El invierno moscovita es oscuro, sucio y frío. Lo es especialmente desde que la Unión Soviética dejó de existir en 1991 y las autoridades del Kremlin despertaron del letargo de la Guerra Fría y empezaron a asumir que la habían perdido. De aquellos años vienen mis primeros recuerdos de Moscú, con imágenes de mujeres vestidas muy dignamente, incluso con abrigos de piel de Astrakán, haciendo fila en los alrededores de una estación ferroviaria intentando vender cualquier cosa para conseguir unos rublos. Entre los más ofertado, curiosamente, había barras de salchichón y grandes botellas de Fanta.
También por aquel entonces emergió uno de los dramas de la sociedad rusa, agravado por la pobreza sobrevenida: una tremenda adicción al vodka, sustituido muchas veces por destilados caseros y baratos que provocaban intoxicaciones incluso mortales. Las consecuencias las sufrían especialmente los hijos de las víctimas. Niños huérfanos, nacidos en familias que no podían hacerse cargo de ellos o de madres cuyos embarazos habían transcurrido inundados en alcohol con consecuencias nefastas para los pequeños.
Una retórica que recuerda la Guerra Fría
Más de 50.000 niños, muchos de ellos con necesidades especiales, han sido adoptados por familias norteamericanas en las últimas dos décadas. Solo el año pasado fueron cerca de un millar, es decir, la mayor parte de las 3.400 adopciones internacionales realizadas en Rusia. La existencia de más de 650.000 niños internados en orfanatos supone un grave problema para el país que, en parte, se alivia con esas adopciones.
Pero esa peculiar “normalidad” se ha visto gravemente alterada por la creciente retórica norteamericana expresada por Vladimir Putin desde que asumió la presidencia por tercera vez en mayo de este año. El último episodio fue la comparecencia de fin de año ante la prensa del jueves 20 de diciembre. Arremetió duramente contra Estados Unidos por haber aprobado unos días antes la llamada Ley Magnitsky, que impone sanciones contra los funcionarios involucrados en la muerte de un abogado ruso, un militante contra la corrupción policial que falleció en la cárcel por falta de cuidados después de haber recibido, presuntamente, fuertes palizas.
La retórica antinorteamericana de Putin se barruntaba en cierto modo, pero lo que posiblemente no esperaban muchos, ni siquiera algunos miembros de su gobierno, es que la dureza de su discurso provocara que, al día siguiente, el parlamento ruso aprobara la prohibición de las adopciones por la abrumadora mayoría de 420 votos contra 7 y una sola abstención. Todavía tiene que pasar por la Cámara alta antes de que Putin apruebe definitivamente la Ley, pero es difícil que el presidente dé marcha atrás.
Obama y Putin se verán las caras en Rusia
Entre quienes han manifestado su opinión en contra de esa norma destaca el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, que lleva algún tiempo preparando una cumbre ruso norteamericana que, presumiblemente, se celebrará en Moscú durante la primera mitad de 2013. A pesar de su rara oposición a la línea oficial del Kremlin es difícil que sea relevado por Putin, por lo que será él quien dirija ese encuentro. Pero su alter ego ya no será Hilary Clinton, sino John Kerry, candidato a la presidencia en 2004 y recién nombrado secretario de Estado de Estados Unidos.
Inicialmente este cargo no era para él, pero como viejo zorro de la política exterior norteamericana y buen conocedor de la Guerra Fría (vivió algún tiempo en el Berlín dividido) será sin duda un buen contrincante para los diplomáticos rusos.
Siria y escudo antimisiles
Habrá, en todo caso, un intercambio de desavenencias que comenzarán por las leyes recién aprobadas en cada lado, la Ley Magnitsky y la prohibición de adoptar, y discurrirán a través de obstáculos más importantes, como la postura rusa de impedir sanciones más duras de la ONU al régimen de Siria o la iniciativa norteamericana de desplegar un escudo antimisiles en las proximidades de Rusia.
Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia marcarán el comienzo de la segunda legislatura de Obama y este será uno de los asuntos internacionales más relevantes de 2013. No es posible un regreso a la Guerra Fría tal y como la conocimos, pero a la vista de lo ocurrido estos días en Moscú lo más probable es que Putin no se lo ponga fácil a Obama. Lo peor, en todo caso, es que las primeras víctimas de este preámbulo de las negociaciones serán los huérfanos de Rusia si, como se prevé, la nueva Ley entra en vigor el próximo uno de enero.