ya prometió «gobernar creando un gran diálogo nacional».
De 1,65 m de estatura, moreno y de pelo cano, Sánchez Cerén, conocido por su seudónimo de guerra como Leonel González, obtuvo un 48,93% de los votos contra 38,96% de Quijano en la primera ronda electoral del 2 de febrero, pero necesitaba 50% más uno para evitar el balotaje.
Fue uno de los cinco comandantes que encabezaron a la guerrilla que en la década de 1980 combatió al ejército gubernamental, del que ahora, como presidente, será comandante general.
En su futuro gobierno estará acompañado en la vicepresidencia por otro ex rebelde, Óscar Ortiz, conocido como el comandante Guillermo Rodríguez, de 53 años, el popular alcalde de Santa Tecla, una ciudad vecina a San Salvador.
Locuaz y encendido en sus discursos de plaza pública pero parco ante las cámaras, Sánchez Cerén ha sido vicepresidente del primer gobierno de izquierda de El Salvador, encabezado desde 2009 por el periodista Mauricio Funes.
Desde esa posición se proyectó con programas de apoyo a la educación, especialmente el llamado «Paquete escolar«, que distribuye útiles, uniformes y zapatos a niños pobres de escuelas públicas.
«Nos hemos ganado el derecho de gobernar cinco años más», proclamó en la campaña, al destacar la lucha contra la pobreza, actualmente del 40,7% de los 6,2 millones de salvadoreños, seis puntos menos que antes de 2009, según el PNUD.
Nació en Quezaltepeque, 25 km al norte de San Salvador, el 18 de junio de 1944 en el seno de una familia católica y es el noveno de doce hijos de una pareja formada por un carpintero y una vendedora de mercado.
A los 19 años se graduó de docente. Trabajó en escuelas del departamento de La Libertad, donde constató la pobreza rural y comenzó su militancia sindical. En una escuela de Quezaltepeque conoció a su esposa, Margarita Villalta, una instructora de porristas (animadoras) con quien vive hace 45 años y tuvo cuatro hijos.
A finales de la década de 1960 integró el directorio de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES), que logró importantes mejoras sociales para el gremio.
A inicios de los años 1970, se incorporó a la base social de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), que aglutinaba al 60% de los combatientes de las cinco agrupaciones que en 1980 fundaron el FMLN para buscar el poder por la vía armada.
En 1978 pasó a la clandestinidad guerrillera y su ascenso como máximo dirigente de las FPL ocurrió en 1983, tras la muerte del líder fundador Salvador Cayetano Carpio.
Juan García, un miliciano que acompañó al comandante Leonel Gónzalez en el frente de guerra, lo describió a la AFP como una persona «ordenada, seria, solidaria, cautelosa, de pocas bromas y sin líos de mujeres».
Fue uno de los comandantes del FMLN que negoció la paz. El 16 de enero de 1992 participó en México en la firma, con el entonces gobierno derechista de Arena, de los acuerdos que pusieron fin a una sangrienta guerra civil que dejó unos 75.000 muertos en 12 años.
Supervisó la destrucción de fusiles, un paso previo para legalizar al FMLN como partido político en diciembre de 1992 y fue también determinante para reestructurar su agrupación tras la expulsión de tres históricos excomandantes.
Durante los comicios de 2000 ganó una diputación y fue reelegido por dos períodos hasta que en 2009 asumió la vicepresidencia.
Para no echar al olvido la lucha revolucionaria, en 2008 publicó su libro autobiográfico «Con Sueños se escribe la vida», en el cual sostiene que la memoria histórica «es una necesidad ética y social». También escribió «La guerra que no quisimos», «El País que quiero» y «El Bien Vivir en El Salvador».